Algunos conceptos esenciales - Preliminar - Derecho civil. Bienes. Derechos reales - Libros y Revistas - VLEX 650455325

Algunos conceptos esenciales

AutorJuan Enrique Medina Pabón
Páginas31-54
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Algunos conceptos esenciales
1. Seres vivos y medio ambiente
Yaveh dijo: “… ‘procread, multiplicaos. Colmad la tierra, sojuzgadla; dominad a los peces del mar,
a las aves de los cielos y a todo animal que se arrastra sobre la tierra’… ‘He aquí que os he dado toda
planta que da semilla que est á sobre toda la faz de la tierra, y todo á rbol que tiene fr utos y que
da semil la, lo cual será para vosotros como alimento. Tanto como a toda b estia terrest re, toda
ave de los cielos y todo lo que se mueve sobre la tierra animada por un alma viviente, todo vegetal,
los he dado por alimento’…” [Gn. 1, 28 - 29].
Se limitó El Señor a reflejar la situación propia de los seres vivos que sólo pueden
mantener su proceso vital “sustrayendo” del entorno los elementos que lo sustentan y
satisfacen otras necesidades. Pero dejar abierta la proposición conduce a un serio pro-
blema, porque la tendencia de la vida es continua, mientras que el espacio y la materia
(disponibles) son finitos y algunos de los elementos vitales son realmente escasos, de
modo que si los seres vivos no tienen algún tipo de control, terminan desbordando el
entorno que los sustenta y de no ser por su propia debilidad, su temporalidad y el apetito
que despierta en otros individuos que desean apoderarse de lo que han conseguido,
haciendo un delicado control natural, la vida se habría auto-consumido algunos siglos
después de haberse establecido.
Aunque en el universo pocos son los cuerpos dotados de vida en un momento
dado, su potencial reproductivo hace que puedan llegar a aumentar de manera consi-
derable, tal como lo pronostica Malthus en sus trabajos sobre el crecimiento exponencial
de la población de las especies, con lo que la vida apareja tanto el reto de procurar
conseguir lo que requiere para subsistir, como adelantarse a los demás que lo también
lo necesiten y, si ellos ya lo tienen, procurar quitárselo a las buenas o a las malas. Una
cruda pero insoslayable lucha dirige el comportamiento de los seres vivos y se mani-
fiesta por medio de esa indefinible cualidad del instinto de conservación que afecta
a la especie humana en toda su extensión, potencializada por su propio ingenio,
el reconocimiento de la realidad, pero principalmente la consciencia del tiempo y la
previsión del futuro.
El ser humano no solo tiene una tendencia innata, sino la certeza de la conve-
niencia de apresurarse a obtener las cosas materiales en buena cantidad y conservar-
las para su posterior utilización. Por sabiduría y también por experiencia llegó a la
conclusión de que quien se alza rápidamente con las cosas y puede defenderlas mejor
tiene mayores posibilidades de supervivencia y por eso adoptó la conducta de rechazar
a cualquiera que, sin su asentimiento, intentara apoderarse de las cosas que ya había
conseguido, para lo cual todo método se consideró útil y aceptable.
En su tarea de obtener la mayor cantidad de elementos de sustento y conservar
reservas tuvo como consecuencia que cada lugar en que se asentaba el humano pronto
terminara “depredado” y por eso la especie estaba condenada a vagar para conseguir su
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sustento y así lo hizo en sus conocidas etapas de cazador-recolector, e incluso en la
de pastor,1 cuando la trashumancia era un imperativo vital, ya para encontrar nuevos
lugares con elementos favorables, ya para permitir la recuperación del espacio dete-
riorado por el mismo humano o por sus animales domesticados.
Más tarde, algunos aprendieron a sembrar plantas seleccionadas que le pro-
porcionaban de manera más o menos regular el alimento para ellos y sus animales,
haciendo necesario sectorializar espacios de terreno que permitieran generar una
especie de nicho ecológico autónomo y particular de cada cual. La agricultura pre-
supone que un sujeto o grupo determinado se sirve de cierta área de terreno para sus
sembrados, permaneciendo vigilante para mantener a raya a los demás seres con
una alimentación compatible y que pretendieran alzarse con esos alimentos; lo cual
condujo a tener que instalarse definitivamente en las zonas de cultivo, construyendo
viviendas permanentes y espacios para almacenamiento de grano o conservas y de
cobijo para los animales, generando agrupaciones de carácter familiar, luego tribal,
hasta alcanzar la urbe primitiva.
La humanidad empezó una nueva forma de lucha cotidiana por la vida al apren-
der como sustituir la lenta y aleatoria naturaleza por su propio esfuerzo, a fin de hacerla
producir aquellos elementos que le servían para la supervivencia y bienestar, al cultivar
la tierra, domesticar animales, crear instrumentos para forzarla a desprenderse de sus
riquezas y descubrir métodos de protección y conservación de lo que se ha obtenido,
incluyendo, claro está, aquellos mecanismos encaminados a mantener alejado a cual-
quiera que intentase despojarlo, actividad a la que contribuía considerablemente su
tendencia a la agrupación y socialización que, así como le permitían generar y transferir
el conocimiento y le facilitaban la distribución de tareas productivas, permitía multiplicar
su fuerza, dando origen a la civilización en su acepción más amplia.2
No se trató, entonces, de la adopción de un método ventajoso de subsistencia,
sino que significó una potente (y traumática) innovación en todos los campos del
desarrollo de la especie, y, como el sistema de producción proporcionaba suficientes
alimentos para atender una población mayor, gran parte de la gente pudo dedicarse
a otros asuntos, incluyendo, por qué no, la mejora de los métodos de agresión a los
demás grupos humanos. Ello derivó en la generación de complejas estructuras de
organización social y especialmente de conducción del conjunto y dirección de las
conductas individuales —Estado y autoridad política— y se hizo necesario establecer
disposiciones generales de obligatorio acatamiento de los miembros y regulación
de las relaciones entre los individuos de la comunidad —Derecho—, que sin duda
1 Como el humano es un ser terrestre, siempre olvidamos a los pescadores (cazadores acuá ticos) cuyo
modus vivendi cons erva toda su vigencia y si b ien sus tecnol ogías han mejor ado, su medio de s ubsistencia
es básic amente el mism o de los comienzos de la civilización.
2 Y no se tome simplement e como una imagen literaria, ya que a la conformación y conservació n de un
medio alimentario, se sumaro n poco a poco otros factores esenciale s para la supervivencia, como la fab rica-
ción de elementos para contener y transport ar objetos (cerámica y cestería), conducción de agua y cientos de
herramientas que pe rmiten la autosuficiencia de los gr upos humanos en cada lugar al que ll ega.

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