Ciencia vs. política - Acuerdo de París sobre cambio climático e instrumentos conexos ¿Pueden quitarnos la venda de los ojos? - Libros y Revistas - VLEX 748379585

Ciencia vs. política

AutorJuan Pablo González Cortés
Cargo del AutorAbogado con mención en Filosofía
Páginas53-64

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El ccih no es solamente una amenaza para la vida en la Tierra. El ccih es, sobre todo, una amenaza para los intereses de grupos económicos poderosos, de las grandes compañías dependientes de los combustibles fósiles. Como lo explica con mucho acierto Naomi Klein (2015), aceptar que con nuestras actividades estamos modificando la composición química de la atmósfera y, como resultado de ello, estamos cambiando el sistema climático mundial, produce sonoros ecos en el plano político y económico. En últimas, lo que subyace a la realidad de la crisis climática es la necesidad de repensar un modelo económico y de sociedad. En últimas, se trata de que el sistema físico-químico que permite la vida en el planeta, lo que, como se mencionó, el científico Lovelock (2007) llamaría Gaia, está pidiéndonos a gritos cambiar un modelo económico en el cual el beneficio y la utilidad individual impide ver más allá, impide ver profundo y amplio, como diría Carrizosa Umaña (2015).

3.1. La lucha por posicionar el tema en la agenda política internacional

En este punto, vale hacer una distinción entre el descubrimiento científico del problema y la adopción del tema en el seno de la

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agenda política. Podría decirse que el ccih es una cuestión de la cual están hablando los científicos desde 1896, cuando Svante Arrhenius, científico sueco, habló del efecto invernadero. No obstante, fue hasta entrada la década de 1980, casi un siglo después, que el tema empezó a instalarse en la agenda política internacional (Gupta, 2014). En 1979, en la Primera Conferencia Mundial del Clima se reconoció la gravedad del cambio climático, aunque los esfuerzos de sus organizadores fueron infructuosos para lograr atraer la atención política suficiente. El tema real-mente empezó a tomar fuerza debido al consenso en los estudios científicos frente a la influencia directa del comportamiento humano en el cambio climático (Doughman & DiMento, 2007).

Tras hacer varias mediciones cuidadosas en observatorios remotos en Hawaii, a inicios de la década de 1960, unos científicos establecieron que el CO2 en la atmósfera estaba aumentando; la denominada curva de Keeling1es un ejemplo de ello. En los años 70 y 80, los avances tecnológicos permitieron que se desarrollaran mejores modelos computacionales de la atmósfera, lo cual aumentó la confianza de los científicos con respecto a las predicciones de calentamiento global. En el año de 1979 salió a la luz un reporte de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos que, después de revisar estos modelos, llegó a la conclusión de que el cambio climático producido por el aumento de CO2 en la atmósfera sería inminente. A mediados de 1980 los científicos determinaron que otros gases producidos por el ser humano, como el metano y el

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óxido nitroso, también contribuían al efecto invernadero, lo cual hacía que el tema fuera más sensible de lo que se creía. Lo anterior fue complementado por diagnósticos cuidadosos del registro de la temperatura, los cuales indicaron que la temperatura media de la Tierra había venido en considerable aumento desde la mitad del siglo xx (Bodansky, 2001) (Sachs, 2008).

Pero como ya había sido advertido, el consenso científico, que era patente desde aquel tiempo, no fue suficiente para que el ccih terminara de consolidarse como un asunto político internacional. Según Bodansky (2001), hubo otros factores que llevaron a esto y a que, en últimas, se expidiera la cmnucc, entre esos:

  1. Un grupo de científicos liderados por Bert Bolin —que después dirigiría el ipcc— promovieron el ccih en la agenda política internacional. La Conferencia de Villach de 1987, el reporte de la Comisión Enquete en Alemania, el testimonio de James Hansen2ante el Congreso de Estados Unidos, fueron todos eventos promovidos por científicos que hicieron que el tema empezara a tener mayor peso en la comunidad internacional.

  2. El aumento de la preocupación de los asuntos globales ambientales al final de la década de 1980, que se reflejó, entre otras cosas, en la publicación del reporte de la Comisión Brundtland Nuestro Futuro Común. La especial atención que suscitó el descubrimiento del agujero de ozono en la Antártida como resultado de las emisiones de clorofluorocarbonos —cfc—, lo que demostró que las actividades humanas podían afectar considerablemente la atmósfera e hizo que el tema atmosférico fuera una prio-

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ridad. Al principio, vale decir, el ccih se encontraba a la sombra del problema del agotamiento de la capa de ozono.
3. La ola de calor en Norteamérica y la sequía del verano de 1988 también hicieron que el tema adquiriera más revuelo.

En los años 80 hubo dos conferencias que contribuyeron a que el tema se posicionara en la política global: además de la Conferencia de Villach (1985) ya mencionada, la Conferencia de Toronto (1988) también fue importante; la primera comunicó el consenso científico en torno al tema y la segunda articuló una serie de respuestas políticas frente al ccih. En este periodo los actores no gubernamentales tuvieron un papel protagónico que se redujo a inicios de la década de 1990, cuando se llevaron a cabo las más importantes negociaciones. Paralelamente, los Gobiernos también empezaron a involucrarse más; hubo una serie de reuniones inter-gubernamentales sobre el ccih, como la de la Asamblea General de la onu en 1988 que caracterizó el clima como una “preocupación común de la humanidad” (Naciones Unidas, 1988) y la Segunda Conferencia Mundial del Clima de 1990. Hasta 1990 los interesados en el tema eran principalmente los Gobiernos occidentales de países industrializados (Gupta, 2014).

Una...

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