Lo que se espera de las 'lecciones del pasado - ¿Para qué sirven las políticas de la memoria? - Libros y Revistas - VLEX 916448866

Lo que se espera de las 'lecciones del pasado

AutorSandrine Lefranc/Sarah Gensburger
Páginas11-55
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I
Lo que se espera de
las “lecciones del pasado”
En su calidad de actuan tes, los individuos se
preocuparán por manten er la impresión de que
actúan de conformid ad con las numerosas n ormas
por las cuales son juz gados ellos y sus productos.
Debido a que estas nor mas son tan numerosas y
tan profundas, l os individuos que desempeñan
el papel de actuantes hacen más hincapié que el
que podríamos imagina r en un mundo moral.
Pero, qua actuantes , los individuos no están
preocupados por el proble ma moral de cumplir
con esas normas sino con el pr oblema amoral
de construir la impre sión convincente de que
satisfacen dichas nor mas. Nuestra actividad
atañe en gran medid a, por lo tanto, a cuestiones
de índole moral, pe ro como actuantes no tenemos
una preocupación moral po r ellas. Como
actuantes somos mercaderes de la moralidad.
(Goffman, 1981, p. 137)
El desarrollo de las políticas de memoria se sustenta en la re-
armación constante de lo que se presenta como convicción:
conocer las violencias y las tragedias del pasado permitiría
¿Para qué sir ven las polític as de la memoria?
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construir en el presente sociedades pacicadas y tolerantes,
evitando así que, en el día de mañana, v uelva a producirse un
conicto violento. Toda política pública pretende desempeñar
una función sencilla (reducir las desigua ldades, luchar contra la
desocupación y educar a los ciudadanos) que le de legitimidad.
Las políticas de memoria son más ambiciosas. Tienen como
referencia lo “peor”, en el sentido de que buscan evitar un
nuevo estallido de la violencia extrema. A su vez, reivindican
un efecto directo sobre el comportamiento de los individuos,
todos los individuos, y sobre las relaciones entre unos y otros.
Cuando se aspira a fortalecer la tolerancia en las sociedades
democráticas o a generar las condiciones de coexistencia entre
enemigos en situación de posguerra, se asume que estas política s
tienen el poder de informar mentes, de conmover corazones y
de fabricar vínculos sociales. Que la evocación de los pasados
violentos permita evitar su reproducción es una convicción
que genera consenso en la sociedad francesa, tanto entre élites
dirigentes como entre simples ciudadanos, en el Estado y en
las colectividades locales. Lo mismo ocurre en otros países y
en organismos internacionales. Es lo que ha llevado a la imple-
mentación de herramientas memoriales de diversa índole, en
variados contextos. La palabra herramienta es importante, ya
que lo que prevalece es un enfoque instrumental y funcional.
Las políticas de memoria no pueden limitarse a expresar a lgo.
Deben ser ecaces, es decir, producir efectos. ¿Cuáles son los
efectos esperados?
La memoria como herramienta para
reformar la sociedad contemporánea
Muchos actores, que pretenden promover la memoria, es-
peran que las iniciativas adoptadas en su nombre difundan
Lo que se esper a de las “lecciones de l pasado”
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conocimientos sobre hechos de violencia. Esto explica la par-
ticipación de numerosos historiadores en museos, en muestras
o en comisiones que reúnen elementos de conocimiento (testi-
monios, archivos), calican acontecimientos y difunden estos
nuevos saberes y relecturas. Se ha vuelto común hablar, en las
instituciones memoriales, de “verdad” —aunque a menudo se
toma la precaución de distinguir verdades plurales (subjetiva,
social o experta, por ejemplo)—. De hecho, es el nombre de
una de las instituciones más difundidas actualmente: las co-
misiones de verdad (que a veces han sido llamadas comisiones
de reconciliación). Las políticas de memoria son, primero que
nada, políticas del conocimiento, pero ese saber nunca está
desprovisto de una función instrumental —contrariamente
al postulado del “saber por el saber”, tal como lo practican
los cientícos. El trabajo de la memoria debe contribuir al
bienestar de los actores sociales—. Se trata, por ejemplo, de
evitar los actos de venganza por par te de las víctimas o de ge-
nerar las condiciones de estabilización de un régimen político
y de una pacicación durable de las sociedades. En 2010, la
presidenta de Chile, Michelle Bachelet, inauguró en Santiago
el Museode la Memoria y de los Derechos Humanos, con el
objetivo de “rescatar y preservar la memoria relacionada con
actos atentatorios contra los derechos humanos ocurridos en
Chile, así como promover la reexión y educación sobre el
respeto a los mismos”. En el caso de Paraguay, un “Plan Na-
cional de Educación en Derechos Humanos ” fue
impulsado por el ministerio de educación y cultura de Paragu ay
y elaborado conjuntamente por varios actores instituciona-
les (y supranacionales, como Amnistía Internacional), pero
también por la Mesa de la Memoria Histórica. Sostiene: “Se
hace necesaria la apropiación de la Memoria Histórica como

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