Exterioridades: la guerra partisana - Parte I. Los ríos oscuros - Guerra civil posmoderna - Libros y Revistas - VLEX 857125184

Exterioridades: la guerra partisana

AutorJorge Giraldo Ramírez
Cargo del AutorDoctor en Filosofía por la Universidad de Antioquia
Páginas99-136
99
Capítulo 3
EXTERIORIDADES:
LA GUERRA PARTISANA
Que la transformación de la guerra moderna se incubó en las gue-
rras civiles revolucionarias (nacionalistas o comunistas), es una te-
sis ampliamente aceptada. Este consenso, opacado por la miríada
de nombres e hipótesis de ubicaciones cronológicas, basta para
sostener la elección de estudiar las guerras civiles contemporáneas
a través de los fenómenos guerrillero, partisano o terrorista. Am-
bos temas se tratarán en este capítulo y en el siguiente. Nuestro
guía será Carl Schmitt, porque fue quien primero captó y tradu-
jo al lenguaje filosófico la nueva realidad que venía promovida
por el perfeccionismo político de algunos comunistas y liberales,
acompañados luego por fundamentalistas cristianos e islámicos.
Cuatro años después de publicar su Teoría del partisano,
Schmitt afirmó que su trabajo era sólo “un comienzo precario”
de una solución definitiva al reto de una teoría de la guerra par-
tisana (Schmitt y Schickel, 1967: 620). Digamos que este par de
capítulos son una precaria continuación de ese programa, con un
material empírico y analítico más vasto pero sin el genio sintético
y la prosa extática del jurista alemán. Como se verá, este trabajo
implica desarrollar nuevos argumentos alrededor de expresiones
aforísticas, casi herméticas, de Schmitt, cotejar sus apuntes con la
opinión de algunos comentaristas y proponer conclusiones dife-
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rentes que surgen de dos fuentes: la incoherencia idiosincrásica de
un pensador que se sabe en una nueva época y suspira por la vieja,
y la abrumadora multiplicación de manifestaciones, que llamaría-
mos partisanas, que hemos presenciado en las últimas décadas.
Dicho esto paso a enunciar los temas que trataré grosso modo
a lo largo de este capítulo. Partiré por establecer la afinidad entre
la guerra posmoderna y la guerra partisana a través de las especi-
ficidades de esta última como forma de guerra y de sus diferen-
cias con la guerra de guerrillas como forma de combate; luego
analizaré algunos rasgos sugeridos por Schmitt para la identifi-
cación del partisano, de los cuales la irregularidad y el compro-
miso político me servirán para completar el razonamiento sobre
la forma de guerra; el telurismo y la movilidad se discutirán en
las secciones siguientes y me darán pie para reformular los dos
tipos de partisano que encuentra Schmitt y hacer una primera
insinuación sobre las figuras de la enemistad y los tipos de guerra
que se derivarían de ellas. Apenas una insinuación, porque ésa es
la materia del capítulo siguiente.
La guerra partisana como forma de guerra
Es necesario partir de que existe una diferencia radical entre el
partisanismo y la guerra de guerrillas, entendidos como forma de
guerra y forma de combate, respectivamente. Para decirlo con las
palabras del teórico alemán, cuando el partisano era tropa ligera,
“su teoría era de la competencia de la ciencia militar. Únicamente
la guerra revolucionaria lo convirtió en una figura de la historia
universal” (Schmitt, 1966: 108). Palabras altisonantes aparte, el
giro que se trata de proponer en la interpretación es el que va de
la forma de combate a la forma de guerra.
Por supuesto, esta idea de que la guerra partisana ha pasado a
ser ya una forma de guerra y ha dejado de ser una simple técnica
militar es decisiva para nuestro estudio. Robert Taber, el perio-
dista de la bbc que cubrió la Revolución Cubana, se cercioró de
ello tan temprano como en 1965: “La distinción entre guerra de
guerrillas [guerrilla war] como técnica político-militar y como
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simple guerrillerismo [guerrilla-ism] (como aplicación de la técni-
cas de combate irregular) no es arbitraria” (Taber, 2002: 13). Una
cosa es la guerra de guerrillas como técnica militar utilizada en el
transcurso de la guerra, sirviéndose de los pobladores locales, sin
preparación profesional ni plena disposición, como ejecutores de
tareas particulares al servicio de un ejército regular; y otra, total-
mente diferente, la guerra de guerrillas como una nueva forma de
guerra desconocida en el pasado y que comparte el mismo rango
de las formas tradicionales como la guerra terrestre y la guerra
marítima. Esto implica la introducción de otro marco interpre-
tativo que se aparta radicalmente de los teóricos clausewitzianos
anteriores y posteriores a Carl Schmitt.
En virtud de la identificación de la guerra de guerrillas como
una forma de combate, toda la discusión asume la forma del ra-
zonamiento militar y el lenguaje técnico propio de las disciplinas
bélicas. Ese lenguaje usa una categoría específica a la que corres-
ponde finamente el diminutivo guerrilla: guerra pequeña.
Walter Laqueur plantea que “la teoría de la guerra peque-
ña [petite guerre] tiene sus orígenes en el siglo xvii” (Laqueur,
1997: 101), esto es, a partir de las experiencias de la Guerra de
los Treinta Años y con manifestaciones en la Guerra de Sucesión
Española y otras entre cuyas características estaban la desapa-
rición de los frentes de batalla, pues se asumía que la principal
tarea de la guerra pequeña era atacar y hostigar la retaguardia
del contrincante. En su erudita exposición, Laqueur enumera y
reseña más de una docena de tratados y escritos militares sobre
el tema durante la segunda mitad del siglo xviii, el más antiguo
de los cuales es el Traité de la petite guerre (1752) de De la Croix,
y quizá el más destacado sea The Partisan in War or the Use of
Corps of Light Troops to an Army (1789) de Andreas Emmerich.
Para esa época algunas orientaciones estaban claras: se trataba
de cuerpos de voluntarios entre los que se admitían mujeres, pa-
ra formar unidades pequeñas o ligeras en comparación con los
cuerpos de ejército, con una amplia licencia para infringir las
normas de la guerra, especialmente en casos como el secuestro
de oficiales enemigos o tareas de espionaje, aunque se incluían

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