Los animales
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8JFACE T
A
URÍDIC
Los animales
Comomerecedoresdeprotecciónconstitucionaleinternacional
1. Las prácticas, costumbres y t radiciones encuentran respaldo en la
Constitución, part icularmente en el pluralismo, la diversidad étnica y cul-
tural de la Nación, la protección de las r iquezas culturales y naturales, el
mento
del acceso a la cultura, y la l ibertad en la búsqueda del conocimiento y la
expresión artística (arts. 1o, 7o, 8o, 26, 70 y 71).
No obstante, como todo valor, principio o derecho no resultan ili mita-
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o superior jerarquía, t ienden a colisionar, haciendo necesario un juicio de
ponderación en la búsqueda de respuest as que, dependiendo de las circuns-
tancias fácticas y jur ídicas de cada asunto, se acompasen de la manera má s
adecuada con los dicta dos del ordenamiento constitucional y del derecho
internacional ( principio de interpretación conforme, ar t. 4º Superior).
para determi nar, verbi gratia, cuáles actividades constituyen expresiones
artísticas y cult urales no deviene en absoluta, ya que debe cimentarse en
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rales del Estado. En efecto, es preciso recordar que confor me al preámbulo
y a los artículos 1º, 2º, 4º y 13 de la Constitución Política, esta Corporación
ha reconocido que el criterio jur ídico de razonabilidad -en tanto lím ite a
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expresiones artísticas y cult urales del Estado, comportamientos humanos
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turales no son una expre sión directa de la Constitución, sino una inte rac-
ción de distintos actores sociales deter minados por un tiempo y espacio
jurisdicción constit ucional.
2. La doctrina no ha sido ajena a este pe nsamiento al exponer la impor-
tancia de la diversidad cultu ral y el multiculturalismo, siempre y cuando
no lesionen los mencionados intereses superiores. En este cont exto, deben
prohibirse o abandonarse aquella s costumbres que se muestren nocivas,
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un concepto estático, al poder exp erimentar cambios continuos y ser rein-
terpretados en f unción de nuevas necesidades. Deduce que las prácticas
culturales pueden ser i nterferidas o que las barrer as culturales al cambio
ser deconstruid as.
Repensar posibles horizontes y t ransformar las sedimentadas t radicio-
nes cuando socavan intereses v itales y primarios de toda sociedad de mo-
seres vivos.
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crática respecto a la mejor forma de resolverlo, impone a la Corte Con sti-
a las demandas sociales, cu mpliendo un papel activo por el fortalecimiento
mínimas debidas a t odo ser por el hecho de existir, más cuando son los
más indefensos.
3. Como se sostuvo en la sentencia C-283 de 2014, Las denominadas
“ derechos cultura-
les”: “la cultura se transfor ma y revalúa continuamente en el marco de la
historia de las mentalidades y de lo s imaginarios de una civilización para
adecuarse a la evolución de la hu manidad, el bienestar de los derechos
y el cumplimiento de los deberes, más c uando se busca desterrar rastros
de una sociedad violenta y de menospre cio hacia los demás. El simple
transcurso del tiemp o -tradiciones- no puede constitui rse en argumento
estima incorrecta y no de seable. Las manifestaciones culturales deben
respeto pol los derechos y ético hacia los otros sere s que comparten el mis-
mo territorio (preámb ulo y arts. 2o, 7o, 8o, 26, 67, 70, 71 y 95 Superiores)”.
buscan errad icar tradiciones de insensibilidad para c on los demás seres
comprometan el uso de animales pa ra la realización de actividades que
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diadores contribuyeron sin duda a p roporcionar a los romanos la ferocidad
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razón, prohibir toda clase de cr ueldad hacia los animales, ya sea como
5. En 1811, Lord Erskine, hablando en la Cámara de los Lore s, defen-
dió la causa de la justicia para con los ani males, pero sus palabras fue-
esfuerzos de quienes habían sido desprecia dos, particularme nte de Richard
Martin, se v ieron recompensados con un primer éxito: la aprobación de
animalium, que reclamara Bentham, t uvo reconocimiento aun cuando lo
fuera de manera pa rcial, esto es, más en interés de la propiedad privad a
que del principio en sí.
Históricamente el ser humano ha c onvivido con los animales desde
que habita la tierra, valiéndose de ellos por med io de la caza y de la pesca
para su alimentación o indu mentaria, y empleándolo como instru mento
sujeto fue condenado a muerte por des ollar a un animal salvaje. Ello aun-
Heráclito
el dualista de Aristóteles que atribu ía alma al animal pero no intelecto que
lo privaría del derecho a una protección ética y ju rídica. De otra parte, el
Ulpiano los animales
se consideraron sujetos del derecho natura l en el Corpus Iuris Civilis de
Justi niano.
XVI, tampoco
IX), que
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sieron multas por robo o muerte del ani mal de otro. San Agustín o Santo
Tomás de Aquino diferenciaban entre el alma del anim al y el alma humana,
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y de la naturaleza, a la con sideración de hombres y animales como cria-
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