Efectos psicosociales del embarazo en menores de edad: estudio descriptivo en Barrancabermeja - Aspectos jurídicos y bioéticos de los derechos sexuales y reproductivos en menores de edad - Libros y Revistas - VLEX 840974639

Efectos psicosociales del embarazo en menores de edad: estudio descriptivo en Barrancabermeja

AutorAlberto Prada Galvis
Páginas140-181
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Efectos psicosociales del embarazo en menores de edad: estudio descriptivo en Barrancabermeja
La condición humana es pluridimensional. Es un todo conformado, si se per-
mite la expresión, por zonas que la caracterizan como constructo. Signica que
toda experiencia humana es un proyecto, un poder-ser. Desde esa perspectiva, es
posible interpretar a la persona como un ser inteligente, con capacidad de leer su
mundo, de denirlo y transformarlo. Además, puede ser analizada como produc-
tora de sentido, como creadora y artíce de nuevas realidades, en su facultad de
hacer. Es, también, objeto de estudio. En virtud de su dimensión afectiva, puede
sentir y manifestar sus afectos porque su naturaleza le permite darse a los demás
como ser vivo, en la medida de sus posibilidades y sentimientos. No pueden dejar-
se por fuera, obviamente, todos los aspectos de la estructura orgánica del cuerpo,
incluyendo la zona siológica. Ese compendio se dene y se hace realidad por la
existencia de la triada constituida por las esferas intelectiva, sensitiva y vegetativa.
Puede inferirse, entonces, que lo humano se explica a partir del cerebro y sus fun-
ciones, del sistema límbico y de todo lo relacionado con el hipotálamo, si se hace
énfasis particular en la vida sexual, que es el caso central que ocupa esta reexión.
En el marco de todos esos aspectos que denen a la mujer y al hombre, como
seres de unidad y diversidad, de psiquismo y anatomía, de encarnación e interio-
ridad, aparece la dimensión erótica de la existencia, con todas sus implicaciones,
como es el caso de la sexualidad, la cual es propia de los seres vivientes y cuya
expresión natural es el sexo. Al respecto, se diría que, de acuerdo con la biblia, es
uno de los regalos otorgados por Dios a la humanidad (Génesis 1:27-31; Génesis
2:24; Proverbios 5:18-19; I Corintios 7:3). Por lo tanto, si se analiza este aspecto,
desde la fe cristiana, vivir la sexualidad entre parejas es válido y un acto normal
de la naturaleza. No obstante, la dimensión religiosa se reere, en especial, a la
unión en matrimonio, a un vínculo emocional y a una intimidad sexual que se da
entre esposos. Hasta aquí, más allá de los cuestionamientos morales o éticos que
la sociedad occidental ha construido sobre esta práctica, el asunto, en general, es
tratado como un bien para el ser humano. No obstante, las culturas determinan
ciertos comportamientos relacionados con la actividad sexual y en cada ámbito
surgen problemas que tocan directamente esta dimensión del ser humano. En-
tonces, aparecen los cuestionamientos que buscan dilucidar el tema. Por ejemplo:
¿a qué edad debe iniciar su vida sexual la persona? ¿Hasta qué punto es legal,
pertinente, seguro, “permitir” que los menores de edad tengan una vida sexual
activa, aun sin conocimiento de las implicaciones que tiene esta realidad? Como
es obvio, son múltiples las respuestas, que dependerían del marco cultural. Sólo es
poner las soluciones en contexto y se podrían encontrar distintas signicaciones,
algunas de ellas totalmente opuestas.
Quienes viven la vida adulta y ya han experimentado cada una de las etapas
del ciclo vital, saben las características propias de la transición de la infancia a la
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adolescencia. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud () y la
Organización Panamericana de la Salud () (1985), la adolescencia comprende
el periodo desde los 10 a los 19 años aproximadamente. Este período se divide a
su vez en 3 etapas: adolescencia temprana, media y tardía. Aunque la duración de
cada etapa varía de acuerdo con factores individuales y culturales, en términos ge-
nerales, la adolescencia temprana se comprende desde los 10 a los 13 años; la ado-
lescencia media de los 14 a los 17 años y, nalmente, la adolescencia tardía, desde
los 17 a los 19 años. Así se acepta en Colombia. Se conoce, además, que ésta es
una etapa de descubrimiento personal, de grandes dicultades, de vacilaciones, en
la cual los menores de edad entran en contradicción con el mundo establecido, se
sienten tantas veces incomprendidos y la mayor parte del tiempo se refugian en
sus pares para encontrarle explicación a su mundo personal. Se diría que hay sig-
nos especícos que caracterizan el comportamiento de los menores de edad desde
el punto de vista psicosocial. Uno de estos signos es precisamente el concerniente
a su vida íntima. Castro (2004) citado por González et al (2010) dice:
todo esto, unido a la desinformación y a la falta de educación en el orden sexual,
posibilita que los adolescentes se crean aptos para concebir, por lo que se consi-
dera este período como un importante grupo de riesgo en la salud reproductiva,
que pudiera dar lugar a una maternidad y paternidad precoz (p. 2).
Justicación
La adolescencia, en su visión como una de las etapas más especiales de la exis-
tencia humana, en la que se denen conductas y se siembran destinos relaciona-
dos con derroteros que regirán los comportamientos de la vida adulta, termina
siendo para los menores afectados un trauma de altas consecuencias que frustra
su proyecto de vida. Paraño y Narváez (2004), comenta que “uno de los aspectos
fundamentales en estas edades lo constituye el sexo, indisolublemente ligado al
ser humano como un ente biológico y es un proceso instintivo natural, modica-
do por patrones sociales” (p. 56). Al respecto, Reyna (2004) dice:
desdichadamente la actividad sexual de las adolescentes no va aparejada con in-
formación y educación cientíca oportuna en temas de sexualidad, salud repro-
ductiva en los derechos y responsabilidades correlativas. Las consecuencias de
esta situación son diversas y preocupantes por el aumento de uniones consensua-
les y familias precoces, infecciones de transmisión sexual, riesgo de violencia y
baja utilización de la concepción. (p. 4).
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En este mundo de excesiva velocidad todo ocurre y todo pasa sin que muchas
veces se pueda comprender la esencia de lo que sucede en realidad. El cambio es
constante y las innovaciones permanentes. En la época de la cuarta revolución,
en pleno siglo del conocimiento, en medio de una globalización voraz, que dia-
lécticamente acerca a la humanidad mientras la distancia, todo es efímero, la
substancia se ve diluida por la fuerza impetuosa de las nuevas tecnologías que
lo transforman todo, aun antes de haberse asimilado lo que es nuevo, pero que
mañana ya no lo es. Todo es y nada es al mismo tiempo. Pues en ese universo
simbólico nacen y crecen los niños y niñas de la contemporaneidad.
Es por eso que sus armaciones no extrañan, sus respuestas a las preguntas
planteadas son obvias. Cabrera et al (2013), citan:
Los estilos de vida de los jóvenes se van estructurando con los aportes de los
diferentes contextos sociales en los que desarrolla su vida cotidiana como son
la familia, la escuela, los amigos, los medios de comunicación, la iglesia, entre
otros. Como resultado, estos factores inuyen en las decisiones que los jóvenes
toman sobre sus vidas. (Calatrava, Corcuera, Irala, Osorio y Rivera, 2010, p. 11).
En consecuencia, se podría armar que las vivencias que los jóvenes experimentan
hoy con el resultado de la inserción en el mundo complejo de la sociedad actual, en
la cual se ven permeados por los procesos que ésta desarrolla en la medida de sus
transformaciones y de la introyección cultural que trae consigo la globalización,
es
decir, la transculturización del mundo contemporáneo conduce necesariamente,
por la semiótica de la cotidianidad, a una innovación en la forma de pensar, de
sentir y de actuar de los menores de edad, a tal punto que se convier
ten en testi-
gos de un mensaje libertario que anuncia una sexualidad sin límites. Como es
obvio, esto aumenta la incertidumbre de la sociedad y, necesariamente, genera la
obligación de profundizar en el comportamiento de los jóvenes para refrenar de
alguna forma constructiva el ímpetu de unas pasiones guiadas más por la esfera
vegetativa de la existencia que por la intelectiva.
Es el llamado a presentar alternativas de solución desde los procesos que se de-
sarrollan en la escuela, en las familias y en la sociedad en general, incluyendo a los
medios masivos de información, enmarcados en proyectos de investigación sobre
cuyos diagnósticos se construyan salidas favorables. De esa forma, se evitarían am-
bivalencias y contradicciones en esa búsqueda del equilibrio emocional y los jóve-
nes estarían mejor habilitados para asumir los cambios naturales de su crecimien-
to, en clave de derechos, pero también de deberes, y, seguramente, se rebajaría el
índice de embarazos en menores de edad. Campo-Arias et al (2004) establecen

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