Independencia y construcción del Estado en Chile: nacimiento, auge y caída del modelo liberal oligárquico tardío
| Autor | Luis Pacheco Pastene/María Antonieta Huerta Malbrán |
| Páginas | 79-130 |
Capítulo II
Independencia y construcción del Estado en
Chile: nacimiento, auge y caída del modelo liberal
oligárquico tardío
El Chile independiente y sus conflictos
La independencia no solo significó para Chile salirse de un ordenamiento dado
por la metrópoli hispana, sino también el comienzo de un nuevo orden que su-
pera los parámetros administrativos y económicos e involucra una nueva con-
cepción del mundo, de lo político y de lo cultural, en su acepción más amplia.
Desde este punto de vista, podríamos decir que la etapa global de la cristiandad,
en lo más sustantivo de sus aspectos políticos y socioculturales, así como de su
expresión más profunda de sociedad cohesionada por un modelo político-reli-
gioso, queda agotada o, si se quiere, en crisis con el hecho de la independencia;
sin embargo, se debe reconocer que muchos de sus valores y formas seguirán
necesariamente subsistiendo y proyectándose. Se da claramente lo que en his-
toria se entiende por discontinuidad, que se refiere a un rompimiento y una
crisis y, a la vez, una continuidad, es decir, la proyección de valores y formas
socioculturales en una nueva dimensión y un renovado proyecto histórico.
Al referirnos a las crisis del aparato colonial, estamos hablando también de
la forma como esta se proyecta en la construcción del nuevo Estado, de lo que sig-
nifica realmente el desplazamiento de los españoles por los criollos, tanto en la
administración del Estado como en la dirección de la Iglesia nacional. Para Chile,
como para América Latina en general, la nueva vida independiente significa
también entrar en la esfera de un nuevo centro de hegemonía internacional que
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la revolución en lo económico, político, científico y tecnológico había puesto a
Inglaterra a la cabeza del mundo occidental.
Conocido es el rol de Inglaterra en casi todo el siglo xix, principalmente
en la perspectiva de lo que se conoce como pacto neocolonial: vendía a sus co-
lonias productos manufacturados mientras que estas aportaban las materias
primas, con los precios fijados por la metrópolis y con mercados para su co-
mercialización. Liberados políticamente de España, la falta de estructuras de
reemplazo llevará a los países latinoamericanos a alinearse en la hegemonía del
nuevo pacto, encabezado por Inglaterra y robustecido también por el creci-
miento como potencias de los países de Europa continental y de Estados Uni-
dos, que al finalizar el siglo habrá igualado —y al poco andar sobrepasado— a
Inglaterra en el predominio sobre la economía mundial.
La misma organización del Imperio español hace que este nuevo linea-
miento enfrente menos resistencia por parte de los nuevos países. El estado de
desvinculación en que España mantiene a sus colonias, su lejanía del desarro-
llo capitalista, el control monopólico sobre las colonias, la explotación de tipo
monoproductora, con predominio de la plata y el oro en la minería, facilitarán
la nueva hegemonía organizativa del pacto neocolonial. La actitud extranjeri-
zante de las oligarquías criollas, también presente en el caso chileno, facilita
esta incorporación al sistema. Pero ya hemos afirmado que las condiciones
históricas no posibilitaban una salida distinta para las nacientes repúblicas.
Esta crisis de organización y de incorporación a un nuevo orden interna-
cional también afecta a la Iglesia, que se ve sacudida no solo por las dificulta-
des de una organización interna nueva, sino también por los acontecimientos
internacionales, sobre todo los de sentido revolucionario e ideológico, que
afectarán las formas de expresión y reacción de la Iglesia y su quehacer so-
ciopolítico completo, sobre todo en la segunda mitad del siglo xix, hasta el
importante salto cualitativo de 1891, que marca la aparición de la encíclica
Rerum Novarum.
