Las batallas entre seguridad y derechos humanos - Seguridad democrática. Lo invisible de un régimen político y económico - Libros y Revistas - VLEX 857136136

Las batallas entre seguridad y derechos humanos

AutorPablo Emilio Angarita Cañas
Cargo del AutorDoctor en Derechos Humanos y Desarrollo de la Universidad Pablo de Olavide (España), magíster en Ciencia Política del Instituto de Estudios Políticos y abogado de la Universidad de Antioquia
Páginas89-141
89
Capítulo II
LAS BATALLAS ENTRE SEGURIDAD
Y DERECHOS HUMANOS
Las fábricas de opinión pública echan leña a la hoguera de la histeria colectiva, y
mucho contribuyen a convertir la seguridad pública en obsesión pública. Cada vez
tienen más eco los gritos de alarma que se pronuncian en nombre de la población
indefensa ante el acoso del crimen; se multiplican los asustados, y estos pueden ser
más peligrosos que el peligro que los asusta. Para solucionar la falta de garantías a los
ciudadanos, se exigen leyes que suprimen las garantías que quedan; y para dar más
libertad a los policías, se exigen leyes que sacrif‌ican la libertad de todos los demás
(Galeano, 1996: 23).
La política de Seguridad democrática durante los gobiernos del presidente
Uribe Vélez tuvo por premisa fáctica la situación de inseguridad generalizada
y la correlativa demanda de seguridad de los colombianos; la aplicación de
esta política conllevó la negación de la existencia de un conf‌licto armado. Los
diferentes hechos de violencia presentados en los últimos años son calif‌icados
por los gobiernos como “acciones terroristas contra la sociedad”. Este tipo de
calif‌icaciones de las expresiones de violencia ameritan una ref‌lexión analítica
sobre los conceptos fundamentales en que se soportan las políticas, y la rela-
ción de estas con las directrices y estrategias adelantadas internacionalmente
para enfrentar fenómenos similares. Vemos necesario precisar un conjunto de
categorías ligadas a la interpretación de la realidad sociopolítica colombiana,
particularmente referidas a la violencia, la dinámica del conf‌licto armado, la
política de seguridad dirigida desde el Estado, y las alternativas que se vienen
proponiendo desde sectores de la sociedad civil.
90
Pablo Emilio Angarita Cañas
Iniciamos este capítulo señalando la estrecha relación entre el miedo —inhe-
rente a la condición humana— y la seguridad, que como antídoto a este ofrecen
el Estado o agentes privados. Posteriormente, examinamos el conf‌licto armado
colombiano y el terrorismo, estableciendo la relación y la diferencia entre estos
para un adecuado análisis crítico de la Seguridad democrática. Más adelante, nos
referimos a los diversos conceptos de la seguridad y su tipología, lo cual es básico
para comprender las políticas de seguridad adelantadas en el nuevo contexto
internacional. Para f‌inalizar, analizamos las consecuencias de la aplicación de
los modelos de seguridad enfrentados en las políticas internacionales y, en el
contexto colombiano, proponemos una alternativa pragmática.
Miedo e inseGuridad
La compleja condición humana se mueve entre la incertidumbre, el temor a lo
desconocido y la aspiración a tener certezas, a encontrar explicación a todo, lo
que al mismo tiempo es una fuente de motivación para el desarrollo de la inves-
tigación y de las ciencias. Pero, en los seres humanos también anida el deseo de
experimentar emociones, de disfrutar el riesgo y el peligro, como suele ocurrir
con los deportes de alto riesgo, con los juegos peligrosos, con la acrobacia y con
la misma guerra —actividad profundamente inhumana, pero eminentemente
humana—, pues al decir de Kant, el status naturalis del hombre es el estado de
guerra, que es “un estado en que si bien las hostilidades no se han declarado,
sí existe una constante amenaza” (Kant, 2002: 53).
La historia de la humanidad desconoce la existencia de sociedades que hayan
