LAUDATIO AMICUS A ALEJANDRO GUZMÁN BRITO - Núm. 8, Septiembre 2021 - Boletín del Centro de Estudios de Derecho Comparado - Noticias - VLEX 876192210

LAUDATIO AMICUS A ALEJANDRO GUZMÁN BRITO

AutorFRANCISCO SAMPER POLO*
CargoProfesor de la Universidad de Santiago de Chile y Universidad Andrés Bello

Las primeras noticias que tuve de él provienen del año 1965, cuando Alejandro acababa de entrar en la Universidad y cursaba el primer año de Derecho. Desde el comienzo tuvo el renombre de ser un alumno brillante, y así supe que su profesor de Derecho constitucional, a la sazón Pedro Pierry, encargaba a los ayudantes de cátedra la corrección de pruebas y exámenes escritos, y les daba como modelo las de Alejandro, que invariablemente eran calificadas con nota 7.0. Poco antes de terminar su licenciatura, y ya interesado en los estudios histórico jurídico, estando yo en España recibí de él una carta, instándome para que cuanto antes regresara a Chile: la verdad, no conocía yo al autor de la carta sino por referencias que había tenido, y le contesté devolviéndole la mano, animándole para que fuera él quien viajara a España y se uniera al grupo de discípulos que configuraban el círculo del insigne maestro don Álvaro d´Ors.

No tardó Alejandro en hacerme caso, y al poco tiempo ya instalado en la Universidad de Navarra, se unió a la pequeña cofradía que nuestros compañeros de estudio llamaban “los chilenos”, y de la que junto con nosotros formaba parte el también hoy connotado Raúl Beltersen. Fue el tiempo de consolidarse una honda amistad, que no ha tenido fisuras ni contratiempos, y que ha calado hasta las capas más íntimas del alma. Recuerdo por ejemplo aquella época, hacia el año 1973, cuando tuve que pasar por el trance de rendir las terribles oposiciones a cátedra: Alejandro, como un fiel escudero, estuvo siempre a mi lado, e inclusive, a cargo de sus propias investigaciones dirigidas a la tesis doctoral, me facilitó material más que suficiente como para que pudiera llenar a satisfacción uno de los ejercicios oposicionales más difíciles, y Alejandro contribuyó así a mi éxito en no escasa medida.

No es esta la ocasión ni mi pretensión de hacer un recuento de los méritos que en cuanto jurista ha alcanzado Alejandro, hecho patente que ya ha dado motivo a elogios pertinentes, tanto por parte de la romanística como de los que se dedican al cultivo del Derecho Civil: quiero simplemente subrayar que en aquella originaria intervención mía para que Alejandro se animara a un doctorado en derecho romano, está tanto el comienzo de nuestra amistad como mi propio mérito académico, porque tal como lo he proclamado públicamente, si llego a alcanzar memoria histórica, será por haber instado y ayudado a Alejandro para que optara por el camino que en definitiva...

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