Fernando Vallejo, en tinta roja - 10 de Octubre de 2021 - El Tiempo - Noticias - VLEX 876703256

Fernando Vallejo, en tinta roja

Dos libros ha escrito Fernando Vallejo a lo largo de su trayectoria: el de su vida y el de sus muertos. El primero lo conocemos sus lectores: está compuesto por las autobiografías que empiezan con Los días azules (1985) y siguen con las demás novelas de la pentalogía El río del tiempo (1985-1993), y que se extienden en cada una de sus obras, anteriores o posteriores: biografías, ensayos, discursos y principalmente novelas. El segundo libro, desconocido por el público -y con características de cuaderno de apuntes o de artista-, es una libreta en la que el escritor, en orden alfabético, apunta el nombre de personas muertas con el único requisito de haberlas visto vivas, así sea de lejos. En esta libreta figuran, igualados por la muerte, papas, poetas, actrices famosas, personas del común o de su círculo personal. En su más reciente libro, Escombros (Alfaguara), Vallejo se pregunta si esa libreta terminará con el nombre del autor "un poco antes de que se pegue un tiro en el corazón". "En ese caso -sigue- segundos antes me escribo después de los de la zeta, pero con tinta roja para distinguirme del resto, que va en negro, cerrando con broche de oro mi obra magna". El narrador de esta novela, Fernando, se dedica con insistencia a observar su fin. No escribe como si el final -su muerte- estuviera cerca, más bien declarando que el fin ya es: su escritura recoge los pedazos -los escombros- de esa vida acabada. Lo que podría ser un libro sobre la muerte de David, su pareja durante su exilio en México antes de regresar a Medellín después de 50 años de vida juntos, o sobre el terremoto en México que antecedió a la muerte de David y su regreso a Colombia, es un texto sobre todo lo anterior y todo lo que ya ha escrito en otros; sumado a su presente en Medellín, a la pandemia a la que solo llama "peste", a sus "desfallecidas fuerzas de anciano semidecrépito" que lo llevan a preguntarse "¿cómo puedo estar escribiendo este libro?" y responderse "Milagros del Señor". Leerlo es acercarse a un nuevo testimonio de una literatura que en cada publicación es rabiosamente testimonial. Pero quienes quieran volver a la potencia poética de El desbarrancadero (2001) -novela sobre la destrucción de una casa, de un país y el dolor de acompañar a morir a un hermano-, o repetir la cadencia de Los días azules -plegaria tan tierna como desenfadada sobre la infancia-, no lo encontrarán. Vallejo se repite (como dice Thomas Bernhard que hace el genio), pero cambia. Y al...

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