Grupo Rayco - Parte 3. Testimonios destacados de sociedades de familia - Empresas de familia. Estrategias de éxito y permanencia - Libros y Revistas - VLEX 341430882

Grupo Rayco

AutorRafael Ardila Duarte
Páginas173-182
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Grupo Rayco
Rafael Ardila Duarte
Cabe progresar cuando se piensa en grande, y es posible avanzar cuando se mira
lejos. Los valores de la Organización Rayco no son distintos a los que la ma-
yoría de los entes empresariales tienen, el éxito del servicio, la honestidad, un
poco la responsabilidad, la tolerancia y el compañerismo.
Somos un poco más de mil personas contratadas directamente por la
organización, 1.080 personas que buscamos que sean éticas, leales, con valo-
res sociales, con una formación integral, un trabajo en equipo, un sentido de
pertenencia y pertinencia; un compromiso con la organización, una motivación
e interés por el trabajo y el crecimiento en lo personal y en lo laboral.
En cuanto al nacimiento de la organización, debo decir que vengo de
una familia de once hermanos. Soy el noveno y coordino y dirijo la organiza-
ción empresarial de los Ardila Duarte. En 1975 me fui a vivir a Bucaramanga,
donde en asocio con un cuñado cree mi propio negocio, una sociedad que no
prosperó ni en lo económico ni en lo familiar; tampoco es ya mi cuñado. Me
enamoré de la vecina del frente en épocas en que la premura en el matrimonio
se daba más por otras cosas que como se dan o se toman hoy las decisiones
de casamiento. A los seis meses le pedí matrimonio y me preguntó que de qué
íbamos a vivir. Mi respuesta natural fue: “del negocio con mi cuñado”, con el
que me ganaba 8.000 pesos.
Tomamos la decisión de hablar con los suegros. Ocho días antes de
casarnos, cuando habíamos roto hacía un mes la sociedad con mi cuñado, mi
suegro me invitó a su of‌icina, quería que le contara, por simple curiosidad, de
qué íbamos a vivir. Lo tranquilicé, pues en mis planes no estaba el dejar morir
de hambre a su hija. Para entonces yo tenía 23 años; Nancy, 20, y estudiaba
en la Universidad Industrial de Santander. Él me manifestó que estaba com-
pletamente seguro que eso no iba a pasar, pero tenía la curiosidad de saberlo.
Le dije que tenía un trabajo en la Cámara de Comercio y en el Idema, que me
iban a pagar 10.500 pesos y que cuando llegara de la luna de miel decidía cuál
de los dos escogía.

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