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El monumento a Bolívar en Nueva York

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Vincent
Páginas13-18
3. El monumento a Bolívar en Nueva York*
Entre los hombres que han ejercido influjo en el nacimiento y en la constitu-
ción de los pueblos por medio de la guerra, Bolívar aparece como un monte
dorado a fuego, que sintetiza en sus entrañas todos los esfuerzos pasados, que
lleva en latencia todos los gérmenes futuros, y que, contrastándose en el azul,
figura la proyección ilimitada del pensamiento y del amor. César se eleva sobre
el pedestal de la Roma adulta, y no hace sino dejar ideados los caminos de
una vasta reforma: Bolívar desenvuelve en la América niña la conciencia de
la personalidad, y consuma una gran revolución con su ardiente elocuencia,
con su espada flamígera, con su genio de estadista. Alejandro Magno, como
una flecha que escapó del arco ex-temporáneamente, señala el ímpetu más
atrevido y más rápido del genio guerrero. Y en medio de fragosas conquistas,
aquel joven, bello como un Dios y ardiente como un relámpago, vislumbró la
ley de la solidaridad humana en el trabajo, y fió al comercio de los hombres
lo que para la filosofía no era sino una cima inaccesible.
Pero el héroe que parece ir ciñendo el Asia con un cinco hecho de espa-
das, no logra ceñir su albedrío al decoro de su inteligencia, y se extingue como
la vibración de la flecha en la fugacidad de su vuelo. Bolívar se alza, triunfa,
brilla: su nombre resuena en Europa como emblema y augurio de las más ge-
nerosas reivindicaciones; recoger las experiencias del poder, saborea las hieles
humanas, y consuma el viaje de circunnavegación del mundo moral, entre el
rumor de las olas y de las palmas en la melancolía de san Pedro Alejandrino.
Como la de Sócrates, como la de Jesús, su muerte es conmovedora y ejemplar.
* Publicado en El Demócrata, domingo 24 de abril de 1921.
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