Gobiernos, modernidad y producción escrita en Colombia (1880-1930): la escritura como terreno común de los antagonismos. - Vol. 26 Núm. 2, Julio 2014 - Revista Desafíos - Libros y Revistas - VLEX 557921750

Gobiernos, modernidad y producción escrita en Colombia (1880-1930): la escritura como terreno común de los antagonismos.

AutorArturo L
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Páginas43(29)

Governments, Modernity and Written Production in Colombia (1880-1930): Writing as a Common Space of Antagonisms

Governos, modernidade e produgao escrita na Colombia (1880-1930): a escritura como terreno comum dos antagonismos

¿Cuál es la causa de que un actor se defina a base de pruebas? Simplemente, que no existe ningún modo de definir a un actor como no sea a través de la observación de sus actos.

Bruno Latour

La escritura subordinada a la administración pública

La actividad intelectual colombiana entre 1880 y 1930 tuvo aspectos en común con la que se realiza en la actualidad. En aquel entonces --como hoy--quienes la llevaban a cabo se reconocían por sus producciones escritas en publicaciones seriadas y volúmenes independientes; por su intercambio con pares en el país y fuera de este, mediante la correspondencia y la lectura de lo que publicaban; por su participación activa en conversaciones informales y eventos públicos; en muchos casos, por su acceso a la educación superior, la cual desempeñaba un papel importante--aunque no tanto como en la actualidad--para ser reconocido como un "escritor". No pocos de quienes alcanzaron dicho reconocimiento hicieron esfuerzos por ir al exterior y aprender otras lenguas; ambas cosas les ayudaban en la consolidación de una imagen pública y les aportaban información de primera mano sobre la actividad intelectual internacional--la posesión de esta información era, sin duda, un factor que también elevaba el prestigio entre los pares--.

En aquel entonces un escritor debía sentar posición sobre cuestiones de la vida nacional a través de medios como la prensa. También, dar apoyo a sus copartidarios, participar en los diferentes comicios para ocupar cargos de elección popular o atender el llamado de los administradores públicos de turno para hacer parte del gobierno. Ellos, incluso, hacían proselitismo en las cátedras que tenían a cargo, pues era común que estas dependieran de compromisos con quienes hacían parte del gobierno. (1)

Esa presencia diversa en la vida pública fue determinante para ser reconocido como escritor en buena parte de la historia del actual territorio colombiano. De hecho, ser escritor fue muchas veces importante si se quería participar de la vida pública, por ello Gilberto Loaiza Cano afirma:

Una ojeada a nuestra historia de la literatura revela que esa historia tiene vínculos a menudo muy directos con lo político: muchas generaciones de creadores literarios están asociadas con procesos políticos, muchos escritores han tenido un recorrido político en alguna parte de sus trayectorias, y sus obras han sido y serán, de una u otra manera, fuente para reconstruir el paisaje de la vida pública en algún segmento histórico (Pérez Benavides y Hering Torres, 2012, p. 349).

Según Gonzalo Sánchez, en Colombia se puede hablar de la existencia de este tipo de escritores a partir del "proceso de diferenciación de la intelectualidad nativa--el intelectual patriota--que había iniciado desde los tiempos de las reformas borbónicas y de la Revolución Comunera [1781]... [y] se fortaleció con el movimiento de la Expedición Botánica [el cual duró alrededor de treinta años a partir de 1783]" (Sánchez Gómez, Pécaut y Uricoechea, 2003, p. 58). Durante la vida republicana, la consolidación del grupo social dedicado a las actividades intelectuales continuó con las reformas universitarias de Francisco de Paula Santander (en los años veinte del siglo xix), la introducción y los debates en torno al benthamismo (proceso intermitente que inicia en 1824 y termina alrededor de 1870), la Comisión Corográfica (a cargo de Agustín Codazzi entre 1850 y 1859), y la fundación de la Universidad Nacional (1868).

Durante los gobiernos que van de 1880 a 1930, este desarrollo se habría visto afectado por la restitución a la Iglesia católica de muchos de los privilegios perdidos durante las reformas de mitad de siglo. (2) Concretamente, en 1887 el gobierno colombiano puso en marcha un pacto con dicha iglesia conocido como el Concordato. Allí, además de devolvérsele a ella la orientación de la educación pública se le concedió la autoridad para limitar la circulación de escritos y doctrinas a partir de lo indicado por el Vaticano en documentos como el Sillabus (1864) o las encíclicas Quanta cura (1864) y Aeterni Patris (1879). Por todo ello, por los vínculos con el conservadurismo colombiano de la mayoría de los presidentes del periodo y porque se subrayan las políticas de mano dura de los gobiernos de esos años, una larga tradición define este periodo como conservador y lo divide en dos etapas. Por comodidad y para precisar una no muy clara convención historiográfica, en adelante esas etapas se identificarán así: la primera etapa, que termina en 1899, es la Regeneración; la segunda, que oficialmente comienza en 1903, es la hegemonía conservadora. Al periodo en su conjunto se le dirá república conservadora:

