Mundos en la estela del desastre: esbozos para una historia de la finitud - Universalidades e historicidades - A la sombra de lo político - Libros y Revistas - VLEX 777558921

Mundos en la estela del desastre: esbozos para una historia de la finitud

AutorDiego Cagu?eñas Rozo
Páginas223-240

Mundos en la estela del desastre:
esbozos para una historia de la nitud
D C R
U I
… el todo es dado en la inagotable
multiplicidad de lo diverso.
Foucault
L   se escribirá busca atenerse a una idea de carácter más o menos
programático: un pensamiento del mundo (hoy) vendría a ser la descripción de
(y solo de) aquello que cae (que se ofrece) bajo la designación del dedo índice
(con la salvedad de que tal designación en ocasiones requiere de una palma ex-
tendida y de un suave recorrido abarcador del brazo):
I
El desastre es lo in nito. El desastre está siempre acabado. Por tratarse de una de
las expresiones más puras y violentas del simple acaecer, el desastre es también
una de las formas más insidiosas en las que nuest ra nitud se nos hace presente.
Este texto forma pa rte de mi proyecto de investigación do ctoral “Between Catholic ism and
Cosmovision: e Politic s of Belief and Conversion in Tierradentro, Colombi a”, bajo la direc-
ción de la profesora Ann Stoler, y na nciado por el Janey Program in Lat in American Studies
en la New School for Socia l Research, y por la National S cience Foundation. Se bas a en repetidas
temporadas de ca mpo de diferente duración en Tierradent ro, Cauca, desde julio de  . Deseo
agradecer a El ías Sevil la y Martha Peñuela por s u apoyo y compañía en las etap as iniciales de e sta
investigación. Monse ñor Edgar Tirado Maz o puso a mi disposic ión material de archi vo de la Dió-
cesis de Tierradentro q ue me ha sido invaluable. Omay ra Velasco y su familia me ha n acogido en
su hogar, y los profesores Manuel Escob ar y Jair Cardozo ha n sido pacientes con mis pregunta s.
 a la sombra de lo polí tico
Sean los interminables minutos de la ola que arra sa, sean los incontables segun-
dos del temblor que estremece, sea el súbito instante del disparo que aniquila, el
desastre es vivido en el eterno presente de lo inevitable y lo ir reversible. El desastre
nos atrapa en un presente siempre ya cumplido, que no admite objeción. Y pre-
cisamente ante ello, ante lo inevitable y lo irreversible, vivi mos la experiencia del
límite: nada podemos hacer para deshacer lo acaec ido. Nuestra nitud se nos hace
irrecusable ante la imposibilidad de deshacer la dev astación. El desastre es lo ya
ocurrido. Casi siempre previsto, presentido, precedido por señales, no obstante
nos llega de repente, como caído del cielo. El desastre: dis-astro: el astro ca ído
de su órbita. Lo que va mal; lo que no va. Desorganización del cosmos, interrup-
ción del mundo. En suma: irrupción plena. Por ser simple acaecer, el desastre no
signica nada, no es síntoma de algo más, no nos habla en ni ngún lenguaje. Tan
solo arriba, toma lugar, irrumpe. Tras él, en su estela, buscamos reconst ruir el
mundo, pero la herida de la nitud ha quedado marcada de una vez por todas:
el desastre nunca podrá ser deshecho. Y sin embargo, esta her ida, a pesar de su
carácter apabullante, categórico, no nos sume en la impotencia. De hecho, el
desastre pone en juego las dos caras de la nit ud: negación y armación, nega-
tividad y positividad —el l ímite y la posibilidad—. Tras el desastre, reiniciamos.
Se trataría entonces de la supervivencia, de la v ida tras el desastre, o, lo que
es lo mismo, de la vida misma. Porque el desastre nos antecede —siempre—.
Nuestras vidas son, de antemano, superv ivencias; vidas viv idas después de su
interrupción. Pero una vez ha tomado lugar, lo que queda del desastre no es tan
solo la muerte, la negatividad, sino la apremiante positividad de las v idas que se
transforman en rast ros de su violenta manifestación, y que, aun así, se rehúsan
a dejarse determinar en su tota lidad por él. El desastre no lo es todo. La super-
vivencia es lo que resta del desastre, y en cuanto ta l, es también su modo parti-
cular de determi nación, aunque siempre se trate de una determinación tan solo
parcial. Las vida s vividas después del desastre no le pertenecen; la superv ivencia
siempre se encuentra en exceso de aquello que interrumpe la vida. Mientras
existamos como especie, ello no dejará de ser a sí. Y sin embargo, el desastre nos
recuerda que no podemos dejar de pensar la interrupción, la irrupción. En el
caso en cuestión, esto querría decir que aún estoy por comprender a cabalidad
los diversos modos en que el desastre determinó, y continúa determina ndo, mi
encuentro con Víctor D indicué en el cruce entre San A ndrés de Pisimbalá, lugar
de tumbas prehispánicas y de entier ros de pijaos, es decir, de espíritus peligrosos,
y Belalcázar, punta de lanz a de la misión evangelizadora lanzada en contra de
la superstición, del demonio y de la idolatría. En rigor, no se trata de algo que
merezca ser contado. Después de todo, no es más que un apretón de manos.
Nombre cambiado.

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR