‘En la ficción ensayamos otros caminos’: Ernesto Sábato - 23 de Junio de 2018 - El Tiempo - Noticias - VLEX 729653497

‘En la ficción ensayamos otros caminos’: Ernesto Sábato

En el prefacio de El escritor y sus fantasmas, Sábato afirma con vehemencia que el tema que más lo obsesiona es por qué y para qué escribe ficciones. La respuesta a este interrogante se ve enriquecida en la práctica, con su escritura misma y con la coherencia desgarradora que hilvana toda su obra. No existe una respuesta unilateral: aparecen variantes, estímulos de ritmo y de origen interno y externo, que no son más que las reacciones en vivo del creador ante sí mismo y ante el contorno del mundo. La vida es una sola, restringida y angustiosa, y estamos condenados a elegir un camino entre múltiples opciones. Al escoger uno, los demás quedan rezagados en el vacío, en la nada. Y esa única posibilidad es incierta, porque “nuestra visión del futuro es precaria”, siempre imprecisa. El dramatismo de Sábato es la tragedia de la humanidad tantas veces fetichizada, y decide echarse a cuestas, él solo, tan pesado fardo. Su acercamiento, lucha feroz con la realidad, tiene síntomas de catástrofe, de mártir; en lugar de la palabra peligro, prefiere el calificativo ‘superlativo’ (con exageración y duda suprema del porvenir), de ‘peligrosísimo’. ¿Qué hacer entonces? La literatura posee una salida. El autor echa mano de los otros caminos mutilados, a medio recorrer, y por una acción de la imaginación les da identidad en sus otras vidas: la literatura. Con lucidez, Sábato arriba al fondo del asunto: “En la ficción ensayamos otros caminos, lanzando al mundo esos personajes de carne y hueso, pero que apenas pertenecen al universo de los fantasmas. Entes que realizan por nosotros, y de algún modo en nosotros, destinos que la única vida nos vedó. La novela, concreta pero irreal, es la forma que el hombre ha inventado para escapar a ese acorralamiento... Esta es una de las raíces de la ficción”. Y la otra, sugiere el escritor, es la ansiedad de eternidad del hombre; su fugacidad lo conduce a crear algo que lo prolongue, y retornamos a la salvación ilusoria e impresa de las palabras: “Todo era tan frágil, tan transitorio. Escribir al menos para eso, para eternizar algo pasajero. Un amor, acaso”. Simulacros, espirales miedosas que buscan reconstruir el tiempo pasado; una imagen reveladora de la infancia, o alguna inolvidable y tormentosa pasión. Todo ello en “la petrificación de un éxtasis”. La verdadera ficción nos empuja al centro de su propio mundo, que nos separa de la realidad referencial y crea otra realidad paradójica: “¡Y sin embargo es una revelación...

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