La Regeneración, y a la larga la República Conservadora, significaban por consiguiente una incuestionable interrupción en el proceso de acercamiento al mundo experimental que se había iniciado desde los tiempos de Mutis y de Caldas [en las postrimerías del periodo colonial y aún después de 1810], y reafirmaban una característica disociación, la de la modernización económica y política, por un lado y tradicionalismo cultural, por el otro. Saberes exegéticos (gramática y derecho), pasado hispánico y estructuras clericales, conformaban el sustrato básico de las jerarquías y el poder en la sociedad finisecular (Sánchez Gómez, Pécaut y Uricoechea, 2003, p. 63).

Durante la República Conservadora, aquellos quienes se dedicaron a la actividad intelectual fundamentaron y legitimaron los diversos gobiernos, hicieron defensas de las medidas tomadas por ellos o contestaron los múltiples ataques que sufrieron sus copartidarios, el partido al que estaban afiliados o la administración de turno. Por ello se afirma que en este periodo de administraciones conservadoras la producción escrita habría estado, exclusivamente, al servicio de la acción de los gobernantes, en particular cuando, como era común, los dos roles eran desempeñados por la misma persona.

La situación volvería a cambiar en 1930 con el comienzo de la República Liberal (1930-1946), una serie de gobiernos liberales considerada por lo regular la causa de la aceleración de los procesos de crecimiento económico, fortalecimiento social y maduración cultural de Colombia (entre esos procesos se cuenta la profesionalización de la actividad intelectual). (3) Durante este periodo los saberes, en general, y las ciencias sociales, en particular, habrían sido empleados en el ejercicio de gobierno con el fin de identificar y resolver problemas concretos de la vida nacional. (4) Así, su función se habría enfocado no tanto en cuestiones ideológicas--como ocurriera en el periodo anterior--, sino en asuntos administrativos.

Según lo anterior, durante República Liberal se operó una transformación en la vida intelectual a través de la utilización novedosa de los diversos saberes: ya no se usarían más tiempo, o al menos ya no solamente, para dar prestigio a las élites, para mantener unos privilegios que habrían permanecido desde tiempos coloniales, para defender la jerarquía eclesiástica y su pretensión de mantener su poder temporal sobre los ciudadanos; en síntesis, el saber ya no se reduciría a un simple utensilio para la perpetuación de un grupo en el poder, como--si se sigue la común afirmación de la literatura sobre el tema--habría ocurrido con una regularidad aplastante y sin ninguna otra finalidad durante la Regeneración y la Hegemonía Conservadora.

La historiografía sobre Colombia que directa o indirectamente se ha ocupado de comprender la historia de la actividad intelectual en este país tiende a concentrase en el tipo de servicio que quienes la ejercían les prestaron a la administración pública, a las élites económicas y otros grupos privilegiados de los cuales ellos eran parte. (5) Tales intentos muestran con claridad la transformación del oficio de escritor (Sánchez, 1998, pp. 115-138; Urrego Ardila, 2002) y, además, explican por qué 1930 es el año con el que convencionalmente se inicia la historia de la actividad profesional y el punto en el que comenzarían a producirse los primeros documentos de carácter científico con algún reconocimiento por los académicos contemporáneos (Sierra Mejía, 1985; Jaramillo Vélez, 1998; Gil Olivera y Ortiz Rivas, 2008). Entre 1880 y 1930 habría muy poco o nada que decir más allá de este servicio, y aunque no obstante muchos documentos pueden probar esta afirmación, ella entraña algunos problemas.

Por un lado, se ocultan aspectos importantes de la obra que se quiere comprender cuando, como primer requisito del análisis, se parte de la ubicación de su autor dentro de una administración y un partido político. Primero, porque este procedimiento exige pensar las relaciones de los escritores y los gobernantes como un dato fundamental en la lectura de los textos producidos por los primeros y, segundo, porque reduce la importancia de los textos a dicha relación y a su utilidad. Estas dos condiciones resultan problemáticas, porque en el periodo de interés, de entre las múltiples acciones características de quienes se dedicaban a actividades intelectuales (tertulias, correspondencia, orientación a gobernantes, ejercicio en cargos públicos, lectura y educación formal), solo la escritura les daba la visibilidad y el reconocimiento público entre los lectores, en general, y entre sus pares, en particular. Es decir, ella desempeñaba un papel tan importante que no parece legítimo reducirla a sus relaciones con los gobiernos de turno. Además, concentrarse en los servicios que los escritores les prestaban a estos últimos, aun si el objetivo es dar cuenta de las relaciones con los administradores públicos de turno, es insuficiente, pues si en cuanto parte de los grupos en el gobierno se está en una posición ventajosa, ¿para qué...

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