Cárceles: laberintos y cerrojos
Autor | Fernando Tocora López |
Cargo | Doctor en derecho y ciencias políticas Universidad de Cali |
Páginas | 135-162 |
Revista Nuevo Foro Penal Vol. 9, No. 80, enero-juni o 2013, pp. 135-162 Universidad EAFIT, Medellín (ISSN 0120-8179)
Cárceles: laberintos y cerrojos
Recibido 29 /11/2012 - Aprobado 14/03 /2013
FERNANDO TOCORA LÓPE Z*
Resumen
El presente artículo presenta una rev isión y crítica del actual sistema carcelario, en
particular del colo mbiano, a partir de la contraposición de las propues tas de justificación
de la cárcel como medio de punición, con la realidad de las cárceles y una propuesta
político criminal de reducción del poder penal suste ntada en la filosofía políti ca del
humanismo.
Abstract
This article presents a review and critique of t he current prison system, particularly
the Colom bian from the juxtaposition of proposed j ustification of prison as a means of
punishment, with the reality of prisons and criminal politic al proposed re duction penal
power sustained by the po litical philosophy of humanism.
Palabras clave
Justificació n de la p risión, prisión, re tribucionismo, resocializ ación, prevención g eneral,
prevención especial.
Keywords
Justificat ion of the prison, prison, ret ributivism, resocialization, general preventi on,
special prevention.
* Doctor en derec ho y ciencias política s Universidad de Cali, C olombia. Contact o: ftocora@hotmai l.com
136 Cárceles: l aberintos y cer rojos - FERNANDO TOCO RA LÓPEZ
Sumario
1. La prisión: el dolor. 1.1. La “sobredosi s de dol or”. 1.2. L as condi ciones m ínimas
del do lor, 2. El vie jo mito de l a resocia lización. 3. La cár cel: una ins titución violent a.
4. El hacinami ento pest ilente. 5 . Reg ímenes dis ciplinar ios al lí mite
1. La prisión: el dolor
Hablar del dolor, de los sentimientos, en materia de política -así sea política
criminal- podría p arecer inusual. Podemos hablar de control social, de infracciones
legales, de debido proceso, de procesos de criminalización, y de tantos otros temas
abstrusos, pero hablar de dolor, de emociones, de sentimientos, no parece ir muy
de la mano del manejo científico de un a disciplina social. L os seres humanos tienen
que ir al sicólogo a hurtadillas o aproximarse sigilosamente al confesionario de su
sacerdote, p ara hablar del dolor, del dolor que se sufre como víctima pero también
del dolor del pecado que genera dolor en el otro, y en uno. Claro, aquel es el primer
dolor, el de la víctima, y ese es un dolor que se olvidó durante mucho tiempo, por
la preocupación del discurso liber al en el perseguido por el sistema penal, víctima a
su vez de tanto abuso, de la Inquisición, de los déspotas. Ciertamente, como lo han
señalado los abolicionist as, el Estado hurtó el conflicto a sus protagonistas, hizo a un
lado a la víctima y se encargó de resolver verticalmente el antagonismo. Pero ahora,
el derecho penal ha vuelto la mirada hacia las víc timas, cuyo dolor es el primero, en el
tiempo y en las prioridades; Más hay otro dolor, el que trae el derecho penal. Ese dolor
modernamente tiene un nombre principal: la prisión.
El castigo presupone ciertamente una aflicción. Su historia está llena de infamias:
descuartizamientos, hogueras, amputaciones, tortur as inimaginables, etc. Todavía hoy
existen. Los Talibanes entierran a las mujeres adúl teras hasta el pecho y las apedrean
hasta morir. El presidente Bush, hijo, ha reconocido que ordenó aplicar la tortura del
sumergible (ahogamiento) a los presos en Guantánamo. El reemplazo de esos castigos
por la prisión no significa la eliminación de los suplicios. La ergástula castiga, el espíritu
y el cuerpo. Lacera, lastima, deprime. Duele el alma, duelen las entrañas, duele la
piel. No se trata solamente de “privaciones” que se der iven del encierro. Se trata de
verdaderos su frimientos, cuyas evoluciones sico-somáticas se revelan en diferentes
tipos de enfermedades físicas pero sobre todo síquicas, como depresiones, brotes
sicóticos, paranoias, etc. Los tr astornos en la identidad de la persona, a par tir del
etiquetamiento como criminal, constituye un verdadero trauma que remueve toda la
estructura de la relación ser humano-mundo o ser humano-sociedad. El ser humano
que es ser so cial por naturaleza, ve amenazada su relación con ese cuerpo so cial; se
ve rechazado, expulsado, o mejor, m ás excluido, porque generalmente ya lo estaba
cuando cayó en el delito.
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