¿Y educar para qué? Representaciones mediáticas de narcocultura en los modelos del progreso económico y prestigio social. - Vol. 26 Núm. 1, Enero 2014 - Revista Desafíos - Libros y Revistas - VLEX 557918446

¿Y educar para qué? Representaciones mediáticas de narcocultura en los modelos del progreso económico y prestigio social.

AutorWilches Tinjac
Páginas199(36)

Education for What? Media Representation of Narcoculture in Models of Economic Progress and Social Prestige

E educar para que? Impactos das representaçôes mediáticas da narcocultura na orientaçâo dos modelos do progresso económico e o prestigio social

Aunque pareciera obvio, no sobra señalar que el mundo occidental construyó entre los siglos XVI y XVIII sus modelos políticos, económicos y culturales en el proyecto de la modernidad, cuyos pilares se fundamentaron en la libertad del individuo, el respeto a las leyes escritas por los hombres y la razón científica.

No obstante, cuando se suele hacer referencia a la promesa de la modernidad se presenta una paradoja: por un lado, muestra una visión que predicaba la libertad como un principio fundamental de los seres humanos, añorada después de tantas guerras y sumisión al poder divino y se ve la luz del conocimiento y del hombre como artífice de su destino; de otra parte, una perspectiva que piensa dicha libertad con un orden que privilegia el individualismo, la competencia y el cambio del dios cristiano por el dios del mercado.

En esta dirección, una de las invenciones sociales más efectivas, pero más problemáticas, llega con la creación de instituciones que se encargaron de controlar, disciplinar, administrar, vigilar y supervisar la aceptación de las reglas de juego por parte de individuos y colectivos (Foucault, 2001; 2009) o lo que Patiño (2006) denomina coerción capitalizada, es decir, un fenómeno que, si bien tiene en cuenta la euforia desatada por los sentimientos de la revolución, se sostuvo gracias al éxito de los precursores de la idea de Estado moderno al momento de controlar los recursos de la violencia armada y del naciente modelo capitalista.

Así pues, comienza un complejo proceso de transformación en el que se cruzan distintas visiones de los pilares de la modernidad y de los usos y fines que deberían tener las formas de organización social. Por ejemplo, la división de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), en principio pensado para la independencia de las funciones de cada uno de sus órganos y en procura del bienestar social, se vio afectada por distintos sectores que tienen poder e influencia política y económica para corromper tal separación, si es que esto convenía a la satisfacción de sus intereses.

En el caso que compete a los propósitos de este artículo, otra de las paradojas de la modernidad se representan en la figura de la escuela, pues sus propósitos se debaten entre la idea de formar ciudadanos y sujetos críticos de sus realidades y una lógica económica e instrumental: formar trabajadores que deben capacitarse para cumplir con las demandas del mercado empresarial (Morin, 1984).

A pesar de los esfuerzos y las advertencias de distintas corrientes pedagógicas por tender puentes para que las dos perspectivas entablaran diálogos vinculantes y horizontales (Buenaventura, 1995), el economicismo terminó imponiéndose sin tener en cuenta las variables socioculturales e históricas que el modelo debía pensar antes de implementarse en nombre de la eficiencia y con sacrificio de la subjetividad y las necesidades del contexto en donde se implementaron.

No es de extrañar que la inclinación paulatina por ver a los estudiantes como objetos para capacitar antes que como sujetos para pensar tuviera influencia en los empresarios que empezaron a financiar las primeras instituciones educativas, inclinadas a formar obreros para las grandes industrias (Costa y Domenech, 2002, p. 35). Esto no quiere decir que formar para el trabajo no sea una práctica válida, pero sí se puede cuestionar un estilo de educación que abandonó el diálogo entre individuos, para darle paso al miedo entre individuos (Buenaventura, 1995).

En otras palabras, otorgó importancia a una educación de tres cortes: el primero, con un estilo militar y autoritario, inspirado en el modelo prusiano de los siglos XVIII y XIX (De Vroede, 1989), donde el maestro produce más miedo que respeto y contradice de manera explícita los valores de la igualdad, la libertad y la fraternidad pregonados desde las revoluciones burguesas (La educación prohibida, 2012); el segundo, con la razón científica de espalda a las guerras y los regímenes totalitarios como el nazismo (Horkheimer, 1983) y el tercero, con un sistema excluyente donde se funda la idea de sociedades civilizadas y otras de "tercer mundo", que deben ser educadas en los modelos racionales con desconocimiento del impacto social que estos puedan tener en individuos y colectivos que conciben su formación en escenarios distintos a la escuela moderna (Castro Gómez, 2000).

