La invención de la educación - El gobierno pedagógico. Del arte de educar a las tradiciones pedagógicas - Libros y Revistas - VLEX 857238979

La invención de la educación

AutorCarlos Ernesto Noguera Ramírez
Cargo del AutorLicenciado en Psicología y Pedagogía de la Universidad Pedagógica Nacional (Bogotá, Colombia), magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia y doctor en Educación de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul (Brasil)
Páginas147-268
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LA INVENCIÓN DE LA EDUCACIÓN
el desBloqueo del arte de goBernar
Aunque el siglo xVi es considerado como el momento en que
estalla en Occidente una inusitada preocupación alrededor de
los problemas del gobierno, es decir, alrededor de la conducción
de la conducta, de la dirección, del gobernamiento de sí y de los
otros (Foucault, 2006),1 solo hacia el siglo xViii el arte moderno
de gobernar conseguirá consolidarse, y eso por varias razones. En
primer lugar, por razones históricas, como las grandes crisis del
siglo xVii: la Guerra de los Treinta Años (1618-1648)2 que envol-
vió a Europa en violentas confrontaciones por motivos religiosos,
1 En ese sentido, según Foucault (2006), de manera simultánea, acerca de muchas
cuestiones diferentes y con distintos acentos, aparecen crisis que van desde el
orden del gobierno de sí mismo, del gobierno de las almas y de las conductas,
hasta el gobierno de los niños. Emerge allí una gran problemática pedagógica,
tal como aparece y se desarrolla en el siglo xVi: con la Reforma, cae la unidad
de la fe cristiana y la autoridad religiosa; sin embargo, con la Contrarreforma,
se renueva el espíritu del catolicismo, en una ofensiva contra el protestantismo,
y tiene lugar un riguroso control de la actividad intelectual iniciado por el Santo
Oficio y por las acciones educativas de la Compañía de Jesús.
2 Esta guerra comenzó como conflicto religioso y terminó siendo una lucha por
la hegemonía europea. En ella confluyeron las tensiones existentes entre las na-
ciones católicas y las protestantes, entre los representantes de los Estados terri-
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comerciales, dinásticos y territoriales; las revueltas campesinas y
urbanas de mediados de ese siglo y la crisis financiera y de artícu-
los de subsistencia que afectó a las monarquías hacia el final del
siglo xVii. En segundo lugar, por razones que tienen que ver con
las “estructuras mentales” e institucionales; en particular, Fou-
cault hace referencia al problema de la soberanía, a la importan-
cia de sus instituciones y a la concepción del ejercicio del poder
como ejercicio de la soberanía. Es el caso del mercantilismo,3 que
aunque señala el primer umbral de racionalidad del arte de go-
bernar o la primera racionalización del ejercicio del poder como
práctica de gobernamiento, tiene como objetivo el poderío del
soberano y sus instrumentos, leyes, ordenanzas, reglamentos, es
decir, los mismos de la soberanía. Así, el mercantilismo intentó
inscribir las posibilidades de un arte meditado de gobernar en la
estructura mental e institucional de la soberanía (Foucault, 2007).
Por otro lado, el arte de gobernar en el siglo xVi y xVii estuvo
sujeto al modelo de la familia y, en ese sentido, su preocupación
fue cómo hacer para que el gobernante pudiese gobernar el Es-
tado en la forma tan precisa y meticulosa como un padre gobier-
na a su familia; en otras palabras, cómo aplicar la economía de la
familia al gobierno del Estado. Y aquí es preciso recordar que en
esa época la economía no hacía referencia a otra cosa más allá de
la gestión de la familia y de la casa; de ahí que el arte de gobernar
quedara aprisionado entre el marco del Estado y del soberano,
toriales y los príncipes, entre las ciudades imperiales y el emperador, entre los
Habsburgo y la dinastía francesa (Kinder, Hilgemann, Hergt, 2006).
3 El mecantilismo que emergió en los siglos xVi y xVii orientó la producción y
los circuitos comerciales según el principio de que, “primero, el Estado debe
enriquecerse por la acumulación monetaria; segundo, se debe fortalecer por el
crecimiento de la población; tercero, debe estar y mantenerse en un estado de
competencia permanente con las potencias extranjeras” (Foucault, 2007, pp.
20-21). De esta forma, el mercantilismo se inscribe en el desarrollo de las condi-
ciones financieras necesarias al absolutismo: las aduanas y los impuestos directos
y no directos (sobre el consumo) sirven para mantener el ejército, la administra-
ción central, y para pagar los gastos de la Corte. Se trata de una regulación que
procura la baja del precio de venta de los granos, del ingreso de los campesinos,
del costo de compra para las personas, y del salario (Kinder, Hilgemann, Hergt,
2006).
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por una parte, y entre la casa y el padre de familia, por la otra:
bloqueo del arte de gobernar que solo hasta el siglo xViii encon-
trará las condiciones favorables para su desarrollo y expansión,
con el surgimiento de la ‘población’.
Antes del siglo xViii, la población era entendida de dos formas
diferentes: en primer lugar, en sentido negativo, como aquello
opuesto al poblamiento, es decir, al despoblamiento; así, po-
blación significaba el movimiento por medio del cual, después
de algún desastre, guerra, epidemia o escasez, un territorio era
nuevamente poblado. En segundo lugar, en sentido positivo, la
población era entendida como uno de los factores, uno de los
elementos del poderío de un soberano. Para que el soberano
fuese poderoso era preciso que reinase en un territorio extenso,
que tuviese grandes tesoros y, claro, una vasta población que se
expresaba en numerosas tropas, ciudades densamente pobladas
y mercado muy frecuentado.
A partir del siglo xVii, con la vigencia del cameralismo4 y del
mercantilismo, la población llegó a ser un elemento fundamen-
tal, un elemento que condiciona los otros, pues es la población
la que suministra los brazos para la agricultura (garantizando
la abundancia de cosechas) y para las manufacturas (evitando
la necesidad de importación); en fin, mano de obra disponible
que garantice la existencia de salarios bajos. En otras palabras,
la población como fuerza productiva, en el sentido estricto de
4 Por cameralismo se conoce una de las doctrinas mercantilistas desarrolladas
en Europa durante los siglos xVii y xViii. Según esta, el poder económico de
un Estado podría ser aumentado con el aumento de su riqueza monetaria y la
acumulación de metales preciosos. Aunque el concepto de cameralismo no sea
muy usado en las discusiones actuales de la Economía, es reconocido como una
variante del mercantilismo desarrollado en Austria y Alemania en el transcurso
del siglo xViii. Este concepto remite a un amplio sistema de administración pú-
blica y organización de los negocios financieros, en el cual los cameralistas, en
contra de los mercantilistas ingleses (que privilegiaban la expansión comercial),
defendían la centralización industrial. Eso significaba: aumento de la población
como forma de incrementar el producto nacional y estimular el mercado interno
mediante incentivos al consumo de productos locales; estrategia que permitía
depender menos de las importaciones (Kinder, Hilgemann, Hergt, 2006).

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