vivido en medio de una seguridad total, más aún, ella tampoco es deseable. En
el desenvolvimiento de la conducta humana la realidad muestra una paradójica
relación siamés entre el disfrute con el riesgo, cierto placer por el temor, hasta el
extremo del umbral de la muerte, acompañado con la emoción que consume la
adrenalina que el cuerpo necesita eliminar y, su opuesto, el anhelo de seguridad,
a veces también ilimitado y que puede conllevar la disponibilidad de sacrif‌icar
bienes tan preciados como la misma libertad.
El deseo de seguridad, así como el temor y el riesgo, son comunes a los seres
humanos; no obstante, las diferencias estriban en los grados que estos senti-
mientos extremos alcanzan en cada individuo, pues aún entre los miembros de
una misma familia se presentan marcadas diferencias. La situación se vuelve
problemática cuando el ambiente de inseguridad desborda los umbrales de
tolerancia física o psicológica, individual o colectiva, desprendiéndose de ella
conductas en apariencia opuestas como el suicido o la guerra. Uno de los ex-
pertos en el estudio del miedo dice:
91
Seguridad democrática. Lo invisible de un régimen político y económico
Somos herederos de una larga historia que ha venido otorgando una importancia
creciente a la necesidad de seguridad. Desde f‌inales del siglo XVIII, esa necesidad ha
sido a la vez fundada como derecho y reconocida en lo más profundo de la naturaleza
humana (Delumeau, 2002: 81).
La humanidad ha aprendido a convivir con cierta dosis de miedo e insegu-
ridad, para la cual ha sido decisiva la administración que cada individuo logra
hacer de este y el uso social, ya que el miedo, bien manejado, puede resultar
altamente productivo o, a la inversa, ser la base para que quienes ofrecen pro-
tección ejerzan un control extremo sobre las personas.
Son diversos los factores generadores de inseguridad, dependiendo de las
condiciones socio-culturales y de las disponibilidades físicas y psíquicas de los
sujetos, además, según las relaciones de poder existentes en el grupo humano de
que se trate, los riesgos pueden incrementarse o atenuarse dadas las condiciones
particulares de género, edad y roles sociales. De modo tal que, minimizar los
factores de riesgo o magnif‌icarlos con f‌ines alarmistas o tranquilizantes, pro-
duce dividendos a quienes ejercen poder, en el respectivo ámbito o dimensión
de la relación en que se expresa, ya sea familiar, social, político, local, nacional
o internacional.
La situación de miedo puede ser aprovechada para ofertar seguridad y, co-
mo contraprestación, exigir mayor intensidad en el control y dominio sobre las
personas.1 Las estrategias y los dispositivos de control pueden variar, según la
escala de la cual se trate, sea en el entorno local o en las relaciones internacio-
nales, así como en un sector social específ‌ico. A propósito de los dispositivos
de poder ejercidos sobre los operarios del trabajo inmaterial y sus efectos en la
resistencia al poder, el f‌ilósofo Herrera Flores, af‌irma:
Ante la dif‌icultad de controlar el General Intellect, que poco a poco se va apoderando
de las fábricas y de las mentalidades y se va convirtiendo en el factor más importante
de creación de valor en nuestros días, la ideología dominante introduce el miedo en
la percepción del mundo que nos rodea. Si lo logra, es decir, si nos relacionamos mu-
tuamente con miedo, si nuestra percepción cultural de la naturaleza, de los otros y de
nosotros mismos se basa en el miedo, este nos atenazará y permaneceremos pasivos
ante lo que nos ocurra. El miedo, como factor de control social, es el elemento más
deshumanizador que existe. ¿Cómo actuar para cambiar las cosas si tenemos miedo
incluso a movernos? (Herrera, 2005: 174).
1 Acerca de lo ocurrido en la historia de los Estados Unidos es ilustrativo y revelador el artículo
de Noam Chomsky “Recurrir al miedo” (Chomsky, 2005).

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR