La metamorfosis de la hispanidad bajo el exilio español republicano de 1939. - Vol. 26 Núm. 2, Julio 2014 - Revista Desafíos - Libros y Revistas - VLEX 557921746

La metamorfosis de la hispanidad bajo el exilio español republicano de 1939.

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Páginas17(26)

The Metamorphosis of Hispanity Under the Spanish Republican Exile of 1939

A metamorfose da hispanidade sob o exílio espanhol republicano de 1939

La semántica de la hispanidad

El término hispanidad tiene unas connotaciones bien conocidas, al menos cuando se emplea en un sentido convencional y quizá algo irreflexivo, atendiendo únicamente a las inercias semánticas que ha generado su uso más extendido y frecuente. De cierta manera, se trata de un término que, fruto ya sea de usos o de abusos, remite en primera instancia a una constelación semántica marcada sobre todo por la visión tradicionalista de la cultura hispánica. En autores como Menéndez Pelayo, Miguel Antonio Caro o Ramiro de Maeztu, esta semántica designaría una especie de volkgeist de la cristiandad; es decir, sería la gran expresión colectiva y supranacional de las formas de vida propias de la tradición católica frente a la modernidad protestante, la Ilustración, la secularización, el liberalismo y sus consecuencias. El discurso de la hispanidad, en su acepción más convencional, giraría así en torno la transmisión de una cultura considerada excepcional por su esencia religiosa y su supuesto protagonismo en la civilización occidental, encontrando su épica en la España de los Reyes Católicos y difundiéndose seguidamente en América de una manera providencial, conforme a los contenidos doctrinales del catolicismo hasta conformar una suerte de imperio, no necesariamente político, pero sí, al menos, de carácter cultural.

Desde este punto de vista, el llamado atraso hispánico solo sería la expresión distorsionante e ideológica de lo que en realidad sería un singular e incluso superior modo de pensar y de estar en el mundo, de la misma manera que las bondades de la Ilustración disfrazarían un pensamiento más o menos perverso. Consecuentemente, en el marco de este singular modo de ser, la autonomía epistemológica y moral, política y religiosa, propia del sujeto ilustrado o de la razón crítica, quedaría reemplazada por un heroísmo carismático-sacrificial, nostálgico del orden teocrático medieval y heredero del ideal de caballero cristiano. Tal podría ser, a grandes rasgos y sin entrar en innumerables matices, el sentido más convencional de la hispanidad, la cual ofrece múltiples pliegues en función de cada autor, desde concepciones abiertamente reaccionarias o protofascistas, como las del Maeztu del Discurso de la hispanidad hasta otras, de carácter conservador, que plantean cierta apertura a la modernidad, aunque siempre ambigua, ecléctica y estratégica, en la línea de un Caro.

Desde esta primera aproximación, la hispanidad sería el núcleo semántico de los relatos tradicionalistas de nación en Iberoamérica o la sustancia de lo que Menéndez Pelayo denominó en 1883, en su correspondencia con Caro, una "nacionalidad literaria" (1957, p. 85) capaz de pervivir y de sobreponerse a la contingencia política del Estado o de legitimarla y reforzarla cuando esta última es afín. Si lo primero, ello permitiría articular un relato identitario alternativo a liberalismos boyantes o "amenazantes", como los que llegaron a tener una mayor o menor relevancia política en los años anteriores a la Regeneración, en el caso de la Colombia de Caro, o, por esos mismos años, en el horizonte del sexenio democrático español (1868-1874). En ambos casos, esos liberalismos serían identificados como "extranjerizantes" y deudores de los relatos de nación de inspiración ilustrada. Frente a ellos, el relato de la hispanidad, en términos de una nación literaria, pondría el relieve en la cultura clásica grecolatina como matriz civilizadora de Occidente, cuyo legado asumiría la espiritualidad cristiana, previo despojamiento de su decadente paganismo y bajo la custodia de la Iglesia romana.

La amplia dedicación filológica tanto de Caro como de Menéndez Pelayo a dicha cultura, tan palpable en su correspondencia, tendrá esta connotación, como antes la había tenido la obra de Andrés Bello, referencia para ambos. De acuerdo con la interpretación que los dos comparten, la lengua latina encontrará su más legítima herencia en la lengua castellana, cuyo origen es indisociable de la misma configuración del imperio español a costa de la exclusión peninsular de las culturas judía y morisca, y de la dominación en América sobre los lenguajes y las formas de vida indígenas. La excepcionalidad del patrimonio cultural español y su identificación con el catolicismo no excluye por tanto su trascendencia respecto del Estado nacional, la cual empezaría a cumplirse a medida que dicho patrimonio, identificado con algo tan ecuménico como el catolicismo, se extiende hacia América. La grandeza y la expansión imperiales se descubren así como los resortes providenciales de una tradición que pervive en la literatura, sobreponiéndose así a su contingencia política (Sánchez Cuervo, 2011).

