La ética de la democracia (1888) - La democracia como forma de vida - Libros y Revistas - VLEX 850937626

La ética de la democracia (1888)

AutorJohn Dewey
Páginas25-51
La ética de La democracia (1888)*
Las contradicciones aparentes siempre requieren atención. Cuando
la contradicción es entre una forma de vida que aparentemente está
llegando a hacerse universa l y la teoría de esa forma de vida, que llega
a hacerse casi despreciable, esto resulta todavía más sorprendente.
Una contradicción de ese estilo es la que tenemos en lo que se reere
a la condición presente de la democracia: en la medida en que gana
extensión práctica en los asuntos de la sociedad cada vez es más baja
la apreciación teórica que alcanza. Aunque nunca había tenido un
respaldo tan efectivo en la vida como en el presente, ningún obser-
vador puede negar, creo yo, que sus defensores nunca habían sido tan
apologéticos ni sus detractores tan agresivos y pesimistas. Para los
defensores, el estado actua l de los asuntos es, sin duda, evidencia adi-
cional de la verdad de su posición, mientras que, aunque la mayoría
de los hombres aceptan la democracia, son cada vez menos aquellos
a quienes les gusta. La contradicción es, entonces, fácilmente expli-
cable. Pero aquellos que creen que los instintos prácticos del hombre
—como queda atestiguado en un a mplio trecho de la historia y sobre
una amplia área de la exi stencia política— no fácilmente resultan del
todo equivocados, y que en caso de conicto entre la vida práctica
* John Dewey, “e Ethi cs of Democrac y”, e Early Works of John Dew ey 1882-
1898, e d. Jo Ann Boydston, 5 vols (Carbonda le: Southern Illinois Universit y Press, 1969-
1975), 1: 227-249 (citado en adelante EW ). Fue publicado inicial mente como N.º 1, Second
Series, University of Michigan Philosophical Papers (Michiga n: Ann Arbor, Andrew & Co.:
1888), 28 págs.
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y la crítica teórica esta última es mucho más apta para ser culpable,
harán que resulte probable exigir una rev isión de la teoría. Sin entrar
en una indagación ulterior acerca de las causas de esta ruptura entre
las creencias del hombre educado y las tendencias efectivas de los
organismos políticos, quiero hacer de una de sus recientes manifes-
taciones la excusa para un examen de la concepción básica del ideal
de la democracia. Esta excusa es el destacable libro Popular Govern-
ment, de sir Henry Maine.
Este libro ofrece la exposición más adecuada y coherente que
conozco de una escuela de losofía política, la cual reposa sobre un
amplio conocimiento histórico y es el producto de un análisis agu-
do. Su examen, por lo tanto, aunque no ofrecerá una crítica de los
puntos de vista individuales de sir Henry Maine, sí nos ofrecerá los
medios para llegar a algunas conclusiones referentes a la naturaleza
fundamental de la democracia. La meticulosidad con que está cons-
truida la posición de Maine puede ser la que lo haya llevado al hecho
de que él no vea en la democracia ningún signicado histórico, nin-
guna realización de alguna idea. Para él, esta no es sino “el producto
de una serie completa de accidentes”, y sus perspectivas de futuro son
tan inciertas como breve es su pasado. Es “la más frágil e insegura”
de las formas de gobierno; y, desde su introducción, el gobierno es
más inestable de lo que lo había sido desde la época de los guar-
dias pretorianos. A juzgar por la experiencia pasada, la democracia
siempre “termina produciendo formas monstruosas y malsanas de
monarquía y aristocracia”. La descripción que hace de sus tendencias
actuales es como un sumario de lo que en su pasado hizo carrera y
como un vaticinio de lo que podríamos permitirnos espera r de su fu-
turo. “Su legislación es una expresión salvaje de libertinaje destr ucti-
vo; un arbitrario derrocamiento de todas las instituciones existentes,
seguido por un periodo más amplio en el cual sus principios ponen
n a toda actividad social y política; lo que da por resultado un ni-
vel muerto de ultraconservatismo”. De tal manera que, como Maine
mismo señala en tono oracular, “puede que no haya una desilusión
mayor que aquella de que la democracia es una forma progresista de
gobierno”. “El establecimiento de las masas en el poder es el peor
augurio para toda legislación fundada sobre la opinión cientíca”.
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