Proceso de institucionalización de la higiene: estado, salubridad e higienismo en Colombia en la primera mitad del siglo XX - Núm. 12-1, Junio 2010 - Estudios Socio-Jurídicos - Libros y Revistas - VLEX 306652790

Proceso de institucionalización de la higiene: estado, salubridad e higienismo en Colombia en la primera mitad del siglo XX

AutorMaría Teresa Gutiérrez
CargoIEPRI - Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia
Páginas73-97

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Introducción

En este artículo intentaré mostrar la forma en que las élites médicas colombianas de la primera mitad del siglo XX intentaron implantar el aparato higiénico como una de las funciones fundamentales del Estado colombiano. Estos intentos se evidencian en el proceso legal y normativo que tuvo el aparato higiénico en el país y por ende una de las principales fuentes de este artículo son las leyes emitidas en la primera mitad del siglo XX. Estas leyes se pueden dividir en dos tipos: las que regulan el aparato higiénico a nivel nacional y las que regulan el aparato higiénico a nivel interno, es decir las que determinan las funciones que debía cumplir la higiene en el periodo.

Por falta de espacio y de información consistente para todo el periodo y todo el territorio colombiano no se tratarán las leyes que regulaban y organizaban la higiene a nivel regional o municipal; la información del funcionamiento de la higiene en estos niveles se realiza a partir de los informes que produjeron los encargados del aparato higiénico del país al Congreso sobre el funcionamiento de la misma en el territorio nacional. La perspectiva

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que se tuvo para analizar las fuentes aquí expuestas es la de análisis del discurso, la cual permite ver la legislación, los informes al Congreso y los congresos médicos en su doble aspecto político-científicos. Esto enriquece el estudio y aporta a otros trabajos que se han escrito, o que se puedan escribir sobre el tema, una riqueza discursiva y analítica importante.

Los médicos e higienistas colombianos de la primera mitad del siglo XX construyeron un discurso especial en el cual combinaron ideas racialistas con corrientes médicas de la época. Sin embargo, debemos aclarar que la propuesta higienista en este periodo no se quedó sólo en las ideas sino que los higienistas propugnaron por la implementación de una serie de medidas y políticas públicas que creían necesarias para mejorar el estado de la nación y sus habitantes. En ese sentido, plasmaré en este artículo el proceso mediante el cual las élites colombianas de primera mitad del siglo XX lograron el establecimiento y fortalecimiento del aparato higiénico en el país.

Así, analizaré el proceso de institucionalización de la higiene, caracterizado por los esfuerzos del Estado central por controlarla junto con la salubridad, y por las dificultades que encontró para que las regiones cedieran la tutela del manejo de las instituciones creadas para manejar estos temas. Es decir, el conflicto entre Estado central y gobierno regional siguió vigente de tal manera que tuvo grandes dificultades en la tarea de legislar, organizar y coordinar los servicios de higiene y salubridad como veremos más adelante.

De la misma manera, analizaré el proceso mediante el cual la higiene en Colombia en la primera mitad del siglo XX se institucionalizó, y examinaré su creciente importancia. Es conveniente recordar que, para la mitad del siglo, la cuestión de la higiene era una de las funciones más importantes del Estado colombiano. Sostengo que esto fue así gracias a dos procesos fundamentales. Por un lado, un cambio en la concepción de lo social, de manera que las responsabilidades del Estado para con la sociedad, y especialmente con las clases más desfavorecidas, se amplió, dando cabida al paso de la beneficencia a la asistencia pública. Y por otro, los importantes esfuerzos hechos por el Estado colombiano desde finales del siglo XIX por superar las diferencias y tensiones regionales, constituyéndose como un ente centralizador del poder político.

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Según Mario Hernández, en las primeras décadas del siglo XX la preocupación por la cuestión social se hizo evidente en tres tipos de política

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social, que venían forjándose desde el siglo XIX.1 En primera instancia tenemos la beneficencia pública, la cual se dirigió primordialmente a los pobres y se fundamentó en la caridad cristiana con algunos auxilios estatales. En segundo lugar, existía el ejercicio privado de la práctica médica, que era escaso y además accesible sólo a las clases acomodadas. Y por último, tenemos la higiene, la cual era dividida en pública y privada, y que trataremos extensamente más adelante.2 Aunque estos tres tipos de política social coexistieron en la primera mitad del siglo XX, aquí solo trataré la beneficencia y la higiene.

