Desarrollo y violencia - Segunda Parte - Economía y nación: una breve historia de Colombia - Libros y Revistas - VLEX 845670569

Desarrollo y violencia

AutorSalomón Kalmanovitz
Páginas323-364
323
capítuLo vi
desarroLLo y vioLencia
notas sobre poLítica y estado
Las reformas de la República Liberal apuntaban hacia una redef‌inición
de la relación Estado-sociedad civil. Se trataba de otorgarle al prime-
ro una autonomía mayor frente a los terratenientes y a los gremios
económicos, para poder absorber y canalizar institucionalmente los
conf‌lictos sociales y también para dar salida a algunas de las aspiracio-
nes de las capas medias. La modernización del Estado, el surgimiento
de una tecnocracia, su fortalecimiento político mediante partidos de
gobierno con bases amplias entre los trabajadores y las capas medias,
su robustecimiento económico al captar con los impuestos una parte
importante del ingreso nacional, eran todas condiciones necesarias
para llevar a cabo una intervención estatal mayor, que había probado
ser tan necesaria a raíz de la Gran Depresión. Los conf‌lictos que el
desarrollo capitalista desataba entre las nuevas y las vetustas clases
sociales eran considerados por López Pumarejo como connaturales
al proceso económico. López creía que resultaba estéril y destructivo
para el régimen burgués aplastarlos, en vez de canalizarlos por medio
de la negociación, arbitrada por un Estado fuerte1.
La contraofensiva de la reacción política, sin embargo, logró
detener el proceso desde sus inicios, quedando como resultante un
extraño híbrido de Estado: allí predomina el sistema de partidos
1 Daniel Pécaut, Classe ouvriére et système politique en Colombie 1930-1953, tesis de
doctorado de Estado, École de Haute Études en Science Sociales, París, 1979, pp.
100 y ss.
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tradicionales, cimentados sobre las redes regionales de poder de
los terratenientes y caciques y conjugados con el gran poder de los
agroexportadores, que cuentan con una enorme base campesina con-
servadora, a lo cual se suma el inf‌lujo del gran capital bancario y co-
mercial y el cada vez más fuerte capital industrial. En el polo opuesto,
aún dentro del Estado, unos pálidos sindicatos agrupados en la ctc,
apéndice del Partido Liberal, y una que otra f‌igura de clase media,
egresada de la pública Universidad Nacional y que de algún modo
podía hacer una exitosa carrera profesional y política, como Jorge
Eliécer Gaitán. Por tal razón, y ello contribuye en grado sumo a la
violencia que derrotó al movimiento democrático popular, el Estado
no logrará hasta nuestros días esa aparente autonomía, imparciali-
dad u objetividad, esa capacidad de arbitraje que despliega el típico
Estado burgués moderno, separado nítidamente de la sociedad civil;
esta se def‌ine como el conjunto de agrupaciones cívicas, religiosas,
comunales, económicas y gremiales que conforman, por así decirlo,
la textura básica de la sociedad2.
Aquí, por el contrario, el Estado viene a ser una proyección
directa de las capas dominantes de la sociedad civil, que excluye en
buena medida a las clases dominadas. De esta manera, Colombia
es hoy el único país de América Latina que hasta los años ochenta
perpetuaba el bipartidismo tradicional liberal-conservador, pues
en los demás el espectro político es más amplio y abarca desde las
organizaciones de los trabajadores y las capas medias en partidos
radicales y socialdemócratas, hasta las de la derecha, agrupada en
partidos demócrata-cristianos que incluyen también trabajadores y
capas medias. Pero la apariencia tradicional de los partidos en Co-
lombia se queda solo en eso, en mera apariencia, pues se incuban
profundas transformaciones que de alguna manera responden a los
cambios en la estructura económica: estos, antes que suscitar la crisis
del bipartidismo y su disolución, y con ella la pérdida de poder de
las viejas clases dominantes, provocan más bien nuevas modalidades
de encuadramiento político sobreimpuestas a las antiguas pero más
centralizadas, que permiten atraer a las clases subalternas. “Ello no
conduce por sí mismo a una autonomización del Estado, mas, por el
2 Perry Anderson, Las antinomias de Antonio Gramsci, Barcelona, Editorial Anagrama,
1980, p. 21.
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contrario […] a interferencias y complejas interpenetraciones entre
sociedad civil y Estado”3.
La estructura económica en sí misma está caracterizada por la
heterogeneidad: se dan regiones con extensas y casi invulnerables
haciendas precapitalistas, otras en transición, unas terceras de eco-
nomía campesina mercantilizada y conservatizada (como las zonas
cafeteras de Antioquia y el viejo Caldas) y otras ya capitalistas, además
de ciudades en rápido crecimiento al impulso de la industrialización.
Existe pues una sociedad civil fragmentada, con una débil ideología
de unidad nacional, cuyos distintos intereses solo pueden encontrar
solución, y con dif‌icultad, en un Estado también dividido y en el cual
se establece una hegemonía compartida entre los agroexportadores,
los terratenientes más tradicionales y los industriales, que centraliza
y def‌ine en forma precaria los intereses inmediatos de las capas do-
minantes, por lo general en abierta contradicción con los de las clases
dominadas. Por ello, como los instrumentos de dominación son más
los de la violencia que los de la negociación, queda un margen es-
trecho para el arbitraje y las concesiones políticas y económicas a las
masas. Las concesiones económicas van a parar a las manos de una
clientela adscrita a uno y otro partido, en forma de servicios públicos,
becas y puestos en la burocracia; en pago de ello, los benef‌iciarios se
convierten en activistas de los políticos en las justas parlamentarias
y presidenciales.
Por eso, será prácticamente imposible no solo establecer una
carrera administrativa, sino también que el Estado compita con la em-
presa privada en la contratación de ejecutivos, técnicos y profesionales
de alta capacidad o que los maestros requieran demostrar su idoneidad
para ocupar sus cargos. Así mismo, por ello, el fortalecimiento eco-
nómico del Estado no se tradujo en mayor ef‌iciencia administrativa,
aunque hubo sectores de la gestión of‌icial que probaron su ef‌icacia.
Por el contrario, se dio una fuerte expansión de los servicios y pues-
tos públicos que alimentó esta creciente clientela fundamentalmente
urbana. Todo cambia para que todo siga relativamente igual. Del do-
minio directo del cacique rural, subordinado del terrateniente, sobre
los arrendatarios de varias haciendas en una determinada región, que
reciben poco —quizá una botella de aguardiente— a cambio de un
voto que depositan sin conocimiento alguno, se pasa a la dominación
3 Pécaut, op. cit., p. 95.
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