El control del cannabis: de las pol - Vol. 33 Núm. 1, Enero 2021 - Revista Desafíos - Libros y Revistas - VLEX 876164338

El control del cannabis: de las pol

AutorRestrepq, Andrés López
Páginas1b(29)

Introducción

Somos testigos en estos tiempos de un cambio acelerado en el estatus legal del cannabis, la droga ilícita más consumida en todo el mundo. Su descriminalización, incluso legalización, se han hecho realidad en diversas partes del planeta y otras más transitan por el mismo sendero. Es razonable que así sea, teniendo en cuenta que el cannabis es menos nocivo que otras drogas, tanto legales--alcohol y tabaco--como ilegales--opiáceos y cocaína--. De ninguna manera se trata de una droga inocua; por el contrario, su uso está relacionado con problemas mentales y puede afectar el aprendizaje y el coeficiente intelectual de los adolescentes. Sin embargo, la proporción de sus consumidores que pueden considerarse dependientes es inferior a la del alcohol y el tabaco, y, a diferencia de estas dos drogas, su uso no tiene consecuencias fatales.

Surge entonces la pregunta de por qué fue prohibido el cannabis. El régimen internacional de control de drogas apareció a principios del siglo xx con el propósito de resolver el problema del opio para fumar en China. Así, la Comisión de Shanghái de 1909, la reunión precursora de ese régimen, se ocupó del opio y sus derivados. La Convención del Opio de 1912, que adoptó las primeras resoluciones vinculantes sobre el tema de las drogas, incluyó además la cocaína, revelando así el carácter expansivo del régimen. El cannabis entró a hacer parte del régimen con la Convención del Opio de 1925 y la amapola y la hoja de coca fueron incorporadas finalmente mediante la Convención Única de Estupefacientes de 1961, que además prohibió de manera definitiva el cannabis. No obstante, identificar la tendencia del régimen a incluir una creciente cantidad de drogas no da ninguna pista sobre las sustancias que incluye o excluye. Esto ha dependido de muchos factores. Era inevitable que el opio fuese seguido por sus derivados como la morfina y la heroína y demás opiáceos, pues eran más potentes que el mismo opio y, por lo tanto, la regulación parecía aún más necesaria. Dos de las drogas más nocivas, el alcohol y el tabaco, quedaron al margen por razones que Courtwrigth (2001) examina en detalle. La cocaína causó mucha preocupación a fines del siglo xix y se consideró que podía ser tan adictiva como los opiáceos, por lo que fue inevitable que fuese sometida al mismo régimen que el opio y sus derivados. En cambio, lo ocurrido con las plantas que eran consumidas de manera directa o servían de materia prima para fabricar otras drogas fue un proceso más complejo. El cannabis fue incluido en el régimen por iniciativa de unos pocos países y hubo que esperar varias décadas para que la hoja de coca y la amapola hiciesen parte. Este texto analiza el proceso por el cual el cannabis llegó a ser incluido en el régimen.

Hasta no hace mucho tiempo estaba muy extendida la idea de que la influencia y presión de Estados Unidos fueron los factores determinantes en esa prohibición, como afirman Abel (1980, pp. 242 y 254-255) y Booth (2003, pp. 249-250). Antonio Escohotado, autor de Historia general de las drogas, la síntesis más popular sobre el tema en lengua española, dice en otro texto: "Estados Unidos fue el primer país que prohibió--en vez de simplemente controlar (para 'usos médicos y científicos')--el hachís y la marihuana, mediante una ley de 1937 que sólo afectó al principio a pequeñas minorías de negros y latinoamericanos" (1997, p. 28). Monografías más recientes, que hacen un uso atento de los archivos, descartan esa interpretación y muestran que muchos países prohibieron el cannabis antes que Estados Unidos y sin su influencia. Ejemplos de ese tipo de trabajo son Campos (2012), Kozma (2011) y Mills (2003, 2013). Sin embargo, no existe un trabajo comparado que retome los resultados de esos estudios de caso para presentar un panorama general que dé cuenta del paso de las prohibiciones nacionales a un régimen global.

Este artículo aprovecha los resultados de esas monografías recientes y presenta por primera vez el proceso por el cual la droga llegó a ser regulada y prohibida, primero en el ámbito nacional, en los países líderes en el control del cannabis, y luego en el internacional. La primera parte presenta la historia de los diversos usos de la planta en las distintas regiones del mundo. En la segunda sección se examina cómo fue regulado y prohibido el cannabis en algunos países, y cuáles fueron las razones que se arguyeron para hacerlo. El tercer apartado expone cómo se incluyó el cannabis dentro del régimen internacional de control de drogas. En la conclusión se discuten la reciente flexibilización del estatus legal del cannabis y sus perspectivas de futuro. El texto presenta lo ocurrido con el cannabis desde una perspectiva global, pero presta particular atención a lo sucedido en América Latina y en Colombia.