No obstante, la hispanidad, en estos términos, también puede adoptar la forma de un potente y resorte legitimador de las políticas oficiales de un determinado Estado cuando siguen una orientación abiertamente reaccionaria y contrarrevolucionaria. La relación de la hispanidad con el exilio empieza a dibujarse con diafanidad. La hispanidad se descubre ahora como gran emblema de proyectos de Estado generadores de exilios a lo largo de la historia de España. Si aceptamos una noción amplia de identidad nacional o que la conciencia de ser español comienza a cristalizar bajo el imperio de los Reyes Católicos en torno a una fecha tan significativa como 1492, la experiencia del exilio y otras muchas formas de exclusión sería precisamente una de sus piedras angulares. Como bien es sabido, la integridad--religiosa, política y étnica--es el signo bajo el que se cumple la unificación de los reinos de Castilla y Aragón tras innumerables vacilaciones e inseguridades, de lo que darían cuenta año la expulsión de los judíos, identificados con lo hereje y lo impuro; las inminentes políticas de deportación y concentración de moriscos a lo largo de todo el siglo siguiente, consumadas en los sucesos de 1609, y la no menos inminente prolongación de esta lógica excluyente en América. Desde entonces, la semántica de la hispanidad desempeña un rol ideológico destacado a la hora de legitimar la exclusión de los disidentes, ya sean conversos, erasmistas, librepensadores, afrancesados, ateos, anarquistas o republicanos, unos y otros identificados con la anti-España o con aquello extranjero que hay que negar para preservar la propia identidad.

Todo se complicaría si en lugar de hispanidad habláramos de hispanismo, cuya semántica es mucho más compleja y, sobre todo, más heterogénea, cuya historia conceptual es más amplia y cuya acotación terminológica sería asimismo más equívoca. Y algo muy similar cabría decir del término hispanoamericanismo. Incluso si nos limitamos a hablar de hispanidad, esa aproximación rápida y hasta algo rudimentaria que acabamos de esbozar se complicaría progresivamente a medida que profundizáramos en los usos y en las significaciones históricas de este concepto. Bien es cierto que una formulación de referencia como la del ya mencionado discurso de Maeztu deja lugar a pocas dudas, pero una "historia conceptual" del término, empleando la afortunada expresión de Koselleck, podría descubrirnos una complejidad desconocida y hasta una que otra sorpresa. Ciertamente, la semántica de hispanidad no fue exclusiva de las ideologías reaccionarias, los nacionalismos fascistas y los relatos tradicionalistas, aunque fueran ellos los que, presuntamente, acuñaran el término con su significación más convencional, más conocida o más divulgada. La hispanidad tuvo muy diversas formas y traducciones (Torregroza y Ochoa, 2010) y algunas de ellas se reconocieron como tales en el exilio, en cuanto ligadas a relatos de nación frustrados o anegados, a relatos cuya vigencia solo fue fugaz, a maneras desplazadas de entender la cultura hispánica o a arqueologías diferentes. Una hipotética arqueología de la hispanidad exiliada tendría que revisar, por ejemplo, la compleja significación de Sepharad o de la identidad de los judíos expulsos, así como la identidad hispano-árabe de las comunidades moriscas exiliadas, o recorrer los laberintos del erasmismo español.

La hispanidad, término de cuño presuntamente muy posterior a estas experiencias, podría encontrar, sin embargo, en esas identidades importantes claves críticas y genealógicas. Más palpable habría de ser la presencia de este concepto en el horizonte de las revoluciones iberoamericanas de Independencia. Una hispanidad exiliada, en este contexto, nos remitiría a la accidentada experiencia del liberalismo tanto en una orilla como en la otra, de manera un tanto análoga a como lo hará después en los contextos del republicanismo español. El resultado, en todo caso, habría de ser una hispanidad heterodoxa y también equívoca, puesto que a menudo señala identidades que son formas de alteridad, afirma lo negado y niega, por tanto, la negación; y también porque anda por el mundo bajo el estigma de la antinación y la anti-España, para luego ya sea desprenderse de él poniendo en evidencia su contenido ideológico, ya sea metabolizarlo y llevarlo al terreno de la paradoja, apropiándose de su sustancia crítica. Hispanidad, por tanto, con minúsculas y con mayúsculas. Lo primero, porque se trata de una constelación de expresiones más o menos marginales o de una especie de "subhistoria" dentro de una historia mucho más amplia, de relatos y fragmentos que pugnan por expresarse en los intersticios de una narración más bien hostil. La hispanidad de los exilios se escribe con minúscula, porque es precisamente el resultado, si es que no el residuo, de las narraciones canónicas de ese mismo concepto. Pero también lo segundo, hispanidad con mayúsculas, puesto que permite rastrear significaciones veladas y desplazadas, simbólicas e incluso transgresoras, y por lo tanto más críticas hasta el punto de alterar sustancialmente el sentido...

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