Introducción - - - Guerras civiles colombianas. Negociación, regulación y memoria - Libros y Revistas - VLEX 850936983

Introducción

AutorVíctor Guerrero Apráez
Páginas13-19
Introducción
Para un país sumido durante más de med ia centuria en los laberintos de su
última guerra interna, ya sea para extremar sus fuegos aniquilatorios, ya
para embarcarse en esquivos intentos por salir de ella , la mirada analítica a
la búsqueda de factores causales y explicaciones estruct urales ha privilegia-
do, casi que naturalmente, el pasado mediato, en desmedro de un horizonte
retrospectivo de largo aliento. Si se tiene en cuenta que el conicto armado
colombiano ha transitado los umbrales de la Guerra Fría, la Posguerra y la
guerra contra el terrorismo, iniciada en los albores mismos del siglo ,
se ha transformado a través de cada una de dichas épocas bélicas, en su
forzosa adaptación a cada respectivo contexto histórico, pero a la vez se ha
sumido en su propias continuidades, sin resolverse en su conjunto, es casi
obvio que nuestras guerras civiles del siglo  aparezcan como poco me-
nos que impertinentes a la hora de contribuir al esclarecim iento de nuestra
situación contemporánea. A lo sumo se ven como un pintoresco reservorio
de anécdotas y referencias eruditas. Sin embargo, en un proceso de mayor
rigor ana lítico, las par ticularid ades políticas , bélicas, soci ales y jurídica s de
las nueve contiendas armadas de alcance nacional, así como la veintena o
más de las que no superaron un ámbito regional o local, escenicada s entre
1810 y la Guerra de los Mil Días, constituyen un inmenso zóc alo de edica-
ción histórica, que como tal no deja de repercutir en nuestro presente, cuya
elusión lleva de modo inevitable a un estrechamiento de su inteligibilidad.
Demostrar lo anterior es el propósito mayor de este libro.
Nuestro país fue el único en Latinoa mérica —aparte de los dos vecinos
que conformaron la Gran Colombia— que no se vio involucrado en ningu-
na de las guerras interestatales de alcance subcontinental, en medio de las
cuales se forjaron los respectivos territorios que hoy conforman a Ecuador
y Venezuela. Pero, al mismo tiempo —en lo que es un oxímoron todavía
pendiente de cabal desciframiento— fue el único que experimentó consi-
derables pérdidas territoriales. E incluso, con mayor singularidad , el único
país que todavía en el inicio del tercer milenio experimenta los embates de
la contienda armada intestina. Esta persistencia puede juzgarse como un
incómodo anacronismo, que no demandaría mayores esfuerzos analíticos,
o por el contrario, como el síntoma crucial de una continuidad todavía en

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