Introducción - Acuerdo de París sobre cambio climático e instrumentos conexos ¿Pueden quitarnos la venda de los ojos? - Libros y Revistas - VLEX 748379573

Introducción

AutorJuan Pablo González Cortés
Cargo del AutorAbogado con mención en Filosofía
Páginas21-27

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En su último informe, el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático —ipcc, por su sigla en inglés—1concluyó que: “se está produciendo una interferencia humana en el sistema climático” (2014a, p. 3). Esta interferencia del ser humano en el clima es innegable, como lo podremos contemplar, y si bien ha habido muchos cambios climáticos en la historia del planeta, el cambio climático actual tiene como característica que, según la robusta evidencia científica disponible, ha sido forzado en su mayor grado por las actividades del ser humano (Cook et ál., 2016) (epa, 2017) (Oreskes, 2004) (ipcc, 2014a). Por ello es que consideramos más acertado hablar de cambio climático inducido por el hombre —ccih— o cambio climático antropogénico, como ya lo han hecho algunos.2Ahora bien, las repercusiones de esta

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alteración humana del clima son múltiples y pueden llegar a ser devastadoras, sobre todo, por lo que los científicos han llamado el efecto de retroalimentación positiva, el cual consiste básicamente en que los efectos del cambio climático impulsan a su vez las causas de este fenómeno, en una especie de efecto espiral que cada vez se vuelve más incontrolable. La desaparición del hielo del Ártico, como explicaremos más adelante, es un ejemplo muy ilustrativo con respecto a este punto.

Pero, ¿a qué nos referimos exactamente cuando hablamos de ccih? Para responder esta pregunta es preciso primero aclarar qué es el ciclo del carbono. El ciclo del carbono es el proceso mediante el cual se da un intercambio y autorregulación del carbono en la Tierra. Las bases de este proceso son la fotosíntesis y la respiración. La fotosíntesis consiste en que las plantas usan la energía del sol y absorben el dióxido de carbono —CO2— para producir oxígeno —O2— y carbohidratos. Estos carbohidratos son después almacenados en su biomasa3y de manera posterior usados como energía en la medida en que las plantas viven y crecen. Precisamente la respiración comprende romper estos carbohidratos para convertirlos en energía, y en este proceso el CO2 es reemitido a la atmósfera. Por ello es que las plantas son consideradas sumideros de carbono, porque absorben y almacenan mucho del CO2 que se encuentra en la atmósfera. No obstante, cuando las plantas se descomponen, por ejemplo por la deforestación o por algún incendio, estas se convierten en fuentes de carbono. De manera que, principalmente por medio de estos procesos, existe un intercambio y autorregulación del carbono en la Tierra (Northern Institute of Applied Climate Science, 2017).

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Ahora bien, las actividades humanas4impactan profundamente este ciclo del carbono y rompen el equilibrio que existe en este proceso. Ello, en gran medida, debido a la quema de los denominados combustibles fósiles, que se realiza con el ánimo de satisfacer, primordialmente, la demanda energética en el mundo. Los combustibles fósiles —entre ellos el carbón, el petróleo y el gas natural— contienen altas cantidades de carbono y fueron formados a partir de la descomposición de plantas y animales a través de millones de años. La producción y particularmente la quema de estos combustibles fósiles libera grandes cantidades de CO2 y otros gases de efecto invernadero —gei—, cantidades incluso mayores que otros procesos naturales que hacen parte del ciclo del carbono. Si bien las plantas terrestres y también las algas succionan enormes cantidades de CO2, no alcanzan a absorber lo que...

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