Introducción. Dialécticas de la fractura y la continuidad: elementos para una lectura crítica de las transiciones - - - La ilusión de la justicia transicional. Perspectivas críticas desde el Sur global - Libros y Revistas - VLEX 779274941

Introducción. Dialécticas de la fractura y la continuidad: elementos para una lectura crítica de las transiciones

AutorAlejandro Castillejo Cuéllar
Páginas1-56
Introducción
Dialécticas de la fractura y la continuidad:
elementos para una lectura crítica de las transiciones
A C C*
E    , La ilusión de la justicia transicional, plantea de
entrada una ambivalencia incorporada en el término ilusión: parte de la etimo-
logía del sustantivo ilusión evoca un “engaño” (debido a un “plan fantástico” o
“deseo”), una “apariencia” o “percepción falsa,” un “espejismo” o una “trampa
o broma de los sentidos”, de ahí el término ilusionista, alguien que realiza tru-
cos para engañar al otro, un mago o prestidigitador. La expresión hacerse ilusio-
nes capta este aspecto del origen de la palabra. Sin embargo, el verbo ilusionar
también evoca con más claridad el acto de “entretener” o “albergar” “esperan-
zas” o “expectativas” sobre un plan futuro, un proyecto o una situación nueva:
tener ilusiones. En otras palabras, dependiendo del contexto narrativo y de las
guras de dicción y retóricas usadas, su signicado se aproxima a una expec-
tativa creada por el prospecto de nuevas posibilidades y realidades; de ahí la
idea, como lo he planteado en otro texto, del “prospecto del futuro imaginado”
(Castillejo, 2013). En este último caso, la palabra gira más en torno a una pers-
pectiva futura que a una imagen fantasmagórica y engañosa. En este orden de
ideas, el término ilusión —tal y como aparece en el título— mantiene esta do-
ble genealogía, sus ambigüedades y ambivalencias en el sentido que cohabitan
la transformación y la conservación, el dinamismo y la resistencia al cambio, el
pasado y el futuro como experiencia social1.
* Profesor asociado del Departamento de Antropología, director del Programa de Estudios
Críticos de las Transiciones Políticas de la Universidad de los Andes, Colombia. Los comenta-
rios pueden ser dirigidos al correo electrónico acastill@uniandes.edu.co.
Este texto reúne ideas y argumentos expresados y dispersos en otras publicaciones a la vez que
implica una recontextualización, reelaboración y una síntesis de elementos sugeridos en diversos
     
Así mismo, cabe decir de entrada que, no obstante la expresión justicia
transicional que aparece también en su título, el objetivo de esta colección de
trabajos no es realizar un balance formal de una serie de mecanismos técnico-
legales aplicados en una decena de países, ni sus concepciones de justica repa-
rativa u otros componentes, aunque se transite a través de ellos. En este texto,
este término se evoca en la medida que tiene implícita una reexión de ese
momento liminal que algunas sociedades experimentan o llaman transicional.
Su objeto es, pues, descentrar el término, situarlo en su propia ilusión, decons-
truirlo si se quiere, y asignarle otra serie de preguntas sobre los presupuestos
subyacentes al “paradigma transicional” (Carrothers, 2002).
Estas preguntas, como este texto, emergen en un momento muy particular
de la historia colombiana. Y aunque es un libro de corte internacional, quisiera
tomar unos minutos para hablar del contexto de su publicación. Durante los
últimos más de tres años el país ha estado envuelto en un proceso de nego-
ciación entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del
Pueblo (-) y el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos. No obs-
tante, el escepticismo con el que comenzaron esos diálogos, en razón de múl-
tiples fracasos anteriores y por causas muy diversas, el de Cuba es un proceso
que ha dado frutos concretos y momentos inesperados. Una serie de acuerdos
especícos al igual que el encuentro en Cuba entre el presidente de la Repú-
blica y Timoleón Jiménez, comandante de las  , acreditan el momento his-
tórico y ponen en perspectiva el prospecto de la paz como posibilidad. Aquí
paz es, por supuesto, en su sentido más minimalista, el prospecto de detener
el desangre, aunque en Colombia ese desangre provenga de múltiples fuentes.
Cabe anotar que eso en sí mismo es un avance monumental.
En este contexto, el Gobierno de Colombia y la guerrilla han desplegado,
por sus respectivos canales de comunicación, toda la imaginería asociada a
estos momentos, con mayor o menor intensidad cuando se compara con otros
contextos: en esta imaginería se encuentra la narrativa de un futuro mejor, el
“desarrollo” (paradójicamente) como la ruta hacia ese “cambio”, el imagina-
rio de una sociedad unicada en torno a la paz, la unidad nacional2 y la idea
escenarios públicos internacionales (Castillejo, 2015b). Hace parte también del proyecto origi-
nal de creación de un Instituto de Estudios Sociales de las Transiciones en Colombia y, de cierta
forma, es un documento de debate y un manifiesto en torno al significado de las transiciones en
el Sur global (Castillejo, 2015a).
Aquí no me refiero a la estructura de alianzas políticas en el Congreso de la República en
torno al proyecto del Presidente, y también conocida como Unidad Nacional, sino a la noción
de unidad de la nación como posibilidad después de años de divisiones y diferencias. Entre las
promesas del discurso transicional se da lo que he llamado “el prospecto de una nueva nación
imaginada”, a lo cual se asocian todos los rituales de paso y performance constitutivos de cual-
quier nacimiento (Castillejo, 2013).

