Informe de Ponencia Para Primer debate al Proyecto de Ley 24 de 2015 Senado - 28 de Septiembre de 2015 - Gaceta del Congreso - Legislación - VLEX 583505686

Informe de Ponencia Para Primer debate al Proyecto de Ley 24 de 2015 Senado

por medio de la cual se crea el nuevo Código de Ética Médica. Bogotá, D. C., 9 septiembre de 2015

Doctor

JESÚS MARÍA ESPAÑA VERGARA

Secretario Comisión Séptima

Senado de la República

Ciudad

Asunto: Informe de ponencia para primer debate al Proyecto de ley número 24 de 2015 Senado, por medio de la cual se crea el nuevo Código de Ética Médica.

Respetado señor Secretario:

En cumplimiento del encargo realizado por la honorable Mesa Directiva de la Comisión Séptima Constitucional del Senado de la República, y de conformidad con lo establecido en el artículo 156 de la Ley 5ª de 1992, procedemos a rendir informe de ponencia para primer debate al Proyecto de ley número 24 de 2015 Senado, por medio de la cual se crea el nuevo Código de Ética Médica.

En este sentido, la presente ponencia se desarrolla de la siguiente manera:

1. Antecedentes del proyecto de ley.

2. Introducción.

3. Marco jurídico del proyecto de ley.

4. Fundamentos constitucionales.

5. Marco normativo vigente.

6. Problema del marco normativo vigente.

7. Proposición.

Cordialmente,

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INFORME DE PONENCIA PARA PRIMER DEBATE AL PROYECTO DE LEY NÚMERO 24 DE 2015 SENADO

por medio de la cual se crea el nuevo Código de Ética Médica

1. ANTECEDENTES DEL PROYECTO DE LEY

La presente iniciativa fue radicada el pasado 29 de julio de 2015 por el honorable Senador Juan Manuel Galán Pachón. Radicada en la Comisión Séptima de Senado el día 31 de julio de 2015.

Le correspondió el número 24 de 2015 en el Senado y se publicó en la Gaceta del Congreso número 540 de 2015. Por disposición de la Mesa Directiva de la Comisión Séptima Constitucional Permanente del Senado de la República, fui designado para rendir informe de ponencia en primer debate ante esta célula legislativa.

2. INTRODUCCIÓN

La Ley 23 de 1981 ha sido para el médico colombiano un código de moral objetiva que regula el ejercicio profesional y que es de obligatorio cumplimiento, so pena de ser sancionado por los respectivos tribunales. Sin desconocer la buena intención de sus gestores y redactores, dicha disposición presenta fallas y demanda una actualización de sus normas que considere el contexto presente, así como los cambios que ha traído para la rama de la medicina, los avances tecnológicos y científicos en la materia.

Es así como luego de casi siete 1ustros de estar vigente, el código de ética presenta grandes inconsistencias con el desarrollo de la vida actual. Esta necesidad de actualizar la normatividad fue prevista hace veinte años, a través del autorizado concepto del abogado Alfonso Tamayo Tamayo, uno de los redactores del Código de Ética Médica, quien en su momento manifestó que muchas precisiones, cambios, supresiones y reformas podrán introducirse a la ley de ética médica para hacerla un instrumento cada vez más claro y adecuado para regular las diferentes relaciones que existen en el trabajo médico [1][1], palabras que adquieren mayor validez en los días que corren, cuando la modalidad de ejercicio y las relaciones laborales de los médicos han sufrido fuertes cambios, desde que fue contemplada en 1981.

La Ley 23 de 1981 contó en su momento con un fundamento moral legado por la escuela hipocrática, que existió hace veinticinco siglos. Sin embargo, aunque es cierto que algunos de los principios del juramento hipocrático son intemporales, otros compromisos que se adquieren con este difieren ampliamente de la manera como se ejerce la medicina en el mundo actual. Puesto que las costumbres cambian, asimismo cambia la interpretación moral de los actos.

Recurriendo a la historia, encontramos que al inicio de la década de los años setenta irrumpió una nueva corriente ética, ajustada a la época, como respuesta a un momento en que la ciencia, en su afán inquisitivo y transformador, se convirtió en amenaza para el individuo y la sociedad. Para ponerle freno a ese afán, se le dio un nuevo rostro y un nuevo cerebro a la ética científica. Esa neoética se conoce con el nombre de Bioética, disciplina que gira alrededor de la vida en todas sus dimensiones, no solo de la humana, sino también de las demás formas conocidas sobre el planeta, es decir, la animal irracional y la vegetal.

La ciencia hasta ese momento había sido considerada una disciplina neutral, éticamente. Sin embargo, luego de los hechos ocurridos a partir del holocausto de Hiroshima y Nagasaki, se dimensionaron las implicaciones de los aportes científicos para la humanidad y sus funestas consecuencias y efectos directos sobre el hombre y su entorno. En 1971, Van Renselaer Potter, oncólogo y profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Wisconsin en Estados Unidos de Norteamérica, publicó su libro Bioethics, bridge to the future [2][2], en donde defiende la tesis de que si no se pone freno al comportamiento del ser humano frente a la naturaleza, su supervivencia sobre el planeta no será muy larga.

