Artes filosóficas de vivir - Historia de la gubernamentalidad II. Filosofía, cristianismo y sexualidad en Michel Foucault - Libros y Revistas - VLEX 857304319

Artes filosóficas de vivir

AutorSantiago Castro-Gómez
Cargo del AutorDoctor en letras por la Johann Wolfgang Goethe-Universität de Frankfurt, Magíster en filosofía por la Universidad de Tübingen (Alemania)
Páginas249-324
249
CAPÍTULO IV
ARTES FILOSÓFICAS DE VIVIR
LAS TRES TRANSFORMACIONES
En su curso de 1981, Subjetividad y verdad, Foucault proble-
matizó la tradicional cesura entre cristianismo y paganismo,
mostrando que la armazón fundamental de la moral sexual
cristiana (ejemplificada en la fábula del elefante) echa sus raíces
en las “artes de sí” desarrolladas por los estoicos en los siglos
I-III d.C. Con ello amplió la genealogía de las relaciones entre
el sujeto y la verdad iniciada en el curso de 1980, Del gobierno
de los vivos, desplazando su interés hacia la antigüedad greco-
latina y retomando de este modo el fallido proyecto de historia
de la sexualidad. No obstante, en la medida en que profundizaba
sus estudios sobre el período helenístico, Foucault empezó a
interesarse cada vez más por las “artes de la existencia” en las
escuelas filosóficas de aquella época, hasta el punto de pensar
en la publicación de un libro enteramente dedicado a esta te-
mática.1 En la entrevista con Dreyfus & Rabinow (1983) dice
1 El plan de este libro se encuentra en un manuscrito conservado en la Biblioteca
Nacional de Francia. Véase la “Cronología” de Daniel Defert en el volumen
I de Dits et Écrits, p. 99-100.
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que tenía la idea de escribir “un libro separado de la serie del
sexo”, cuyo título sería La inquietud de sí, en el que se ocuparía
del modo en que las “tecnologías del yo” habían emergido en
el seno de la ética pagana (Dreyfus & Rabinow, 1991: 263).2
En esa misma entrevista dice que el segundo libro de la “serie
del sexo” llevaría por título El uso de los placeres, y que luego
vendría un tercero titulado Las confesiones de la carne. Pero
poco tiempo después, ante la inminencia de su muerte, nuestro
filósofo tuvo que modificar el plan de publicaciones. Lo que
antes preveía como el segundo volumen de la historia de la
sexualidad terminó siendo dividido en dos tomos: el primero
dedicado a los griegos, titulado El uso de los placeres; y el se-
gundo dedicado a los romanos, bajo el título La inquietud de sí,
nombre originalmente destinado al libro nunca escrito sobre la
ética pagana.3 Las confesiones de la carne, por su parte, quedó
inédito porque Foucault no alcanzó a revisar el manuscrito an-
tes de su muerte. Así las cosas, lo que encontramos en el curso
de 1982 es el “archivo” de ese libro sobre la ética pagana que
Foucault nunca escribió.
El curso La hermenéutica del sujeto de 1982 retomará en-
tonces el tema de las “artes de la existencia”, introducido en el
curso anterior, pero desligándolo casi por entero del problema
de la sexualidad y ampliando su consideración a otras escuelas
filosóficas diferentes de la estoica. La búsqueda anterior de
una “economía de los placeres” se transforma de pronto en el
proyecto de una “ética de sí”. Al mismo tiempo, el curso recoge
algunos de los temas puestos sobre la mesa en el curso de 1980,
Del gobierno de los vivos, en especial el problema de los actos a
través de los cuales un sujeto reconoce la verdad de sí mismo.
2 “Leyendo a Séneca, Plutarco y toda esa gente, descubrí que había un gran
número de problemas sobre el yo, la ética del yo, la tecnología del yo, y tuve
la idea de escribir un libro compuesto por un conjunto de estudios separados,
apuntes sobre tales o cuales aspectos de la tecnología del yo antigua, pagana”
(Dreyfus & Rabinow, 1991: 263).
3 El capítulo dos de La inquietud de sí lleva por título “El cultivo de sí” y está
compuesto de materiales destinados al fallido libro independiente.
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En aquel curso, recordémoslo, Foucault se había interesado por
mostrar cómo durante los siglos III-V d.C. se introdujo en las
comunidades monásticas la obligación de descifrarse a sí mismo,
de conocer exhaustivamente los orígenes de todo aquello que
ocurre en el interior del sujeto. A este ejercicio interpretativo,
centrado en las obligaciones de verdad del sujeto respecto de
sí mismo, Foucault lo llamó “hermenéutica del sujeto” para di-
ferenciarlo de la “hermenéutica del texto”, en el que el énfasis
se pone en las obligaciones del sujeto con respecto a la verdad
del dogma.4 Pero Foucault era consciente de que la hermenéu-
tica del sujeto inventada por el cristianismo, aunque destinada
a jugar un papel definitivo en la historia de Occidente, echa
sus raíces en formas precedentes. Antes de ella existían otras
“formas de veridicción” en el mundo griego y romano, en las
que el objetivo no era colocar al sujeto en perpetua obediencia
y negación de sí mismo, sino hacerlo libre, independiente de
coacciones exteriores.5 Técnicas de veridicción que no apun-
taban a la sujeción, sino a la emancipación del sujeto. El curso
La hermenéutica del sujeto de 1982 propondrá, entonces, una
genealogía de aquellas técnicas precristianas de subjetivación
en la verdad, empresa que vendría a complementar los esbozos
de una historia de las “artes de la existencia” presentados en
el curso anterior. Como se puede ver, los tres cursos obedecen
a un programa todavía bastante general e impreciso, que ex-
plora las relaciones históricas entre el sujeto y la verdad, pero
4 “En esta obligación de buscar la verdad de uno mismo, descifrarla como con-
dición de salvación y manifestarla a otra persona, me parece que tenemos un
tipo de obligación de verdad muy diferente de esa que vincula a un individuo
con un dogma, un texto o una enseñanza. Y me parece que uno de los grandes
problemas históricos del cristianismo ha sido justamente saber cuál es el tipo
de vínculo que puede establecerse entre una y otra de esas obligaciones, cómo
puede vincularse la obligación de creer con la obligación de descubrir la verdad
en uno mismo. ¿Cómo ligar la verdad de la fe a la verdad de sí mismo? ¿Cómo
articular la hermenéutica del texto y la hermenéutica de la conciencia? Me pa-
rece que ese problema atravesó todo el cristianismo” (Foucault, 2014a: 108).
5 Ya estudiamos en el capítulo dos la comparación que hace Foucault entre las
técnicas de dirección greco-romanas y cristianas.

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