misma de una nueva nación encarnada en el eslogan ocial del proyecto presi-
dencial: “Todos por un nuevo país”. Así, el presente de la transición y su discur-
so están imbuidos de un cierto sentido de esperanza en la mesa de negociación.
Es apenas obvio: después de cincuenta años de confrontación, el prospecto de
la paz nos ilusiona3.
Lo que se plantea en este libro es que también nos lleva a hacernos ilusiones,
pues nuestro reto intelectual y político, por no decir humano, antes que caer
en el exceso del triunfalismo o en la ingenuidad de quienes habitan el discurso
ocial alrededor del “evangelio global del perdón y la reconciliación”, es señalar
que los momentos transicionales si bien es cierto plantean rupturas en ciertos
registros de la violencia, hay otros que sencillamente son una continuidad, lo
que llamo “violencias de larga temporalidad” o lo que Farmer denomina “vio-
lencias estructurales” (Castillejo, 2013b, 2; Farmer, 2010). En última instan-
cia, toda transición es al n de cuentas un movimiento teleológico hacia una
forma de capitalismo global donde, en casos de conictos armados asociados
a violencias crónicas estructurales, se fundamentan sobre una serie de conti-
nuidades más que de fracturas. Es desde este punto, desde la continuidad y la
fractura, de donde viene el espíritu de nuestra crítica a la experiencia transi-
cional. Por esta razón, publicar un texto donde se plantea una dualidad sobre
la idea del futuro podría verse bien como un suicidio académico o un desatino
profesional para leer el momento histórico (Castillejo, 2015a).
Lo que sí quisiera dejar claramente establecido en esta parte de la introduc-
ción —antes de entrar a mirar esta dualidad— es que esa crítica prospectiva a
lo transicional como experiencia social, a los vacíos que en otras sociedades ha
dejado incrustados (y de ahí la doble acepción del término ilusión), no tiene
nada que ver con las opiniones de un sector de la vida nacional política que se
encuentra profundamente imbuida (en sentido material y existencial) en una
Recientemente, me he interesado en conocer cómo se lee el proceso de paz desde diversas
regiones del país, la percepción de comunidades particulares y las expectativas de lo que acon-
tece en Cuba. En el trabajo de campo realizado hasta ahora en Urabá y Buenaventura (por consi-
derarlas las zonas estratégicas en el postacuerdo), se percibe de entrada una mezcla entre espe-
ranza y miedo. Esperanza de lo novedoso y miedo por las transformaciones del poder armado a
nivel de lo local, máximo cuando hablamos de localidades percibiendo la presencia neoparamili-
tar, con algunos de sus jefes ya en libertad (Human Rights Watch, 2010). Muchos otros, aunque
parezca increíble, no esperan gran cosa pues, como se planteó durante el  Encuentro Afro
Urbano “Marcando Territorio” en diciembre del 2015, para ellos la violencia es un continuum
que se encarna en dinámicas de despojo en función de macro-proyectos de desarrollo portuario
(Fundescodes, 2015). Estas son formas presentes de “daños históricos”. En Urabá, por ejemplo, el
proyecto Ciudad Territorio (Apartado, Turbo, Urabá Antioqueño) integrado al Diamante Caribe
y Santanderes en el que se articula la región al mercado global; y en Buenaventura la construc-
ción del malecón y ampliación del Puerto con el correlativo desplazamiento inducido por el
desarrollo (Gobierno de Colombia, Financiera del Desarrollo Territorial, 2015).

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