La Guerra de los Mil Días y el Sagrado Corazón de Jesús: de la insurrección a la resurrección - Memoria - Guerras civiles colombianas. Negociación, regulación y memoria - Libros y Revistas - VLEX 850936990

La Guerra de los Mil Días y el Sagrado Corazón de Jesús: de la insurrección a la resurrección

AutorVíctor Guerrero Apráez
Páginas247-271
La Guerra de los Mil Días y el Sagrado
Corazón de Jesús: de la insurrección
a la resurrección
Desde la protesta inextinguible de Antígona contra la negativa de la autori-
dad a permitir el entierro de su hermano Polinices, ca ído ante las puertas de
Tebas en lucha fratricida con Eteocles, la memoria de los muertos de la gue-
rra y los medios empleados para perpetuarla o abolirla han sido un topos en
la cultura de Occidente. La erección de monumentos funerarios, el culto de
los restos ubicados en los lugares de reposo y la recordación en cenotaos y
sepulcros tuvo siempre un carácter estricta mente individual. Fue a partir de
la Revolución francesa que el recuerdo de los muertos en los episodios bélicos
se democratizó, bajo la forma de monumentos colectivos de recordación.
Obeliscos, zócalos, a ltares, cubos, plazas fueron los nuevos testimonios ar-
quitectónicos del profundo cambio en la recordación social, extendida ahora
a los hijos de la nación en su conjunto, quienes habían ofrendado sus vidas
en su defensa. En el centro mismo de ese amplio arsenal de tran sferencias de
sacralidad, que las revoluciones burguesas pusieron en juego para proveerse
a sí mismas de una legitimidad esquiva p or su propia radicalidad en la ar-
mación de nuevos principios, la apelación a dichas formas arquitectónicas
fue un gesto para serv irse de referentes simbólicos aún más arraigados en el
pasado: los obeliscos egipcios traídos por Napoleón como trofeos para con-
memorar sus triunfos pasaron a ser también los garantes de la in mortalidad
de su recuerdo y el de los hombres perecederos bajo su mando.
No deja de ser una singular y reveladora convergencia temporal que
esta transformación de la arquitectura memoria lista se haya acompañado del
surgimiento de los primeros zoológicos o parques de animales, que a su tu rno
enriquecieron los paisajes urbanos de las grandes capitales europea s. Modu-
laciones ambas de la biopolítica moderna, el salvar de las garr as del olvido a
quienes los vivos debían su condición presente fue el gesto correspondiente
al acercamiento del orden infrahumano, encarnado en las bestias salvajes
y exóticas, al epicentro mismo de la comunidad nacional (Derrida, 2009,
pp. 278 y ss.). Mientras aquellos aludían a la inestable y perecedera condición
de la vida humana, estos procura ron una llamada a su perennidad simbólica.
248 |
Guerras civi les colombianas
La novedad y extensión de la irrupción de monumentos de memoria en el
paisaje de la época fue de tal i ntensidad que un historiador como Reinhardt
Koselleck sostiene que tales construcciones constituyen una signatura visual
propia de la Modernidad, uno de los emblemas visibles de nuestra contem-
poraneidad (Koselleck, 1996, p. 85).
Durante el largo siglo de las revoluciones, se erigieron monumentos
funerarios de recordación a los caídos en las múltiples contiendas armadas
suscitadas entre las naciones, pero también a los héroes populares y anóni-
mos de los levantamientos insurreccionales. Los caídos en la Revolución de
Julio de 1830 obtuvieron su respectiva consagración arquitectónica en París
y Bruselas, mientras que a sus sucesores en la fall ida revolución alemana de
1848, el Vormärz, las rígidas autoridades germanas les negaron tal preten-
sión, que se limitó a los funcionarios muertos en cumplimiento de su deber.
La cuestión de recordar a los muertos en batallas llegó a ocupar un puesto
tan destacado en las agendas públicas que alg uien como Giraud propuso en
Francia la construcción de un cementerio-fábrica, donde los huesos de los
caídos pudieran convertirse de inmediato en escudos o placas pa ra portarse
individualmente, fusionando en un mismo objeto al muerto y su símbo-
lo material de recordación. Al término de la sangrienta guerra civil de los
Estados Unidos fue autorizada y prohijada por el Gobierno del norte la con-
sagración de camposantos, donde las lápidas exhibieran el nombre de los
integrantes muertos. Esta medida no tuvo equivalente entre los caídos de la
Confederación del sur, donde, por el contrario, se impidió tal procedim iento
nemotécnico; ello no fue óbice para que se erigieran monumentos a gene-
rales sureños como Robert Lee y Jackson, o que se celebraran aniversarios
de batallas que les habían sido favorables. Alemania erigió un sin número de
monumentos a los caídos en su Guerra de Unicación de 1866 contra Austria
y en la Guerra franco-prusiana de 1870, que diera nacimiento a la Dinastía
de los Hohenzollern.
En el ámbito de las guerras civiles, c uya gravedad y peculiar naturalez a
ya los griegos habían enfatizado mediante un tratamiento lingüístico que
diferenciaba claramente la confrontación exterior de la interna, mediante la
designación del pólemos y stasis, la recordación de las atrocidades cometidas
se tiñe de problemáticas más complejas, en relación con aquella encaminada
tan solo a exaltar el va lor o la heroicidad de los combatientes natales. Puede
considerarse el surgimiento de la cuestión de la memoria en Occidente a
partir de la exper iencia ateniense en las postrimerías del siglo a. C., cu ando

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR