Justicia y paz o el hidalgo y el bandolero: don Quijote con Roque Guinart - Una meditación sobre la justicia en «Don Quijote de la Mancha» - Libros y Revistas - VLEX 851270155

Justicia y paz o el hidalgo y el bandolero: don Quijote con Roque Guinart

AutorDiego Antonio Pineda Rivera
Páginas109-128
· 109 ·
Mandóselos volver al punto Roque Guinart y, mandando poner
los suyos en ala, mandó traer allí delante todos los vestidos,
joyas y dineros y todo aquello que desde la última repartición
habían robado; y haciendo brevemente el tanteo, volviendo
lo no repartible y reduciéndolo a dineros, lo repartió por toda
su compañía, con tanta legalidad y prudencia, que no pasó un
punto ni defraudó nada de la justicia distributiva. Hecho esto,
con lo cual quedaron todos contentos, satisfechos y pagados, dijo
Roque a don Quijote:
–Si no se guardase esta puntualidad con estos, no se podría
vivir con ellos.
A lo que dijo Sancho:
–Según lo que aquí he visto, es tan buena la justicia que es
necesaria que se use aun entre los mismos ladrones.
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Don Quijote de la Mancha
«No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero hago»
[decía San Pablo]. Palabras que nos sugiere la conducta de Roque
Guinart y que nos piden a gritos nos paremos a meditarlas. Y a
meditar que no es lo mismo cumplir la ley que ser bueno. Hay,
en efecto, quien se muere sin haber abrigado un solo buen deseo
y sin haber, a pesar de ello, cometido un solo delito; y quien, por
el contrario, llega a la muerte con una vida cargada de delitos y
de generosos deseos a la vez. Son las intenciones y no los actos
lo que nos empuerca y estraga el alma, y no pocas veces un acto
delictuoso nos purga y limpia de la intención que lo engendrara.
Más de un rencoroso homicida habrá empezado a sentir amor a
su víctima luego que sació su odio en ella, mientras hay gentes
que siguen odiando al enemigo que se murió, después de
muerto. Ya sé que son muchos los que anhelan una humanidad
en que se impidan los crímenes, aunque los malos sentimientos
envenenen las almas, pero Dios nos dé una humanidad de fuertes
pasiones, de odios y de amores, de envidias y de admiraciones,
de ascetas y de libertinos, aunque traigan consigo estas pasiones
sus naturales frutos. El criterio jurídico solo ve lo de fuera y
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mide la punibilidad del acto por sus consecuencias; el criterio
estrictamente moral debe juzgarlo por su causa y no por su
efecto. Lo que ocurre es que nuestra moral corriente está
manchada de abogacía, y nuestro criterio ético estropeado
por el jurídico.
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Vida de Don Quijote y Sancho

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