Las instituciones político-jurídicas. Organización y funcionamiento del aparato estatal - Primera sección - Derecho Civil. Aproximación al Derecho. Derecho de personas - Libros y Revistas - VLEX 378401862

Las instituciones político-jurídicas. Organización y funcionamiento del aparato estatal

AutorJuan Enrique Medina Pabón
Páginas97-159

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31. Estructuras sociales

Sea cual fuere la razón, lo cierto es que los seres humanos no somos aptos para vivir aislados, al menos si deseamos alguna calidad de vida. Pero siempre que se habla del ser humano como un animal gregario, se comete el error de presentarlo como un conjunto ideal de individuos que comparte la superficie terrestre con cualquiera de los demás seres de esa misma especie con quienes tropiece en su camino.

Nada más alejado de la realidad. El hombre no es un ciudadano universal y, por el contrario, tiende a formar grupos de variado tamaño cuyos miembros se identi?can entre sí, desconociendo y en no pocas ocasiones rechazando a los miembros de los demás grupos con quienes no comparte elementos sociales y culturales comunes. No queda difícil sostener que cada grupo humano tiende a actuar como un elemento único en la naturaleza, con identidad propia y diferente de los demás grupos, ni más ni menos como esas colmenas con las que se acostumbra a compararlos.

¿Cómo se establece, organiza y consolida un grupo humano? No es una pregunta sencilla de contestar, pero intentémoslo.

32. El grupo humano organizado y sus características

La tendencia del ser humano de vivir en manadas (de progresiva complejidad, empezando por la familia, hasta acabar en el Estado) nos obliga a intentar reconocer aquellos elementos que permiten a alguien determinado considerarse –y ser considerado por los demás– como perteneciente a un grupo social especí?co.

Al comienzo de la civilización, los elementos de identidad entre los individuos de un grupo humano derivaban de los lazos de sangre y de relación marital que por su proximidad generan relaciones jerárquicas y de cooperación de manera seguramente instintiva. Esa familia ampliada la reconocemos también en los clanes y tribus; pero luego, cuando crecen las comunidades y,

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especialmente, desde el momento en que los humanos primitivos se asientan de manera más o menos de?nitiva alrededor de los cultivos,1van perdiéndose esos vínculos objetivos directos, pero van apareciendo otros elementos que permiten identi?car los miembros del grupo y distinguirlos de los demás, como las características morfológicas similares, proximidad física de las viviendas, concepciones y creencias religiosas, simbolismos especiales, tradiciones, idiomas, dialectos y aun las cadencias en la pronunciación o en la composición gramatical, intereses y conocimientos, formas de comportamiento adquiridas, manifestaciones artísticas, hábitos dietéticos, etc.

A los grupos de humanos que se identi?can entre sí, que tienen en general una cultura y necesidades, ambiciones y perspectivas comunes para el futuro2y que actúan de manera su?cientemente coordinada como para tener identidad propia, les hemos dado el nombre de pueblos o naciones. La Teoría del Estado distingue entre pueblo y nación, considerando que pueblo tiene una consideración estrictamente étnica que comparte un destino común, mientras que la nación es el grupo humano con organización política y mecanismos de control social institucionalizado,3pero los demás no hacemos esas distinciones.

Aunque hipotéticamente los miembros de un grupo podrían adoptar espontáneamente comportamientos favorables a la unidad y ventajosos para todos, esto no es lo habitual. Debido al individualismo propio de los hombres derivado de sus mejores capacidades de aprendizaje, siempre es necesaria la presencia de algunos sujetos con facultades para establecer pautas de com-

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portamiento que han de asumir esos miembros del grupo y encargarse de que las cumplan. No se conocen sociedades que hayan podido prosperar sin la presencia de un esquema de poder conformado por algunos de sus miembros seleccionados de diferente manera, que valore la necesidad y oportunidad de las acciones comunes y promueva su realización –a las buenas o por la fuerza– y ponga remedio a los excesos y con?ictos de unos frente a los otros. Es decir, toda nación cuenta con un gobierno que conduce la colectividad con autoridad y mando.

