Durkheim en Colombia - Núm. 20, Enero 2009 - Revista de Economía Institucional - Libros y Revistas - VLEX 846377110

Durkheim en Colombia

AutorGonzalo Cataño
CargoSociólogo
Páginas139-169
Revista de e Conomía instituCional, vol. 11, n.º 20, p R i m eR semestRe/2009, pp. 139-169
Gonzalo Cataño**
DURKHEIM EN COLOMBIA
*
Agradezco a los colegas de la Universidad Nacional la invitación a
participar en esta conmemoración de los 150 años del nacimiento
de Émile Durkheim, autor que me ha acompañado durante buena par-
te de mi vida de sociólogo. Y, además, por celebrarlo con la presencia
de la profesora Lidia Girola de México y el profesor Ramón Ramos
de España, a quien tanto debemos por sus traducciones, ensayos y
libros acerca del fundador de la escuela francesa de sociología.
Mi disertación será un recuento de la llegada a Colombia de la
obra de Durkheim y de sus usos entre nosotros en el siglo XX. No
seré exhaustivo y en ningún momento pretendo serlo. Seguir con
detalle la bibliografía publicada en provincia y en la capital no es
tarea fácil. Los registros de las bibliotecas y de los centros de do-
cumentación son imprecisos y con frecuencia precarios. Sólo me
anima el deseo de mostrar que los empleos de Durkheim han sido
más ricos y añejos de lo que se podría pensar. Dividiré la exposición
en dos partes: la lectura del sociólogo francés antes de 1959, y su
presencia después de ese año que, como se sabe, fue decisivo en la
sociología nacional. En efecto, en 1959 se fundaron los primeros
departamentos de sociología del país y su labor marcó una ruptura
con el pasado sociológico en manos de autodidactas, ensayistas y
amantes de la question sociale. Indicaré, además, los escenarios inte-
lectuales e institucionales en los que se desarrollaron estas lecturas,
* Palabras pronunciadas en los festejos del sesquicentenario del nacimiento de
Émile D urkheim promovidos por el Departamento de Sociología de la Univer-
sidad Nacional de Colombia, Bogotá, 14-18 de abril de 2008.
** Sociólogo, profesor del Programa de Sociología de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad Externado de Colombia, Bogotá, Colombia, [anomia@
supercabletv.net.co]. Fecha de recepción: 27 de enero de 2009, fecha de modifi-
cación: 29 de abril de 2009, fecha de aceptación: 2 de julio de 2009.
y sus consecuencias para el conocimiento de los problemas objeto de
estudio. Esta perspectiva anuncia el dinamismo con el que se reci-
bieron sus contribuciones. Sabemos que las aproximaciones piadosas
a un gran pensador dejan poca huella en la cultura receptora, y al
final le hacen un flaco servicio al sabio extranjero, siempre deseoso
de dejar su impronta en entornos más vastos que aquellos en donde
brotó su obra. La sociología –sus autores, sus libros, sus teorías– sólo
se convierte en un hecho cultural cuando interviene la experiencia
de quienes la reciben, la asimilan y la juzgan. Son ellos los que la
aceptan, la entienden y la piensan, o los que la rechazan, la niegan
y la desprecian; los que con su trabajos crean una tradición, o con
su silencio instauran un vacío que impide que arraigue un autor o
una corriente de pensamiento en un medio intelectual determinado
(Jauss, 1987, 59).
I
Hasta donde tenemos noticia, la primera mención de Durkheim en
Colombia apareció en un trabajo del historiador, geógrafo y militar
Francisco Javier Vergara y Velasco (1860-1914). En una exposición
sobre los rasgos del nuevo concepto de historia (la historia como cien-
cia), basada en escritos de varios autores –entre los que descollaban los
historiadores Charles Langlois y Charles Seignobos, y los sociólogos
Jacob Novicow, Maxim Kovalevsky y Émile Durkheim–, anotó que
“el historiador no puede ignorar los progresos de la sociología”. Si la
historia revive los acontecimientos, si los describe en una secuencia
fundada en datos extraídos de los archivos, es tarea de las ciencias
sociales explicarlos siguiendo las demandas de la investigación más
rigurosa. “La historia –agregó– es ciencia en cuanto a los procedi-
mientos de investigación, cualquiera que sea la forma artística que se
pretenda darle para la exposición de los hechos”. Para que esto fuera
realidad, los historiadores debían abandonar la crónica ligera, el dato
superfluo, las fechas inútiles, los personajes sin sentido y la biografía
encomiástica de los mandatarios. Debían centrar su atención en la
historia del “pueblo”, en lo que le sucedió y le sucede a la mayoría de
la población. En el mejor clima durkheimiano, habría que observar
el rol de las instituciones, de las costumbres y de las creencias –de las
realidades colectivas, en una palabra–, cuya acción confiere sentido a
la contingencia y a la extrema fluidez de los hechos individuales, tan
caros a la forma tradicional de hacer historia. La historia no alcanzará
la calificación de ciencia si no se eleva por encima de lo individual; si
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Revista de e Conomía instituCional, vol. 11, n.º 20, p R i m eR semestRe/2009, pp. 139-169
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