Procreación y filiación - Sección segunda - Derecho Civil. Derecho de familia - Libros y Revistas - VLEX 377143270

Procreación y filiación

AutorJuan Enrique Medina Pabón
Páginas361-369

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225. Reproducción de la especie

Para un sabio de la antigüedad, e incluso para un sujeto corriente de esa época, la reproducción se debía a que el varón depositaba su esperma en el vientre femenino para que allí se produjera y madurara un nuevo individuo. Los filósofos naturales discutían si la mujer aportaba algún elemento que, unido al del hombre, permitía la generación de la criatura o ella se limitaba a proporcionar la materia, los nutrientes y demás elementos que requiere para desarrollarse.1 También era tema de discusión el momento en que esa criatura adquiría el alma inmortal que la distingue como humana y, por tanto, era un ser individual distinto de sus progenitores.2

Pero la procreación era, para todos ellos, simplemente la consecuencia de una relación íntima entre hombre y mujer que, de ser fructífera, llevaría a esta última a sufrir unos cambios biológicos, como la detención del período menstrual, y a desarrollar en la parte inferior de su abdomen un abultamiento donde se aloja el nuevo ser que crece por un período cuya duración promedio es de nueve meses, al término del cual es expulsado para continuar en el exterior su vida independiente. No dejaban de presentarse, claro, algunas circunstancias que empañaban en algo ese nítido esquema, como el hecho de que unas veces el embarazo durara más o menos tiempo del promedio, o se interrumpiera natural o accidentalmente, ocasionando la muerte de la criatura, pero son situaciones especiales que no destruyen el principio.

Ese era un planteamiento satisfactorio para la ciencia del momento y tenía por fuerza que serlo para el Derecho que, tomando como base las observaciones de los estudiosos, se limitaba a formular algunos principios generales

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sobre el tema de la reproducción, especialmente para establecer cuándo había ocurrido la gestación y sus consecuencias.

El problema más serio era, sin duda, determinar cuál fue el varón que contribuyó a la generación de la nueva vida, por razón de la discreción que rodea esta clase de relaciones; pero, como ya vimos, existe una tendencia de los seres humanos a formar parejas temporales o permanentes, pero excluyentes, que permiten establecer con razonable precisión el individuo masculino de quien procede una criatura dada. Para paliar la dificultad, el sistema jurídico social decidió rechazar las relaciones sexuales indiscriminadas3 y establecer un sistema matrimonial público que confiriera legitimidad al trato íntimo que se realiza entre sujetos aptos para reproducirse y promoviera la fidelidad, lo que facilita, en la medida de lo posible, la identificación del progenitor masculino de una criatura.

En cuanto a la duración del período de gestación, las reglas de Derecho señalaron los límites máximos y mínimos, de modo que de la época del nacimiento podíamos establecer la ocurrencia de la concepción y permitir de esa manera conocer quién es el padre de la criatura. Como rara vez se presentaba un embarazo humano viable que tardara más de diez meses o menos de seis meses, era obvio sostener que la concepción de alguien siempre se había realizado en el lapso de cuatro meses que hay entre uno y otro extremo de duración de la gestación.

Pero desde mediados del siglo XVII cuando se iniciaron los estudios sistemáticos de la anatomía humana en cadáveres y en seres vivos, especialmente a partir del descubrimiento del microscopio -alrededor de 1660-, se fue haciendo claridad sobre cómo tenía lugar la reproducción humana. Se identificaron en el semen los gametos masculinos o espermatozoides que nadaban en una sustancia líquida nutriente; se hallaron los gametos femeninos u óvulos y se comprendió la forma como se unían para formar una nueva célula que se multiplicaba, inicialmente de una manera idéntica -fase de mórula- y luego especializando las células para desarrollar los tejidos y órganos del nuevo ser

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-fase de embrión. De manera precisa se conoció lo que sucedía desde el momento en que un óvulo fecundado se implantaba en el útero femenino hasta el momento en que, ya desarrollado, salía del cuerpo materno para continuar su vida autónoma.

Más tarde los científicos pudieron identificar en el núcleo de las células de los organismos vivos las cuatro moléculas de ácido desoxirribonucleico, agrupadas en grandes estructuras...

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