México - Estudios de caso - Violencia y paz en la guerra contra las drogas. Ofensivas estatales y carteles en américa latina - Libros y Revistas - VLEX 874425020

México

AutorBenjamin Lessing
Páginas261-310
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MÉXICO
Condicionalidad abandonada
México se ha vuelto famoso por la violencia relacionada con las drogas, la cual
escaló dramáticamente del 2006 al 2012 y multiplicó por diez la intensidad del
conf‌licto entre los carteles y el Estado. Sin embargo, en México habían opera-
do pacíf‌icamente desde hacía más de un siglo grandes organizaciones crimi-
nales dedicadas al narcotráf‌ico. Desde su advenimiento en los años treinta, el
hegemónico Partido Revolucionario Institucional (
PRI
) gestionó activamente
los carteles mediante un esquema de protección amparado por el Estado —y
altamente condicional—. Este sistema empezó a desgastarse a f‌inales de los
ochenta y terminó de colapsar con la democratización de México en los noven-
ta. Aunque los carteles se volvieron más fuertes desde los noventa debido a las
fuerzas del mercado, el factor desencadenante del conf‌licto entre los carteles y
el Estado —y posiblemente de la guerra territorial entre carteles— fueron los
cambios en la política estatal. Este capítulo hace cuatro af‌irmaciones centrales:
(1) bajo el régimen del
PRI
como partido único (1930-1989), la condicionali-
dad fue alta, lo cual llevó a los carteles a evitar la violencia contra el Estado;
(2) la democratización (1990-2000) debilitó la condicionalidad y empujó a los
carteles a adoptar estrategias violentas, aunque la violencia contra el Estado
siguió siendo escasa; (3) la ofensiva limitada e incondicional impulsada por
el presidente Vicente Fox (2003-2005) empujó a los carteles a contraata-
car, desencadenando el comienzo del conf‌licto entre los carteles y el Estado;
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VIOLENCIA Y PAZ EN LA GUERRA CONTRA LAS DROGAS
y (4) la ofensiva masiva del presidente Felipe Calderón (2006-2012) redujo
severamente la condicionalidad, lo cual llevó a un conf‌licto pleno entre los car-
teles y el Estado. También concluyo que los intentos de reformar las políticas
en una dirección más condicional en el 2010 y el 2011 básicamente fracasaron,
pero aumentaron de forma modesta la condicionalidad en algunas agencias
represivas. Esto puede haber inducido a algunos carteles a adoptar estrategias
menos confrontativas. Bajo el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, la
política estatal parece haberse mantenido fundamentalmente incondicional y
el conf‌licto entre los carteles y el Estado continúa.
Marco general
Entre diciembre del 2006, cuando el presidente Felipe Calderón llevó
a las fuerzas armadas de México a una “guerra sin cuartel” contra los
carteles de la droga, y el f‌inal de su período, seis años después, se per-
dieron cerca de 75 000 vidas por cuenta de la violencia relacionada con
los carteles. La guerra contra las drogas de México empezó antes de que
Calderón llegara al gobierno y ciertamente continuó mucho después.
Sin embargo, la ofensiva de Calderón y la explosión de violencia que
siguió representan rupturas radicales con el pasado. Lo que había sido
una preocupación creciente pero menor al comienzo de la presidencia
de Calderón se volvió una crisis duradera de proporciones nacionales,
que alteró la percepción de México a los ojos del mundo y de su propios
habitantes. Más aún, el enfoque militar e incondicional de Calderón fue
discretamente adoptado por su sucesor, Enrique Peña Nieto, a pesar de
las promesas iniciales de dar marcha atrás. Para el momento en que se
escribe este libro (f‌inales del 2016), la violencia de los carteles —entre
otras, la violencia contra el Estado— ha disminuido desde su pico en el
2011 y ya no se habla tanto de ella, pero continúa a niveles nunca vistos
antes del 2006. La celebración de los diez años de la guerra de Calderón
encendió momentáneamente un renovado debate público, destacando
irónicamente la forma en que el conf‌licto pasó de ser un rasgo polémi-
co de la vida mexicana a convertirse en una característica permanente.
Las ofensivas de Calderón parecen haber empujado a México hacia un
nuevo y desgarrador equilibrio, en el cual la guerra militar contra las
drogas es la nueva normalidad; si los treinta años de conf‌licto de Río
de Janeiro sirven de indicación, este es un equilibrio capaz de volverse
demasiado estable.
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MÉXICO
Es demasiado fácil echarle la culpa de este baño de sangre a la mala
suerte geográf‌ica, un nuevo giro trágico al lamento de toda la vida de
“¡Pobre México! Tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”.
Atrapado entre los sembrados de coca de los Andes y los insaciables
mercados de la cocaína de los Estados Unidos, México se convirtió en
el camino obvio hacia el norte, después de que los esfuerzos de prohi-
bición de los Estados Unidos cerraran las rutas del Caribe a comienzos
de los noventa. Esos mismos esfuerzos ayudaron a desmantelar a los
hegemónicos carteles de Medellín y de Cali en Colombia, lo cual dejó a
las organizaciones narcotraf‌icantes mexicanas como dueñas del juego
y alimentó todavía más su crecimiento. Para terminar de empeorar las
cosas, las laxas leyes sobre armas de los Estados Unidos les dieron a los
carteles mexicanos fácil acceso a las armas de fuego, incluso todavía más
después de que expirara en el 2004 la ya porosa ley de Prohibición Federal
de Armas de Asalto (Dube et al. 2013). Los carteles llegaron incluso a
benef‌iciarse, de manera perversa, del know-how y el fervor antinarcóti-
cos de los Estados Unidos: miembros del cuerpo élite mexicano Grupo
Aeromóvil de Fuerzas Especiales (
GAFES
) aprovecharon su entrenamiento
en la Escuela de las Américas cuando desertaron para formar Los Zetas,
la milicia privada del cartel del Golfo. A comienzos de la primera década
del 2000, los carteles mexicanos habían crecido hasta convertirse en unas
de las organizaciones criminales más ricas, poderosas y mejor armadas
del mundo, un remate apropiado, aunque triste, para cincuenta años de
historia de una represión respaldada por los Estados Unidos, que fue
empujando involuntariamente el tráf‌ico de la cocaína desde Chile hacia
el norte (Gootenberg 2012).
Sin embargo, la guerra contra las drogas de México debe entenderse,
en últimas, como un producto de la política y las políticas nacionales,
sobre todo por el f‌in del gobierno de un partido único, bajo el
PRI
, y las
dinámicas que puso en marcha la democratización. Durante la mayor par-
te del siglo
XX,
el
PRI
gestionó activamente, y pacif‌icó, el siempre enorme
narcotráf‌ico de México, demostrando que la mera existencia de carteles
bien organizados no tiene por qué producir una guerra militar contra las
drogas. Por otro lado, el
PRI
logró esto —tal como hizo muchas otras co-
sas— mediante la práctica de una corrupción sistemática, en la que auto-
ridades de todos los niveles del gobierno extraían regularmente sobornos
de los narcotraf‌icantes. Cuando la hegemonía del
PRI
se desmoronó en
los noventa, lo mismo sucedió con este sistema de protección amparada
por el Estado y la represión altamente condicionada que lo mantenía.

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