La beneficencia abarcó toda la inmensa gama de las necesidades y dolores que apenaban al género humano.3 Desde su origen, las actividades de beneficencia se han relacionado directamente con acciones humanitarias y altruistas a cargo del Estado o de particulares, con el objetivo de ayudar a personas que se encuentran en situaciones de necesidad, ocasionadas por la carencia de condiciones mínimas de supervivencia tales como alimentación, vestido, vivienda, atención médica y medios económicos. La beneficencia convivió con otras formas de protección tales como la asistencia pública y privada, la cofradía, la mutualidad, la previsión y el seguro social. Desde sus orígenes, ésta ha estado ligada a actividades de tipo religioso, militar y de caridad, siempre con objetivos filantrópicos, caritativos o compasivos.

En Colombia, desde el siglo XVIII empezó a percibirse un cambio en el pensamiento hacia los pobres; cambio que tuvo que ver con la universalización de la pobreza, puesto que el problema pasó de ser de carácter individual a ser de carácter social. De esta manera, la pobreza se insertó en un tipo de sociedad en la cual se la veía como una enfermedad. Sin embargo, la presencia de los pobres se hacía necesaria puesto que eran la mano de obra de los trabajos pesados.

En la medida en que la pobreza se inscribió en una ideología de distinto orden, la Iglesia, el Estado, los gremios y los trabajadores propugnaron por una estrategia distinta de solución o aplacamiento de la situación.4 Entre 1830 y 1860, por ejemplo, se empezó a constituir una nueva forma de beneficencia en Bogotá en la cual el papel del médico, pero sobre todo el de las instituciones de reclusión, fue fundamental. En la medida en que los pobres eran "un peligro para el bienestar de las gentes de bien", se tendió a su reclusión en presidios, hospitales, leprosorios y asilos. También, una de las

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estrategias más usadas, fue la de llamar a los pobres a las líneas del ejército, no obstante, esta medida era temporal y poco efectiva.5

Por otro lado, al ser Bogotá la capital del país, fue blanco principal de campesinos y terratenientes caídos en desgracia que migraron a esta ciudad en busca de oportunidades, lo cual promovió la pauperización de la misma. De esta manera, las estrategias adoptadas por la administración y por las instituciones religiosas resultaron infructuosas.6

Ante los intentos, en el siglo XIX, de secularizar la beneficencia, los administradores de la caridad se encontraron con una realidad irrefutable: la experiencia de las instituciones religiosas en este sentido.7 Lo característico, desde finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, era la superposición de esfuerzos e iniciativas sin que existiera un referente claro -¿el Estado?, ¿la Iglesia?, ¿los vecinos?- frente a los problemas sociales que el desarrollo político y económico generaban. En esta superposición de esfuerzos las iniciativas filantrópicas no desempeñaban un papel menor. A comienzos del siglo XX las órdenes religiosas manejaban los recursos que donaban las personas pudientes, líderes regionales y locales, y dueños de tierras y comerciantes, quienes veían la filantropía como un deber cristiano.8

Con el proceso de medicalización y el planteamiento de los problemas sociales como responsabilidad del Estado por parte de los médicos, podemos reconocer la transformación de la beneficencia en asistencia pública. En la primera mitad del siglo XX los higienistas propugnaron no sólo por una mejora en los servicios hospitalarios, controlados por órdenes religiosas, sino que a partir de la segunda década del mismo siglo se involucraron de manera directa en la forma en la que el Estado intentó solucionar el problema social de la pobreza. La manera en que lo hicieron fue diferencial. En algunos casos algunos prefirieron la construcción de sus propios hospitales, como el de San Carlos, especializado en tuberculosos. Pero fueron los higienistas quienes, desde su posición privilegiada, emitieron reglamentaciones a establecimientos de atención a la población y propugnaron por la aceptación del cuerpo médico en las instituciones de beneficencia, de manera que su intervención fue directa. Además, a partir de la segunda década del siglo XX -como veremos más adelante- la higiene empezó a controlar los servicios de caridad y beneficencia, pues a ésta se incorporó la asistencia pública, de

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manera que la cuestión social hizo parte, cada vez con mayor fuerza, de la institución higiénica.

El periodo higienista en Colombia comienza desde 1886 con la creación de la Junta Central de Higiene, aunque realmente la aplicación de las normas dictadas en esta fecha es más tardía debido a la turbulenta vida política colombiana que se vivió hasta principios del siglo XX; y podríamos decir que finaliza en 1953 con la creación del Ministerio de Salud, cuando la ideología higienista se transformó hacia una ideología salubrista.

Este gran periodo higienista puede dividirse en etapas, en las cuales la higiene se fue institucionalizando progresivamente. En primera instancia tenemos el periodo comprendido de 1886 a 1920, en el cual la higiene era muy débil, sobre todo por problemas para hacer valer las normas higiénicas en los espacios regionales que no querían ser controlados desde una instancia...

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