La dictadura militar: deshumanización y humanización de la historia - Democracia y humanización en el Chile contemporáneo. Política, sociedad y valores - Libros y Revistas - VLEX 850620488

La dictadura militar: deshumanización y humanización de la historia

AutorLuis Pacheco Pastene/María Antonieta Huerta Malbrán
Páginas439-505
Capítulo V
La dictadura militar: deshumanización
y humanización de la historia
Antecedentes para la caracterización de la dictadura militar
El quiebre de la democracia en Chile encuentra uno de sus ejes explicativos
en la ideología y la política, llevadas ambas a extremos desequilibrantes. Sin
duda, en el proceso de la historia de Chile que hemos tratado de comprender
en sus aspectos estructurales más significativos, los hechos conocidos de
los año s sesenta y setenta representan una anomia social que se expresa por la
fuerte y permanente tensión entre los esfuerzos modernizadores con inclusión
social y la tendencia fuertemente conservadora y resistente al cambio de una
parte de la sociedad chilena. La pérdida de la validez o significación de las
normas de convivencia y de funcionamiento social se representan por una
situación anómica que impide el funcionamiento de una institucionalidad que
ha sido sobrepasada.
La situación hasta el quiebre de la democracia en 1973 se va a prolongar
durante la dictadura, la cual intenta resolver bajo mecanismos represivos y au-
toritarios, desarticuladores absolutos del mundo político y de las solidaridades
básicas de la sociedad. Se va a intentar reconstruir la sociedad y el proceso me-
diante una modernización económica que impulsa y exacerba el individualis-
mo contra los imaginarios colectivos. Se intenta imponer una transformación
valórica a partir de la economía y del consumo como factores que definirán la
identidad, la inserción o la exclusión de las personas. Todo esto en un contexto,
desde los primeros instantes de la dictadura militar, de miedo, amenaza y trau-
ma político. Este primer intento de buscar inserción o exclusión de personas a
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partir del régimen económico, implica también la negación absoluta y totalita-
ria de cualquier otra propuesta, más o menos socializante, que contradijera
los paradigmas de la dictadura y de sus inspiradores políticos de la extrema
derecha o de la derecha política más próxima.
En el proceso chileno se intenta, al finalizar los años cincuenta y tam-
bién al finalizar los años sesenta, llevar a cabo un proceso de modernización
acelerado, que no solo comprendía una nueva concepción del ordenamien-
to económico, sino también un sentido de armonía con las transformaciones
sociales, políticas y culturales de envergadura, las cuales, al no funcionar en el
clima político y social de efervescencia, generan el debilitamiento de la insti-
tucionalidad y de la normatividad como proceso natural del tránsito hacia la
modernización.
En el periodo señalado, se incentiva la pugna entre las diferentes concep-
ciones de país que tienen referentes políticos y éticos de distinto origen. Ha co-
menzado el cuestionamiento de los valores existentes que estaban en la base de
la organización sociopolítica y económica, lo que va a permitir las propuestas
de valor y de reemplazo que implicaban un nuevo modelo de sociedad. No
es menor destacar que los datos electorales y otros de ese periodo señalaban
claramente que las mayorías estaban por los cambios estructurales, al mismo
tiempo que se dividía esa mayoría en el sentido de esos cambios.
Las consecuencias de este proceso se proyectan como debilitamiento de
los consensos y de la institucionalidad, y llevarán a la confrontación política y
a la fragmentación de la sociedad civil, con pérdida del sentido de pertenencia a
la nación, en medio de un clima de violencia. En todo este proceso, y pese al
grado de incertidumbre creciente hacia 1973, hay que destacar el factor gru-
palmente cohesionador que representa la ideología y que les da identidad a los
diferentes grupos confrontados. En este sentido, la ideología actúa como un
factor de identidad, pero también como factor de oposición radical entre los
diversos grupos sociales, políticos y culturales. Esto explicará, en parte, por-
qué hacia 1973, existía la percepción de un país atomizado, sin posibilidades
ciertas de articularse en propuestas válidas más plurales para superar la crisis.
Sin querer ser reiterativos, respecto de las décadas de los años sesenta y
setenta pensamos que es necesario articular y reforzar algunas ideas para una
mejor comprensión del proceso de la dictadura militar. En esa perspectiva,
debemos recordar que en esos años, para nuestra región latinoamericana y
para Chile, los cambios estructurales simultáneos y globales representan una
esperanza democrática. Dichos cambios requerían una visión de conjunto y
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un proyecto nacional para poder abrir un espacio democrático auténtico, a
la vez que una creación institucional nueva para llevar a cabo este proceso,
que requería necesariamente grandes consensos. Dicha situación se hacía en
extremo difícil si se considera que una coyuntura como fue la Revolución cu-
bana estaba en el inicio de este proceso de cambios inéditos en la región. En
todo caso, los cambios propuestos como alternativa al camino revolucionario
—el llamado desarrollismo— son vistos como impuestos desde fuera por los
sectores de derecha, que se sentían profundamente afectados en sus intereses.
Lo mismo sucedía con determinados grupos de izquierda que solo veían ese
proceso como un reformismo que no modificaría nada de fondo.
Una de las características de este proceso tiene que ver con que los sec-
tores dispuestos a asumir y entronizar estos cambios son fundamentalmente
sectores medios. Esto implica que desde los inicios de este proceso el consenso
es débil, lo que convertirá esa realidad en un proceso complejo, sobre todo si
consideramos que en América Latina, y sin duda en Chile, se conformaban tres
paradigmas paralelos en busca del desarrollo, con concepciones totalmente
excluyentes entre sí, como lo fueron el proyecto revolucionario, el proyec-
to democrático desarrollista y el proyecto militarista, casi simultáneo con los
anteriores.
El sentido de los cambios estructurales y simultáneos por la vía demo-
crática implica reforzar y reorientar el proceso de modernización para el
país, conducente a transformar la realidad socioeconómica y sociopolítica na-
cional. Todo esto, como hemos dicho, en medio del proceso de polarización
ideológica, en el cual ningún actor queda por fuera. No obstante, debemos
destacar que dentro de ese contexto, tal vez por primera vez, se notaba una
sociedad civil fortalecida, especialmente en cuanto a sujetos y actores sociales
en el sistema político. En ese sentido, los años sesenta representan un fuerte
grado de concientización y politización que lleva a la búsqueda de un mayor
protagonismo de los diversos sectores de la sociedad, en defensa de sus intere-
ses y en el marco de una posibilidad de cambio. Agréguese a esto, por primera
vez en nuestra historia, al sector campesino organizado y sindicalizado.
En todo este cuadro, es necesario reconocer que no hay plena autonomía
de los actores, ya que de alguna manera la sociedad civil se constituye en el Es-
tado y con el apoyo del Estado, si bien los partidos políticos, con un rol sobre-
dimensionado, intentan realizar las mediaciones. De acuerdo con lo anterior,
se reconoce en Chile una “cultura de compromiso” sustentada en un Estado de
compromiso, que se fortalece desde el populismo de los años treinta, en el cual
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