Aristóteles: La naturaleza en movimiento
| Autor | Mauricio Nieto Olarte |
| Páginas | 75-94 |
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CAPÍTULO III
ARISTÓTELES: LA NATURALEZA EN MOVIMIENTO
ENTRE
los discípulos de la Academia platónica sobresale uno en particular, el
hijo del médico del rey de Macedonia. Es muy probable que Aristóteles fuera
un alumno difícil, irreverente, curioso, crítico y sin duda brillante. La mag-
nitud de su obra y su inuencia en la historia de la ciencia y de la cultura es
única. Muchas de las ramas de lo que hoy conocemos como losofía —lógi-
ca, ética, metafísica, teología, política— y algunas de las más importantes
áreas de las ciencias naturales —como la física, la astronomía, la historia
natural—, al igual que la historia o la literatura tienen como referencia obli-
gada el trabajo de Aristóteles. Su obra ha tenido un impacto sobre el mundo
intelectual de Occidente por más de dos mil años, como la de ningún otro
pensador. Algunos de sus escritos formaron parte central de los curricula de
las universidades europeas desde su aparición en el siglo
XIII
hasta el tardío
Renacimiento. Como lo veremos una y otra vez, el mundo griego, el helenis-
mo, el islam, la ciencia árabe, la teología cristiana y los grandes cambios de
la losofía natural del Renacimiento tienen una deuda evidente con la obra
de Aristóteles.
Aristóteles (Estagira, Grecia, ca. 384-322 a. C.)
Su padre, llamado Nicómaco, era el médico del rey del imperio de Macedonia,
Amintas III, abuelo del emperador Alejandro Magno, a su vez discípulo de Aristóte-
les. Sus estudios cubrieron amplios y diversos temas como la física, la historia na-
tural, la astronomía, la ética, la epistemología, la política, la lógica y la literatura,
entre otros. Aunque vivió hace más de dos mil años, aún hoy continúa siendo un
referente importante en varios de los campos ya mencionados. Entre sus tratados
más reconocidos podemos mencionar Física, Sobre el cielo, Metafísica, Sobre el
alma, Ética a Eudemo, Historia de los animales, Ética a Nicómaco, Política, Retórica y
Poética.
Aristóteles fue alumno de Platón en la Academia, de la cual fue miembro por
veinte años hasta la muerte de su maestro, de quien tomó distancia hasta consoli-
dar su propio sistema losóco. En particular, Aristóteles no compartió la teoría
COSMOS
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Los textos de Aristóteles que conocemos tuvieron el propósito de ser no-
tas para la enseñanza y no es tan obvia la coherencia de un sistema losóco
único. No obstante, es posible reconocer una tradición, una losofía aristo-
télica con rasgos propios, que intentaremos describir con algún detalle. Su
obra completa y la diversidad de temas de los que se ocupó están por fuera
del alcance de este libro, y no es nuestra intención cubrir todos sus aportes a
la historia de la losofía y de las ciencias. Nos ocuparemos, con cierto cuida-
do, de sus contribuciones en los terrenos de la epistemología, la física y la
cosmología.
EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO
Para entender la losofía natural de Aristóteles es necesario tener claridad
sobre las bases epistemológicas de su pensamiento y qué era según él una
verdadera losofía. Su teoría del conocimiento se encuentra de manera ex-
plícita en su tratado de lógica, el Organum, y en particular en su Analíticos
posteriores, en el que la noción griega de episteme adquiere un sentido espe-
cíco.
El conocimiento tiene lugar cuando “conocemos la causa de la cual de-
pende un hecho” y dicho conocimiento se produce por una demostración,
apodexis, una forma de silogismo1. El hecho de que se considere a Aristóteles
el padre de la lógica tiene que ver con su esfuerzo por formalizar sistemas de
pensamiento mostrando de qué manera la validez de un argumento se puede
determinar por su forma y no por su contenido. El clásico ejemplo de un si-
logismo válido es: “Todos los hombres son mortales, Sócrates es un hombre;
por ende, Sócrates es mortal”. Si la premisa inicial es válida, dada la estruc-
tura del argumento, la conclusión es de igual manera válida. Su afán por de-
nir las reglas de juego de un conocimiento verdadero formará parte de toda
1 Lloyd, Early Greek Science, 99.
platónica de las formas inmutables. Por el contrario, resaltó la importancia de la
experiencia (los sentidos) en el conocimiento, la necesidad de entender las causas
de los fenómenos, y la construcción de un entendimiento desde lo particular hacia
lo general. Todos ellos se convertirían en pilares y bases de la ciencia occidental.
Hacia el año 336 a. C., Aristóteles fundó en Atenas el Liceo, en el cual enseñó du-
rante la última parte de su vida.
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