Es una constante histórica que esos pueblos o naciones civilizados y organizados se sitúan en un área geográ?ca donde actúan preferentemente o, incluso, prescindiendo de cualquier otro grupo humano. Cada pueblo procura obtener su “tierra prometida” o territorio delimitado, y cuando no está asentado en ella, es porque está sometido a otro pueblo como sirviente o pasa como peregrino. En no pocas ocasiones esas naciones insertas en otras se integran y confunden en una sola mayor y parcialmente modi?cada, pero se dan casos en que esto no ocurre y permanecen como elementos diferenciados, en situaciones no siempre pací?cas.4Un grupo humano autónomo, asentado en su propio territorio, que se encuentre sometido a un sistema de conducción y mando organizado, o más técnicamente, bajo un poder político o gobierno, conforma un Estado. No es corriente encontrar naciones que no conformen Estados, pero son buenos ejemplos de esta situación especial el pueblo judío durante la Diáspora, y los vascos, palestinos y kurdos, por ahora.

Colombia es un Estado libre e independiente, con una organización política de tipo republicano y gobierno democrático, estructurado con base en una Constitución escrita que sirve de fundamento para las actuaciones de autoridades y particulares.

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33. Independencia y autodeterminación de los pueblos

No es el sitio ni el momento apropiados para hacer un recuento histórico de la forma como los pueblos llegan a alcanzar su independencia, pero no olvidemos que en esto de la obtención de la individualidad de un grupo social determinado desempeña un papel predominante la política más que el Derecho, de modo que cualquier forma utilizada para conseguir la independencia tiene cabida, y a través de la historia vemos Estados que tienen origen espontáneo, pero no son pocos los que nacen como fruto de la violencia de ciertos sectores de poder o de la insurrección popular, hasta aquellos que nacen de decisiones jurídicas o políticas, sin olvidar el fraude, la negociación económica o la intervención externa directa divina y humana.

Un grupo humano autónomo y organizado, con una área geográ?ca donde asentarse y desarrollarse, genera una estructura de poder sobre sus miembros, sometiéndolos a las directrices establecidas por los gobernantes, que técnicamente se denomina soberanía, y que se mani?esta no solo en la capacidad de imponer reglas a los sujetos que se encuentran permanente o temporalmente dentro de sus fronteras, sino que también se exterioriza frente a los demás Estados, en la medida en que cada Estado aspira a que sus actuaciones y decisiones tengan la aceptación y el respeto de los demás, siendo condenable cualquier injerencia extranjera en los asuntos internos de un país, ya sea por la fuerza física o mediante sistemas indirectos de condicionamiento de la libertad de actuación.

Cada pueblo tiene la facultad de decidir cómo concibe su presente y su futuro, así como de seleccionar los mecanismos y herramientas que adopta para conseguirlo, lo que exige que los demás Estados acepten y respeten esas decisiones, por eso hablamos de autodeterminación de los pueblos, como un desiderata para todos los Estados, equivalente a la libertad y autonomía para los individuos.

Si bien es cierto que cada Estado debe guardar una respetuosa distancia en lo que toca con los asuntos propios de los demás Estados, no puede confundirse con la absoluta indiferencia cuando algunos gobiernos sobrepasan ciertos límites en el tratamiento de los súbditos o se convierten en amenaza para la estabilidad de terceros, que permite tomar medidas de repudio y de in-

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terferencia que pueden ser consideradas legítimas. Cuando un gobierno realiza acciones que traspasan ese impreciso lindero de lo tolerable, los demás Estados podrían, y de hecho deberían, intervenir para evitar los excesos en que incurren sus gobernantes.

Pero como siempre habrá quien estime que la valoración unilateral de lo que se considera una amenaza puede estar errada o sesgada, se han creado diversos organismos de representación multinacional a los que se delega la función de establecer cuándo es imprescindible...

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