Qué buenos somos - 24 de Noviembre de 2022 - El Tiempo - Noticias - VLEX 915257878

Qué buenos somos

Vivimos desde hace tiempo, como se sabe, en la edad de la monserga, una época marcada por la hipocresía y el fariseísmo, el afán desesperado de estar siempre del "lado correcto de la historia", las ganas de que todos nos vean militar con estridencia y jactancia en todas las causas, todas, que constituyen el menú diario del lugar común y la superioridad moral, la redención de los pecados, la bondad como programa y pose y convención social. Nunca antes había sido así en la historia, ni siquiera en los momentos de mayor fanatismo. Pero ese panóptico que son las redes sociales hizo que todo el mundo, empezando por los más famosos, increíble que en eso consistan la gloria y la fama, tenga que acreditar su adhesión irrevocable a cuanta reivindicación hay, como si ese fuera, porque además lo es, el único requisito para triunfar y sobresalir. Por eso hoy no hay acto público, ni mundial de fútbol ni reinado de belleza, ni premios Óscar ni una ida al baño, que no implique clavar las tesis de Lutero en las puertas de la iglesia de Wittenberg: todo tiene que ser una demostración desgarradora y cursi, con mirada al infinito, de nuestras convicciones políticas y humanitarias; todo es un pretexto para predicar y que quede muy claro nuestro compromiso, de vieja data, con las grandes luchas de la humanidad. Un amigo sostiene que aunque se trate de una farsa ominosa al final los efectos son positivos porque eso ha obligado a que la gente, en general, tenga más consideración y tolerancia, más ‘empatía’, esa palabra horrible y devaluada que ya nos condenó al infierno. También dice mi amigo que los poderosos, de todo tipo, se cuidan más y están obligados a pagar por lo menos esa cuota de falsa humildad y falsa generosidad: eso es lo que les vale ser lo que son. Quizás sea cierto, no lo niego. Pero también resulta cada vez más asfixiante y absurdo el espectáculo de tanta gente que se suma a un acto simbólico de indignación y protesta no porque crea en él -ya es lo de menos- sino porque siente que...

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