La existencia de Dios y sus diversas lecturas - - - Guillermo de Ockham, O. F. M. El nominalismo y su irrupción en la Universidad de París - Libros y Revistas - VLEX 857135934

La existencia de Dios y sus diversas lecturas

AutorDiego Alejandro Gracia Ortiz
Cargo del AutorLicenciatura en Filosofía y Letras por la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín
Páginas153-195
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CUARTA PARTE
La existencia de Dios y sus diversas lecturas
los Franciscanos, la ratio anSelmi y El argumEnto
dE juan duns scoto
Otro problema que determinó la configuración de la teología de
los siglos XI y XII, además del problema de los Universales, fue
la función que representa la dialéctica en el debate filosófico-
teológico. Si bien hubo autores que se inclinaron por la aplica-
ción de las reglas lógicas de inferencia a los problemas derivados
de los dogmas religiosos, la mayoría se opuso a tal aplicación.
El principal representante de estos últimos fue Pedro Damián
(1007-1072), quien, en su tratado Sobre la omnipresencia divina,
sostiene ante todo que la dialéctica debe someterse a la teología.
Su creencia en la omnipresencia divina lo lleva a afirmar que no
sólo los ciclos uniformes de la Naturaleza, sino también los prin-
cipios de la lógica que se aplican a los mismos hechos, dependen
por entero de la voluntad divina.
Cuando San Jerónimo subraya que aunque Dios es omnipo-
tente, no puede hacer que lo que ya fue no haya sido, como, por
ejemplo, devolverle la virginidad a una jovencita que la haya per-
dido, Pedro Damián replica que las leyes de la Naturaleza y las de
la lógica han sido establecidas por el poder divino, y que Dios no
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está sujeto a ellas, de modo que puede hacer que no haya sido lo
que ya fue, porque para él, como lo hemos visto antes, el pasado,
el presente y el futuro de nuestro estado transitorio son única-
mente presente. Por consiguiente, aunque niega la proposición
‘lo que es podría no haber sido’, sostiene, sin embargo, que Dios,
en su invariable y constante eternidad, puede hacer que lo que
ha sido no sea, por ejemplo, que Dios puede obrar de tal manera
que Roma, que fue fundada en la antigüedad, no hubiera sido
fundada (Sobre la omnipresencia divina, cap. 15). Así pues, sólo
con muchas reservas puede aplicarse la lógica humana a las cues-
tiones divinas. Esta discusión no es más que una parte del ataque
de Pedro Damián contra la dialéctica y otras disciplinas. Así, un
hombre creyente no tiene necesidad de ellas, y en cualquier caso
la filosofía debe estar al servicio de las Escrituras, como un siervo
lo está con respecto a su señor.
En esta época, así como había un marcado fideísmo, como
en el caso de Gerardo de Czanad, quien negaba toda injerencia
de la razón en los asuntos de la fe y rechazaba así la construcción
de lo que podría llamarse una teología, había igualmente un ex-
tremo racionalismo, como el de Berengario de Tours, quien pre-
tendía un acceso a las cosas mediante la razón, quitándole a la
fe sus contenidos y destruyendo así igualmente la teología. Pero
había también una tercera posición, como la de Anselmo, según
la cual el contenido revelado de la fe podía apoyarse en la razón.
Son éstas las posturas que Tomás de Aquino señala con respecto
a la demostrabilidad de la existencia de Dios: a) aquellos que no
creen que se pueda demostrar la existencia de Dios por la razón,
sino únicamente por la fe; b) aquellos que creen que se demuestra
por la mera razón; c) aquellos que,
[…] como Anselmo, opinan que la existencia de Dios es conocida
por sí misma, ya que nadie es capaz de pensar interiormente que
Dios no existe, aunque lo diga exteriormente, e inclusive aunque
pueda pensar interiormente las palabras con las cuales lo dice (De
veritate, q. 10 a 12).
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Como veremos a continuación, las ideas de Santo Tomás acer-
ca de la utilización de la razón, y del lugar que deben ocupar los
principios lógicos son, en ciertos aspectos, similares a las de Pedro
Damián y, en otros aspectos, a las de los otros grandes escolásticos
de los siglos XIII y XIV.
Anselmo (1033-1109), monje benedictino italiano, nació en
Aosta, enseñó en el monasterio francés de Bec y fue arzobispo
de Canterbury. Sus principales obras filosóficas son dos tratados
acerca de la existencia y la naturaleza de Dios (Monologium y
Proslogion), una defensa de su célebre argumento para demos-
trar la existencia de Dios provocada por la crítica que del mismo
hizo Gaunilo (Liber apologeticus) y un diálogo (De veritate). Sin
embargo, en sus obras teológicas, al igual que Ockham, se eluci-
dan muchas cuestiones filosóficas. Históricamente, ningún otro
argumento teísta ha despertado tanto interés en los filósofos mo-
dernos, sobre todo de la corriente analítica, como aquel que Kant
llamó argumento ontológico.
Sabemos por Anselmo que su propósito era construir una re-
flexión racional sobre la fe; es decir, primero tenía la iluminación
de su fe, y luego quería explicar racionalmente para sí mismo y
para sus monjes todo lo que fuera posible. En esto Anselmo he-
redaba postulados que habían sido elaborados para explicar las
relaciones entre la fe y la razón, sobre todo por Agustín. En su ar-
gumento, Anselmo se confronta al eterno problema de equilibrar
las dos maneras de conocer, que son la razón y la fe. Hay, pues, un
presupuesto de fe que parte de una experiencia de la revelación,
y se establece luego una tensión entre aquello que se daba antes
de la prueba y aquello a lo que se llega con ella, de modo que no
se caiga en un círculo vicioso, ya que aquello que se tiene en un
comienzo no es idéntico a lo que se obtiene al final, y así, gracias
a esa no identidad proposicional, no se prueba lo mismo con lo
mismo. Anselmo veía que Dios había otorgado la inteligencia
además de la razón, y que había que servirse de ellas. La razón no
avanza sola sin la fe; está acompañada por la fe y retorna sobre los
motivos humanos (filosóficos) para apoyar de manera adecuada
para el hombre la creencia que éste posee.

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