Así, luego de profundas reflexiones, concluyó que la supervivencia del hombre puede depender de una ética basada en el conocimiento biológico. A esa ética le dio el nombre de ¿Bioética¿, vale decir, ¿Ciencia de la supervivencia¿, afirmando que ¿Una ciencia de la supervivencia debe ser más que ciencia sola; por lo tanto yo propongo el término Bioética en orden a enfatizar los dos más importantes ingredientes, en procura de la nueva sabiduría tan desesperadamente necesaria: los conocimientos biológicos y los valores humanos¿ [3][3]. Más adelante continuó diciendo: ¿Debemos desarrollar la ciencia de la supervivencia, y esta debe arrancar con una nueva clase de ética: la bioética, que también podría llamarse `Ética interdisciplinaria¿, es decir, que incluya tanto las ciencias como las

Humanidades¿ [4] [4].

Por su parte, ya en 1969 en la ciudad de Nueva York el filósofo Daniel Callaham y el psiquiatra Willard Gaylin habían llevado a cabo una iniciativa con científicos y filósofos interesados en las ciencias biomédicas para analizar cuál debía ser la posición de la sociedad en general y de los profesionales en particular frente a los avances de ellas. Así nació el Instituto de Ética y Ciencias de la Vida, conocido más tarde como ¿Hastings Center¿, en donde comenzó a desarrollarse una nueva ética, diferente a la propuesta por Potter. Este centro tuvo un enfoque esencialmente médico, pues se ocupó solo de los asuntos relacionados con las ciencias médicas: reproducción humana asistida, distanasia, eutanasia, muerte digna, geneterapia, trasplantes, derechos del paciente, aborto, etc. En otros términos, se trató de una ética biomedicalizada, aceptada por Potter y calificada por él como una especialidad de la Bioética.

Más adelante, en 1980 el Congreso de los Estados Unidos designó una comisión presidencial para que continuara el trabajo que en 1978 había adelantado la Comisión Nacional para la Protección de los Sujetos Huma nos en la Investigación Biomédica. Esa comisión presidencial rindió un informe conocido como ¿Informe Belmonf¿ [5][5], donde quedó establecido que la autodeterminación (autonomía) y el bienestar (beneficencia) de la persona eran los principios éticos que debían regir la actuación del médico y de todos aquellos profesionales que se ocuparan de la atención y la investigación de los sujetos humanos [6][6]. A partir de entonces quedaron claramente identificados los principios morales sobre los cuales se sustenta la Ética Médica: autonomía, beneficencia-no maleficencia y justicia [7][7]. El primero, inherente al paciente, el segundo al médico y el tercero a la sociedad y el Estado. Debe hacerse caer en cuenta que el principio de justicia, de tanta importancia en la ética médica actual, no fue considerado en el juramento hipocrático ni en la Ley 23 de 1981.

El médico y eticista español Diego Gracia Guillén ha dicho que la bioética médica es una consecuencia necesaria de los principios que viven informando la vida espiritual de los países occidentales desde hace dos siglos [8][8]. Así, junto con la formulación y vigencia de los principios de libertad política y libertad religiosa, se impone también el principio de libertad moral. De hecho, el mismo Gracia Guillén añade: ¿Todo ser humano es agente moral autónomo, y como tal debe ser respetado por todos los que mantienen posiciones morales distintas¿ [9][9]. Si lo moral es la esencia de lo ético, deberá aceptarse entonces que la Ética Médica con el advenimiento de la Bioética fue modificada en su esencia. En efecto, fue en los inicios de los años 70 cuando al paciente se le concedió la ciudadanía libre y responsable a través de la declaración de la National Welfare Rights Organization [10][10]. Esa ciudadanía quedó refrendada con la ¿Declaración de los derechos del paciente¿, aprobada por la Asociación Americana de Hospitales en 1973. En Colombia, el Ministerio de Salud profirió la Resolución número 13437 de 1991, acto administrativo que refrendó estos derechos con carácter general para instituciones de salud, oficiales y privadas [11][11].

Como se propuso anteriormente, junto con el de la autonomía, los principios morales de beneficencia y justicia constituyen el trípode que sirve de base de sustentación a la ética médica actual. Debe advertirse entonces que el paternalismo registrado en el juramento hipocrático, que caracterizó a la medicina durante veinticinco siglos, dejó de tener vigencia. El paciente superó su condición de incapacitado mental y moral para convertirse en un sujeto activo, con derechos legales; el médico, a su vez, continúa siendo el benefactor del paciente, pero no a contrapelo del querer de este; y finalmente el Estado, que en cuestiones médicas no fue tenido en cuenta, asumió la responsabilidad de estatuir la salud co mo un derecho y de garantizar su vigencia, es decir, de actuar con criterio justo. Sin duda alguna, tal ingrediente, involucrado hoy en el concepto de ética médica, tiene sus raíces en las tesis propuestas por...

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