La globalización de la planta

El cannabis es una de las plantas más resistentes y ubicuas que existen. Se da de manera silvestre en muchos lugares y ha sido cultivada desde hace miles de años. El cannabis es originario del centro de Asia, donde la formación del Himalaya separó dos poblaciones de plantas que evolucionaron de manera paralela hasta dar lugar a dos especies distintas, el Cannabis sativa y el Cannabis indica, cuyas diferencias fueron ampliadas después por la selección humana. La especie sativa, característica de Europa, es más alta, con ramas muy separadas y es usada para la producción de fibra y semillas. Se denomina cáñamo al cannabis cultivado para fibra, que es resistente y duradera, y las semillas, llamadas cañamón, sirven para alimentar aves y para fabricar un aceite rico en grasas y proteínas. El C. indica, como su nombre lo indica, es del subcontinente indio y es más pequeño y frondoso, y es la especie usada por sus efectos psicoactivos. El tetrahidrocannabinol (THC), que es el elemento psicoactivo más importante del cannabis, es un alucinógeno suave que sirve además como analgésico, relajante muscular, antidepresivo y antiemético, y reduce ataques epilépticos, dilata el tejido bronquial y afecta el apetito. Las dos especies de cannabis contienen THC, pero solo se encuentra en cantidades significativas en el C. indica (Schultes, Klein, Plowman & Lockwood, 1974, pp. 337-367; Duvall, 2015, pp. 9-32 y 89-91; Duvall, 2017a). Quienes consumen cannabis por sus efectos psicoactivos lo hacen de tres formas diferentes: como hachís, que es hecho de la resina o las glándulas resineras de la planta hembra; como marihuana, que comprende las hojas y flores secas del cannabis; y, raramente, como aceite de hachís, que es un concentrado líquido extraído mediante procedimientos químicos de la resina. La marihuana contiene del 5 % al 15 % de THC, el hachís hasta un 20 % y puede llegar a un 85 % en el caso del aceite (Booth, 2003, pp. 7-18).

Los cultivos más antiguos de C. indica han sido encontrados en China y se remontan a los primeros momentos de su civilización. Los chinos conocieron sus efectos psicoactivos, pero no tuvieron mucho interés en ellos y prefirieron usar la planta como alimento y medicina, y, sobre todo, como fibra y para hacer papel, el cual inventaron.

El consumo psicoactivo del C. indica apareció hacia el año 2000 a. C. en la zona fronteriza entre Afganistán, Pakistán y Tayikistán. De allí se extendió hacia la India, que es el país con la tradición más antigua y compleja del cannabis, y fue su mayor productor y consumidor en el mundo hasta la década de 1960, cuando su uso se popularizó en Estados Unidos, que se convirtió desde entonces en el principal mercado del producto. La planta se ha empleado en la India como medicina, para ayudar a sobrellevar las fatigas del trabajo físico, como acompañamiento de todo tipo de rituales religiosos y culturales, y por simple placer, por gentes de todas las condiciones, tanto musulmanes e hindúes, del campo y la ciudad, pero es notable que los indios no han explotado nunca la planta por su fibra. La India ha desarrollado sus propias preparaciones de cannabis, que en orden ascendente de potencia son: el bhang, que es una pasta que se hace a partir de las hojas y que, agregada a otros alimentos, es comida o bebida; la ganja, que es la misma marihuana y, como esta, es fumada; y el charas, equivalente al hachís y que también se fuma. Desde la India el consumo de cannabis se extendió hacia el Oriente Cercano y África por intermedio de los árabes y los portugueses, para luego dar el salto a América (Abel, 1980, pp. 3-27; Booth, 2003, pp. 19-27; Duvall, 2015, pp. 27-49).

Los árabes conocieron las propiedades analgésicas y anestésicas de la marihuana en tiempos romanos y sus propiedades psicoactivas por el comercio con la India. El Corán prohíbe explícitamente el alcohol, pero no menciona el cannabis, lo que fue entendido por algunos como licencia para consumirlo. No obstante, muchos musulmanes, sobre todo aquellos en puestos de autoridad, rechazaron la intoxicación que produce y los únicos que lo acogieron incondicionalmente fueron los sufíes, miembros de una corriente mística que usaron la droga como una vía para la iluminación espiritual, pero que ha sido objeto de rechazo, incluso persecución, por parte de otros musulmanes. Con todo, el consumo de cannabis con fines médicos y psicoactivos se expandió junto con la fe musulmana a partir del siglo VII, y el hachís estaba bien establecido en el mundo árabe para el siglo XI. Los árabes también emplearon la planta con fines más prácticos. De los chinos aprendieron la fabricación de papel con el cáñamo como materia prima en el siglo ix y fundaron las primeras fábricas europeas de papel en España en el siglo XII. En el norte de África, sobre todo en Egipto y Marruecos, se desarrolló toda una cultura de sociabilidad en torno al hachís. Era ofrecido en cafés o lugares especializados, donde se consumían bebidas y dulces con cannabis o, lo más usual, se fumaba en narguiles mezclado con tabaco (Abel, 1980, pp. 36-57; Booth, 2003, pp. 34-35 y 47-52; Nahas, 1982, pp. 814-823). En Marruecos...

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