Institucionalismo y teoría económica: del 'neoclasicismo' a la teoría clásica - Núm. 31, Julio 2014 - Revista de Economía Institucional - Libros y Revistas - VLEX 845752507

Institucionalismo y teoría económica: del 'neoclasicismo' a la teoría clásica

AutorEnrico Sergio Levrero
CargoProfesor asociado, Facultad de Economía, Universidad de Roma III
Páginas81-99
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Enrico Sergio Levrero
*
INSTITUCIONALISMO
Y TEORÍA ECONÓMICA:
DEL “NEOCLASICISMO”
A LA TEORÍA CLÁSICA
1
Una de las críticas al institucionalismo y la razón para que fuera
empujado a los márgenes de la teoría económica es que no propuso
un sistema teórico viable para determinar el valor y la distribución que
triunfara sobre el paradigma neoclásico. Esta debilidad fue evidente,
por ejemplo, en el cambio progresivo de la economía laboral desde
institucionalistas estadounidenses como Ely, Commons y Hoxie al
“neoclasicismo” de Stigler, Becker y Mincer. También fue evidente
en la derrota de la escuela histórica alemana en el Methodenstreit por
Menger y los economistas austriacos.
Si la falta de una estructura analítica y de una teoría del valor
alternativa a la neoclásica debilitó a la escuela histórica alemana y
al viejo institucionalismo1, esa estructura analítica hoy podría ser
proporcionada por la teoría clásica, cuyo origen se remonta a la es-
cuela histórica escocesa de Hume, Hutchinson y Ferguson, y cuyos
*
Profesor asociado, Facultad de Economía, Universidad de Roma III
[enricosergio.levrero@uniroma3.it]. Este ensayo es una reelaboracion de la
conferencia pronunciada en la First Summer School of the European Association
of Evolutionary Political Economy. Traducción de Alberto Supelano. Fecha de
recepción: 4 de junio de 2013, fecha de modificación: 2 de mayo de 2014, fecha
de aceptación: 29 de octubre de 2014. Sugerencia de citación: Levrero, E. S.
“Institucionalismo y teoría económica: del ‘neoclasicismo’ a la teoría clásica”,
Revista de Economía Institucional 16, 31, 2014, pp. 81-99.
1 Aquí no nos referimos al nuevo institucionalismo de Williamson, Posner
y Olson, que –siguiendo a Hayek y a Menger (1871 y 1892)– interpreta la
evolución institucional como resultado de comunicaciones e interacciones de
agentes racionales individuales en forma no planeada. Sobre las limitaciones de
esta visión, ver Hodgson (1988), quien subraya que en “el estado de naturaleza”
también debían existir reglas y normas sociales para que hubiera interacciones entre
agentes, y que muchas instituciones son el resultado de conflictos entre grupos
sociales, porque protegen los intereses de la clase dirigente. Sobre este aspecto,
ver North (1990), quien señala que se pueden crear y mantener instituciones
“ineficientes” si favorecen a algún grupo social.
problemas en la determinación de los precios relativos y la tasa de
ganancia fueron resueltos por Producción de mercancías por medio de
mercancías de Sraa. El método de los clásicos –caracterizado por la
combinación del razonamiento deductivo e inductivo– es semejante
al de Marx: a la teoría del valor se le atribuye una tarea más estrecha
que en la teoría neoclásica, mientras que en los datos que determi-
nan los precios –métodos de producción, tasa de salarios y producto
social– inuye un conjunto de circunstancias económicas, históricas
y sociales que se analizan en otra etapa del análisis.
Este artículo busca explicar por qué el institucionalismo no se
convirtió en el punto de referencia en teoría económica, y mostrar
que la teoría clásica puede incorporar muchas de sus contribuciones,
a diferencia de la teoría neoclásica. Presenta un ejemplo de esta ca-
pacidad y del papel esencial de los factores sociales e institucionales
en la teoría de Smith y Ricardo con respecto al mercado de trabajo.
LA DERROTA DEL VIEJO INSTITUCIONALISMO
2. Dos casos de la historia del institucionalismo pueden ayudar a
aclarar por qué fue empujado a los márgenes de la teoría económica.
Uno se reere a la economía laboral; el otro a los debates sobre el
método entre economistas neoclásicos como Menger, Fisher y Knight,
por una parte, y la escuela histórica alemana y el institucionalismo
estadounidense, por la otra.
Considerando el primer caso, Spencer observa con razón que los
institucionalistas no “propusieron un sistema teórico viable” y que los
neoclásicos “triunfaron en el debate porque sí lo proporcionaron
(2009, 109). Pudieron entonces “ignorar a los economistas laborales
institucionalistas porque solo hacían una crítica negativa y no ofrecían
una teoría alternativa”. Y de institucionalistas estadounidenses como
Ely, Commons y Hoxie –que fundaron la economía laboral (McNulty,
1980; Boyer y Smith, 2001)– se pasó así a la segunda generación de
economistas laborales (Dunlop, Kerr, Lester, Reynolds), que em-
pezaron a utilizar herramientas de la teoría neoclásica (aunque aún
subrayando el papel esencial de los factores sociales e históricos en
el mercado de trabajo), para dar el paso denitivo al neoclasicismo,
con las obras de Stigler, Becker y Mincer.
Las consecuencias de este cambio son claras. Por ejemplo, al sub-
sumir totalmente el análisis del trabajo en el aparato técnico de la
economía neoclásica, la teoría del capital humano de Becker (1964)
y Mincer (1974) despojó al concepto de trabajo de su contenido
social, histórico e institucional. Eso mismo se puede decir de la
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