Los cambios en la organización del nuevo Estado y la propia reorga-
nización interna de la Iglesia configuran una realidad que lleva en sí misma
elementos de crisis y que explica las difíciles relaciones Iglesia-Estado y los con-
flictos ideológicos del siglo xix, sumados a los ya mencionados de la situación
internacional.
Si ciertos sectores de la Iglesia, bajo el régimen de la cristiandad, habían
manifestado un espíritu abierto de independencia frente al poder político de
la Corona, en el periodo independentista esa tendencia no va a estar ausente.
80 • Luis Pacheco Pastene y María antonieta huerta MaLbrán
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Una de las manifestaciones es la aparición del ultramontanismo, movimiento
que se opondrá a las pretensiones del regalismo vigente en el nuevo Estado,
expresado normalmente por medio del derecho de patronato consagrado en la
Constitución chilena de 1833.
La organización del Estado ponía a la Iglesia dependiente de una serie de
instancias políticas que ciertamente coartaban su libertad. Así, la Ley de Orga-
nización de los Ministerios de 1837 hacía a la Iglesia formar parte del Minis-
terio de Justicia1. El “régimen interior” dejaba a los párrocos, quienes tenían la
calidad de vicepatrones, sujetos a la autoridad del intendente. A partir de 1845,
el gobernador civil velaba por la aplicación del decreto que reglamentaba la
profesión religiosa a partir de los 25 años.
Todas estas disposiciones ponían a la Iglesia en franca incomodidad, y las
protestas de los obispos crecían en la medida en que nuevos cuerpos jurídicos
iban atrapando a la Iglesia y limitando la autonomía de la que disponía hasta
ese entonces. Se encuentran ejemplos en el Código Civil de 1865 y en la Ley
Orgánica de Tribunales de 1875, en los que se suprimía el fuero eclesiástico
y se mantenían los recursos de fuerza, en contra de lo acordado con Roma.
La Revista Católica (fundada en 1842) se convertirá en el órgano oficial de la
corriente ultramontana que lidera la oposición al regalismo en general y al pa-
tronato en lo particular2.
La evolución frente a estos problemas se va manifestando en la Iglesia en
dos sentidos. Por una parte, en la necesidad de una independencia frente al
1. El Araucano, citado por Aliaga, “La Iglesia en Chile. Contexto histórico”, 13 ss. En este punto
seguimos las líneas generales del trabajo de Fernando Aliaga, que hace un valioso aporte de
sistematización. Sobre el periodo 1840-1880, nos parece muy valioso el aporte del equipo de
la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Chile en “Pensamiento teológico en
Chile. Contribución a su estudio. ii Época de la Reorganización y Consolidación Eclesiásticas,
1840-1880”. Dirigió el Seminario, en esta parte, el padre José Arteaga Ll. S. J., y participaron
también, como autores, José Manuel de Ferrari F., Julio Jiménez B., S. J., Doris Piccining G., y
Maximiliano Salinas C. Junto al tratamiento propiamente teológico, los autores se aproximan a
la situación histórica, con valiosos antecedentes. Véase: Anales de la facultad de teología, Vol.
xxxi, Cuaderno 1, 1980 (Santiago: Universidad Católica y de Chile, 1982).
2. Luego desaparece temporalmente de circulación, pero su restablecimiento se produce el 1 de
agosto de 1901, y se le califica como “una obra de indiscutible conveniencia para los
intereses religiosos del país, y como un vehículo para llevar á los católicos la sana doctrina en
materias de fe”. Señalaban como su misión, la de velar por la doctrina revelada y defenderla
en el terreno de la prensa de los ataques de la “incredulidad”. Por esta razón, en sus páginas
se exponían las disposiciones de Roma y de los prelados eclesiásticos, así como las noticias del
movimiento religioso del mundo, sumado a un conjunto de artículos sobre cuestiones religiosas.
“Restablecimiento de la Revista Católica”, Revista Católica 1(1901), 1-2.
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