La helicicultura en Colombia: reforma normativa y rezago productivo - Núm. 64, Junio 2017 - Apuntes del CENES - Libros y Revistas - VLEX 691325261

La helicicultura en Colombia: reforma normativa y rezago productivo

AutorLeydy Evonne Lopez Palechor, Elizabeth del Socorro Ruano Ibarra, Marlon Vinicius Brisola
CargoMagister en Agronegocios y Administradora de Empresas/Doctora en Ciencias Sociales. Profesora visitante del Departamento de Estudios Latino Americanos (ELA) de la Universidad de Brasilia, Brasil/Doctor en Ciencias Sociales. Profesor adjunto en Programa de Posgrado en Agronegocios de la Universidad de Brasilia
Introducción

Este trabajo presenta un aparte analítico de la investigación titulada “Análisis histórico comparativo de la helicicultura en Colombia” (Palechor, 2016). Como hilo conductor se retoma el debate académico en torno de la complementariedad entre los factores normativos (North, 1994; Azevedo, 2000) y la dimensión asociativa en el fortalecimiento de sectores productivos agroindustriales (Berdegué, 2001; Lozano, 2010; Solarte, 2011; Bedregal, 2014) con potencial exportador en América Latina. La perspectiva histórica comparativa (Mahoney & Reuschmeyer, 2006) se mostró eficaz para evidenciar los cambios en la normatividad colombiana, en contraste con la disminución del volumen exportable helicícola identificada por Pinzón, Baracaldo y Ardila (2014).

En las últimas décadas del siglo XX, en algunos países de América Latina –Argentina, Chile y Perú–, la helicicultura o producción de caracol comestible (Helix aspersa) se tornó un segmento productivo orientado a la exportación. La carne de caracol es tradicionalmente consumida en países europeos, el principal consumidor es Francia con una demanda anual de sesenta mil toneladas, que representan un consumo medio anual de un kilogramo por persona. De este estimado, ese país importa aproximadamente el 20 %. Se suman a esta demanda Italia, España, Alemania, Suiza, además de Japón y Estados Unidos, cuya producción nacional no es suficiente para atender su consumo interno (Proaño, Lema & Valverde, 2006).

En 1972, Proexport1, en alianza con helicicultores franceses independientes, lideró un estudio de factibilidad para la exportación de carne de caracol. Ese estudio realizado para la Sabana de Bogotá se ubicó como el marco gubernamental de promoción a la helicicultura en Colombia. Adicionalmente, la demanda de carne de caracol en Europa fue difundida como una oportunidad de negocio para los productores colombianos, principalmente en diferentes espacios promovidos por intermediarios agropecuarios (entrevista vía internet con Zambrano, J., 2015). A pesar del carácter informal y tímido del incentivo a la producción helicícola, se crearon varios polos de difusión e incentivo a la producción en diferentes regiones del país. En ese inicio, la producción helicícola fue liderada por agricultores que poseían pequeñas extensiones de tierra, algunas de ellas en sistema de policultivos y gestionadas por mano de obra familiar (Pérez, Madrigal & Rodríguez, 2011).

La divulgación de la helicicultura en Colombia se presentó como una alternativa de diversificación productiva adecuada a las condiciones de unidades productivas de pequeño porte que son predominantes en el ámbito rural colombiano. Además, las condiciones de calidad de clima y suelos eran favorables a la producción de carne de caracol para exportación. Ese nuevo producto diferenciado buscaría posicionarse en nichos de mercado de alimentación saludable, ofreciendo carne de fácil digestión con menos contenido de grasa, más proteínas y nutrientes (Delgado, Salazar & Arrubla, 2009).

En 2015, la helicicultura surgió como sector productivo relevante en el ámbito de definición de una investigación orientada al ámbito rural del Cauca (Palechor, 2016). Esa información llamó la atención, porque no había sido referida en los ejercicios participativos de priorización productiva del Cauca, realizados desde la década de 19902. Sin embargo, la helicicultura fue defendida como una actividad productiva diferenciada con potencial exportador y adecuada a la baja tecnificación, a la incipiente disponibilidad de mano de obra y al restricto acceso a mercados, aspectos comunes enfrentados por los productores rurales de carácter minifundista del Cauca.

Ese contexto motivó la investigación que dio origen a este artículo. En una primera etapa se buscó identificar datos sobre la producción helicícola en los Censos Agropecuarios Municipales del Cauca. Ante la inexistencia de información, y entendiendo las limitaciones documentales de esas entidades, se buscó sin éxito, información en el Ministerio de Agricultura y Proexport, instancias gubernamentales del orden nacional. Ante esa carencia de datos oficiales sobre la helicicultura en Colombia se enfatizó la búsqueda bibliográfica, la cual permitió acceder a literatura mayoritariamente monográfica y aún no publicada3.