El caso colombiano no escapa a esta breve contextualización; por el contrario, se complejiza, pues además de compartir las constantes históricas expuestas, arrastra con un modelo educativo que tiene tareas pendientes por resolver--docentes mal remunerados, estructuras curriculares improvisadas e instalaciones en mal estado, entre otros factores--(Vasco, 2006). A eso se suma el bajo presupuesto que asigna el Estado al sector, la formulación de políticas públicas en favor de los intereses o caprichos del Gobierno de turno y el liderazgo exiguo de buena parte de los ministros de Educación, que casi siempre ocupan un lugar secundario en el gabinete ministerial o tienen poca incidencia en la formulación de las políticas educativas que se debaten en el plano internacional (Cajiao, 2004).

Aunado a ello, surgen dos situaciones particulares: la primera, la revolución de los medios masivos y alternativos de comunicación que, gracias a los avances tecnológicos, se han convertido no solo en los nuevos organizadores de la opinión pública, sino en el lugar que la escuela ha descuidado, para orientar modelos de comprensión de las experiencias que afrontan los ciudadanos en su vida cotidiana. La investigación sobre cultura política en Colombia (Rodríguez-Raga y Seligson, 2007) retrata parte de esta situación, al afirmar que una buena porción de los colombianos construyen sus referentes de la realidad de acuerdo con la información presentada en televisión, radio y prensa.

El segundo fenómeno es la aparición del narcotráfico a manera de modelo que desbordó el marco económico del prohibicionismo para inspirar estilos de vida ilegales, pero legitimados por amplios sectores de la sociedad colombiana, que lo asumen como una forma de progresar con rapidez y efectividad, aunque con riesgo y a corto plazo. En razón a lo expuesto, se pretende ir más allá de los juicios condenatorios al modelo educativo colombiano, para llamar la atención sobre la necesidad de desplazarse, así sea por un instante, de las recomendaciones dictadas por las instituciones internacionales o las presiones de un modelo económico globalizado, para construir modelos pedagógicos que se relacionen de modo más directo y atractivo con los ciudadanos, contrario a la verticalidad profesor-estudiante y la obsesión por el cumplimiento de currículos y contenidos.

Esta propuesta apunta a hacer frente al desplazamiento de la educación formal en favor de representaciones sociales que validan la visión predicada por la narcocultura y reforzada en los medios masivos de comunicación y que se explica en el planteamiento que se resalta a continuación:

Las razones construidas por los libretistas apuntan a problematizar la legitimidad del narcotráfico ante la imposibilidad de la educación--entendida y dirigida para satisfacer las demandas de los jóvenes--en el momento de responder a las expectativas y sueños plasmados por un mundo donde dicho progreso parece estar más relacionado con la adquisición de bienes materiales y más alejado de la formación de seres humanos con sentido y reconocimiento de una ética civil. En otras palabras, los seriados presentan un relato ficcionado desde la ilegalidad del negocio, con el objeto de no enfrentar a las instituciones que desde la legalidad podrían sentirse incómodas con este tipo de narrativas. Sin embargo, las fallas del modelo legal para satisfacer las demandas de las personas que intentan acceder a las oportunidades que les aseguren un bienestar individual y familiar, ofrecen un amplio margen para que, desde las representaciones de situaciones cotidianas y sectores excluidos, se presente al narcotráfico como un camino que ofrece alternativas riesgosas, pero válidas, para ascender y gozar de prestigio social. (1) Para sustentar los párrafos anteriores, el artículo se divide en cuatro partes. En la primera, se recorren las dinámicas que originaron la instauración de la educación como proyecto cultural de la modernidad y las críticas que dicho modelo recibió por parte de Gadamer, Montessori, Vygotsky, Freire y Nussbaum. Luego se muestra el contexto que posibilitó la transformación del narcotráfico de modelo ilegal a un estilo de vida que trasgrede los paradigmas convencionales de la educación como institución garante del progreso económico y en una sección posterior se describe la forma como los productores de ficciones televisivas aprovecharon esta coyuntura, para legitimar el narcotráfico como una opción social ante las carencias de las instituciones educativas. Por último se ofrecen unas consideraciones finales.

Educación para la de-formación

La bibliografía y las voces referentes a los orígenes de la institucionalización de la educación han crecido en los últimos años, lo que se traduce en interés y preocupación de un sector de académicos e investigadores por el rol social de la educación y su impacto en la cotidianidad de individuos y colectivos. Puede decirse que uno de los referentes más impactantes ha surgido después de la presentación del documental La educación prohibida (Doin, 2012).

El audiovisual presenta de manera contundente la forma como la Ilustración y las revoluciones burguesas fueron pensadas con el ánimo de generar una masa de trabajadores capacitados para los nuevos desafíos de la industrialización. Los productores del audiovisual argumentan entre líneas cómo se pasa de los...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR