Los derechos humanos en el franquismo - Núm. 2014-1, Enero 2014 - Precedente. Anuario Jurídico - Libros y Revistas - VLEX 521838714

Los derechos humanos en el franquismo

AutorJosefa Dolores Ruiz Resa
Páginas237-261

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Introducción

Durante el régimen franquista se reconocieron, en diversos textos jurídicos como el Fuero del Trabajo (1938), o el Fuero de los Españoles (1945), una serie de derechos, como por ejemplo el derecho a trabajar, el derecho a participar en las funciones públicas de carácter representativo, el derecho a expresar libremente las ideas mientras no atenten contra los principios fundamentales del Estado, el derecho de reunión y asociación para fines lícitos, o el derecho a fijar libremente la residencia dentro del territorio nacional.

También se reconocían derechos y garantías procesales como el habeas corpus, o el de que ningún español podría ser detenido sino en los casos y en la forma prescrita en las leyes, ni condenado sino en virtud de ley anterior a la comisión del delito y mediante sentencia del Tribunal competente, previa audiencia y defensa del interesado.

Se trataba, al menos formalmente, de derechos semejantes a los que podían leerse en las constituciones de los Estados democráticos o en las declaraciones de derechos internacionales. Sin embargo, el reconocimiento de estos derechos constituyó un proceso extraño, pues en él confluía el afán de autoafirmación nacionalista frente a las democracias occidentales, junto a la aspiración por sobrevivir entre esas democracias, las cuales habían ganado la guerra frente a los Estados fascistas que apoyaron a Franco.

Sobre qué presupuestos ideológicos se basó la concepción de los derechos durante el franquismo, cómo se justificó su reconocimiento en una dictadura que se había declarado contraria a las doctrinas modernas que habían servido para reivindicar los derechos humanos (es decir, el constitucionalismo, el liberalismo político o la socialdemocracia), y con qué diseño y alcance legal fueron reconocidos aquellos derechos, es lo que se aborda a continuación.

Presupuestos ideológicos: nacionalcatolicismo y nacionalsindicalismo

El ideario del régimen franquista descansó, básicamente, en dos doctrinas políticas, el nacionalcatolicismo y el nacionalsindicalismo. Éstas lo justificaron y sustentaron, y también inspiraron su concepción de los derechos y el alcance que aquellos pudieron tener en el régimen.

El nacionalcatolicismo aglutinó a aquellos movimientos y tendencias autoerigidos en custodios de la esencia cristiana y tradicionalista que el pen-

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samiento católico había atribuido a España; mientras que el nacionalsindicalismo trató de potenciar esa esencia desde el fascismo. Ambos quisieron remozarla y presentarla como lo nuevo, por oposicióna la democracia liberal y la ilustración, a las que se consideraban caducas e incapaces de reconducir los enfrentamientos sociales de las primeras décadas del siglo XX.

Y el régimen supo sabiamente sustentarse en una u otra ideología, según las condiciones fueron cambiando; es decir, según Hitler o Mussolini tuvieron posibilidades de ganar la guerra, o según fueron perdiendo sus opciones.

Así, el nacionalsindicalismo se había comprometido con una revolución social que quería romper con el orden caduco de las democracias constitucionales representado en aquel momento, a su juicio, por la II República. Lo hizo apelando a un sindicalismo violento, al estilo del anarquismo soreliano, del que tomó también sus colores, rojo y negro.

Se trataba de un sindicalismo que llevaría a cabo una revolución de carácter casi obrerista, sin olvidar a los jornaleros del campo, y siguiendo en cierta forma también la estela del comunismo. De este último odiaban su carácter internacional, su materialismo y su colectivismo, pero envidiaban su capacidad de organizar las masas en un partido, como le hubiera gustado hacer a Ledesma, el más olvidado de los líderes nacionalsindicalistas.

Pero, ¿qué podía hacer Ledesma frente a José Antonio Primo de Rivera, abogado y hombre de mundo, líder de Falange Española (FE) y primogénito del dictador Miguel Primo de Rivera? De hecho, Ledesma tampoco pudo competir, a pesar de su mayor contribución intelectual al nacionalsindicalismo (plasmada en revistas como “La conquista del Estado”), con la capacidad organizativa de Onésimo Redondo, quien estuvo al frente del sindicalismo agrario castellano, y fue el creador de las Juntas de Ofensiva Nacional- Sindicalistas (JONS) (Gallego, 2005; Payne, 1999; Ellwood, 2001).

Los tres, Ledesma, Redondo y Primo de Rivera, compusieron la FE de las JONS, que sirvió para aglutinar a otros grupos fascistas españoles. Todas éstas eran, en realidad, organizaciones pequeñas, sin demasiada influencia ni peso social. Sólo la guerra convirtió a FE de las JONS en el partido de masas que deseaban sus fundadores (Saz, 1999: 209-212; Thomàs, 2011: 125 y ss.).

En cuanto al nacionalcatolicismo, se trata de una denominación peculiar que sirvió para nombrar la conexión específica que tuvieron en España el tradi-

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cionalismo monárquico y el catolicismo contrarreformista; y en donde confluyeron organizaciones sociales, sindicales y políticas de ambos signos, como la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, la Acción Española, y los carlistas.

A este sector católico-tradicionalista pertenecía, además, la mayor parte de los oficiales del ejército español, como el propio Franco, que estaba suscrito a la revista de la Acción Española (González Cuevas: 1998; Morodo: 1978).

Nacionalsindicalismo y nacionalcatolicismo confluyeron, pues, en la defensa del imperio de los Austrias, porque lo consideraban la época de mayor esplendor de España; y en la defensa del carácter católico esencial de la nación española. Pero aunque José Antonio dijera defender la eterna metafísica de España, los falangistas lo hicieron para crear algo que ellos consideraban nuevo, mientras que los nacionalcatólicos pretendían restaurar el pasado.

Unos querían romper con el pasado, haciendo una revolución de fuerte componente laboral; otros, simplemente buscaban restaurar los viejos privilegios (Saz: 2003). Querían lo nuevo en lo viejo, todos en la misma dirección, pero en sentidos contrarios. No extraña que chocaran en muchas ocasiones, lo que supuso sucesivas crisis de gobierno en el régimen franquista, a pesar de que todos ellos estuvieran reunidos en un movimiento llamado FET y de las JONS, bajo la suprema Jefatura del General Franco.

En cualquier caso, todos ellos coincidieron en recuperar figuras del pasado, como los Reyes Católicos, los santos y austeros varones de la contrarreforma (como San Ignacio de Loyola), o la categoría jurídica del “fuero”, frente a la de “constitución”, considerada extranjerizante. También se reivindicó la primogenitura de España en el Derecho Social, que, según entendían, había nacido con las Leyes de Indias, y en donde se habrían reconocido los primeros derechos sociales (Gómez de Mercado, 1941: 203 y ss.; Azpiazu, 1939: 15-18; Legaz y Lacambra, 1940: 146 y ss.; Palancar, 1947: 30).

Ambos, nacionalsindicalismo y nacionalcatolicismo, coincidieron también en la defensa del organicismo, el corporativismo y el armonicismo, cada uno a su manera, pero ambos repudiando el individualismo, el liberalismo, la democracia, el constitucionalismo, el positivismo jurídico, el capitalismo (al menos, el financiero), el socialismo, el marxismo, el materialismo, el hedonismo; y, en fin, todo lo que no se adecuara a la eterna metafísica de España, que fuera lo que fuera, les permitió rechazar la idea de derechos del

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hombre y del ciudadano, y la de igualdad ante la ley, así como también la lucha de clases, y con ella, la huelga y otras medidas de conflicto colectivo.

En su lugar se defendió la austeridad, el sacrificio, la intolerancia, la muerte y la sangre como verdaderas muestras de amor y caridad, frente al pluralismo y la tolerancia de las democracias; y frente al derecho al voto, que ellos creían que rompía la unidad inescindible entre lo individual y lo social del ser humano, enfrentándolo a sus comunidades, entre las cuales estaba el Estado. Con estos antecedentes, casi no extraña que consideraran que las sociedades democráticas eran las verdaderas sociedades totalitarias (Conde, 1949: 45).

Este será el contexto político-ideológico en el que se desarrollará la doctrina de los derechos durante el franquismo, la cual será elaborada por un iusnaturalismo que también sirvió para dar validez moral al sistema jurídico del régimen y al alcance que en él se dio a los derechos.

Justificación de los derechos humanos durante el franquismo

Fueron sobre todo los nacionalcatólicos quienes desarrollaron una concepción de los derechos humanos, aunque a menudo se les llamó derechos de la personalidad, para diferenciarlos de los derechos del hombre y del ciudadano de las declaraciones francesas o internacionales.

Los franquistas tomaron esta postura porque consideraban que estos últimos erigían a su titular en un sujeto enfrentado al Estado y a la organización social. Incluso, los llegaron a considerar una categoría del derecho privado.

Sin embargo, en la fundamentación de los derechos sociales y en su legislación e instituciones de desarrollo, sí se apreciará la impronta nacionalsindicalista, al menos en los años en que fue Ministro de Trabajo el camisa vieja Girón de Velasco, destacado combatiente por el lado nacional, colaborador de Onésimo Redondo, y audaz miembro, se decía, de una de las expediciones que intentó liberar a José Antonio de su presidio en zona republicana.

En este ámbito de los derechos sociales se evidenció, precisamente, uno de los numerosos enfrentamientos entre nacionalcatólicos y nacionalsindicalistas, especialmente en relación con los derechos de previsión. Los nacionalcatólicos querían aplicar el modelo anglosajón de seguridad social, que...

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