Esa literatura sobre la helicicultura en Colombia4 identificó una variación negativa significativa de las exportaciones de carne de caracol comestible entre los años de 2007 a 2012 en Colombia. Sin embargo, se constató que el volumen de exportaciones en cuestión es de moluscos y que no existe una partida arancelaria exclusiva para el caracol terrestre Helix aspersa. Por otro lado, esos autores relativizaron el importante desarrollo normativo producido entre 1993 hasta 2014, el cual se torna relevante para comprender las narrativas que defienden la existencia de la helicicultura en el país.

Frente a ese panorama investigativo, este artículo presenta un análisis que contrasta la bibliografía de referencia, el análisis documental de las normas que impactaron el contexto institucional de la helicicultura colombiana y los datos empíricos obtenidos mediante la aplicación de un cuestionario a veinte especialistas colombianos, entre ellos productores y técnicos de instituciones gubernamentales y privadas. El recorte temporal abordado en la investigación comprende dos décadas, desde 1993 hasta 2014. En ese período se identificaron referencias empíricas sobre normas que entraron en vigor, indicadores de productividad o existencia de las asociaciones de helicicultores.

Helicicultura: revisión bibliográfica

La carne de caracol se posicionó en el siglo XIX, durante la hambruna provocada por la Revolución francesa, y posteriormente su consumo se expandió por toda Europa (Ospina & Moreno, 2007). Registros arqueológicos confirman que el consumo de caracol se reporta al paleolítico (Fujimoto, 2006). Como actividad agrícola, reproducción en ciclo biológico completo de caracoles comestibles, se originaría en Grecia y Roma (Hinojosa, 2012). Según Vieira (1984), el primer parque helicícola fue creado en Tarquemia (Roma) como producto exclusivo para la nobleza. Dicha carne es baja en grasas, calorías y colesterol, y posee un valor nutricional elevado. Sin embargo, por su elasticidad es difícil de digerir (Monje & Gutéerrez, 2007).

A partir del inicio del siglo XX se reportó un incremento constante de la demanda por carne de caracol (Rodrigues, 1991). De acuerdo con Sastre (2006), el consumo anual alcanzó las 60.000 toneladas en Francia, 35. 000 en España y 32.000 para Italia. Según Proaño, Lema y Valverde (2006), entre 1994 y 2005 se consumieron 300.000 toneladas anuales de carne de caracol. En ese total, Europa representó el 86 %, Asia el 12 % y América del Norte el 2 %. Ese contexto incentivó la expansión de criaderos abiertos de caracol en ciclo completo, situación que produjo altos índices de mortalidad. La bibliografía consultada no reportó las causas directas o indirectas de ese fenómeno.

Posteriormente se identificó que, aunque ese sistema abierto de producción demandaba menor inversión en instalaciones, generaba importantes costos en lo relacionado con el control de malezas y predadores, aspectos que pueden explicar la mortalidad antes referida. Como respuesta surgieron prácticas de control de enfermedades, condiciones ambientales, técnicas de reproducción y optimización de los tipos de alimentación (Rodrigues, 1991). Países como Francia, Alemania, Italia y España reportaron experimentos sobre la biología de los moluscos comestibles, sin embargo, los altos índices de mortalidad persistieron como impactos de ese tipo de criadero.

Se implementó en adelante el sistema cerrado, el cual implica procesos de control de temperatura y humedad, en mesas verticalmente localizadas. Los controles sanitarios y alimenticios son fuertes y estrictos para minimizar el riesgo de enfermedades. Entre las potencialidades de este sistema se destacan los altos rendimientos, pero su inversión financiera es alta, principalmente con relación a la infraestructura y mano de obra. Por ese motivo, algunos productores optan por el sistema mixto, el cual adopta en las primeras etapas del ciclo productivo el uso de campos abiertos y el trasladado a campos cerrados para la etapa final (Proaño et al., 2006).

En América Latina, Argentina, desde 1994, y Perú, desde 1998, exportan aproximadamente 100 toneladas anuales de carne de caracol. Chile comenzó a exportar en el año 2002, este país cuenta con incentivos del gobierno, que gestionó un acuerdo económico con la Unión Europea, el cual representa beneficios en los precios. Su producción es reconocida por la calidad; sin embargo tiene dificultades en cuanto al volumen, ya que solo alcanza aproximadamente 400 kilogramos por año. Países como Colombia, Ecuador, México y Uruguay son considerados pequeños exportadores (Proaño et al., 2006). En Europa, Francia reúne el mayor número de empresas dedicadas al cultivo de caracol (Niño & Torres, 2013).

En Colombia, la helicicultura es incipiente, el país cuenta con viabilidad...

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