Editorial - 8 de Marzo de 2014 - El Tiempo - Noticias - VLEX 496242226

Editorial

Por Buenaventura

La vergonzosa devastación social del puerto exige una política gerenciada por un equipo del más alto nivel que permita, ante todo, darle oportunidades

a su gente.

Es increíble que la gente de Buenaventura siga siendo conocida por su alegría. Las palabras más duras que vienen a la mente, tragedia, crisis humanitaria, hecatombe, hace rato han dejado de describir lo que allí sucede. Los anuncios de siempre, pronunciados como lamentos por los más altos funcionarios y recibidos con escepticismo por los ciudadanos del Pacífico, más parecen la reacción a una catástrofe natural que el reconocimiento de una vergonzosa devastación social que –en el caso de que sea enfrentada ya mismo, como se ha informado, con un verdadero plan de choque– tardará por lo menos una generación en ser reparada. Ya no es “urgente” –sino “inminente”, “terminante”– la palabra para la inmediata intervención del Estado en el puerto: Buenaventura es, en este preciso momento, la medida de nuestro éxito o nuestro fracaso como país, como nación, y, si no enfrentamos ya su descomposición social, el mundo bien podrá reclamárnoslo. Quien vive en Buenaventura, hoy, cuenta con que en algún momento de la jornada será extorsionado, con que, según su oficio y sus ingresos, más temprano que tarde algún “comandante” de alguna banda criminal le exigirá una suma de dinero a cambio de “no picarlo” en alguna de las casas destinadas para semejante barbarie. Cada día en el puerto es cuestión de vida o muerte. Hay cientos de amenazas. Trece personas, por lo menos, se ven obligadas al desplazamiento forzado. Una mujer es asesinada. Contra toda esa violencia, silenciosa en medio de los miles de ruidos de Colombia, la población marchó el pasado miércoles 19 de febrero. En palabras de Ubéimar Delgado, actual gobernador del Valle, la ciudad es un corredor de armas y de tráfico de drogas y un territorio doblegado por la minería ilegal, y lo es porque no ha conseguido superar la pobreza extrema de sus comunas populares. Quizás...

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