Nuevas percepciones ideológicas, renovación democrática y Estado benefactor (1900-1950)
| Autor | Luis Pacheco Pastene/María Antonieta Huerta Malbrán |
| Páginas | 131-212 |
Capítulo III
Nuevas percepciones ideológicas, renovación
democrática y Estado benefactor (1900-1950)
La emergencia de lo social y la transformación de lo político
Las ideas en torno a las libertades y derechos de la persona y a la democracia
como ideal del sistema político, se hacen presentes en el quehacer intelectual
del siglo xix y de las primeras décadas del siglo xx.
El liberalismo, con sus contradicciones y debilidades, había desempe-
ñado un rol decisivo en este debate y en todo el proceso de cambios y trans-
formaciones que se estaba viviendo en el mundo occidental. Sin embargo,
debemos afirmar que la democracia, a pesar de los progresos alcanzados, se-
guía siendo una aspiración no cumplida. Se reconoce que un movimiento au-
ténticamente liberal y amplio, además de influyente, solo se dio en Inglaterra
en la segunda mitad del siglo xix y en los primeros años del siglo xx. En Estados
Unidos no se dio propiamente un liberalismo clásico, al decir de la mayoría de
los autores, aunque heredó los elementos básicos de la tradición por medio
del puritanismo. En Europa, con la excepción de Inglaterra, las ideas liberales
tienen un desarrollo difícil, muy fragmentado, por las luchas tanto religiosas
como civiles. Una serie de principios liberales se incorporan a las constitucio-
nes europeas, pero muchas veces en versiones oligárquicas y aristocráticas,
en las que se consagraban por igual libertades y privilegios que impidieron
proyectos sociopolíticos más amplios y democráticos.
Hasta los primeros años del siglo xx, las libertades políticas y los dere-
chos sociales conseguidos por el liberalismo no estaban en un mismo nivel
que el desarrollo de los derechos económicos. En muchos países, las medidas
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legislativas para proteger los derechos de los trabajadores fueron muy tardías
o con escaso efecto real. Si consideramos que los Estados con mayor desarrollo
estaban legislando sobre cuestiones sociales básicas, hasta algo más allá de la
primera década de este siglo, que el mundo entra en guerra en 1914 y que
en 1929 el sistema capitalista enfrenta una profunda crisis de la cual saldrán
grandes transformaciones, podemos sostener que el liberalismo clásico —que
había sufrido algunos cambios, pero sin transformaciones importantes— nun-
ca pudo alcanzar su utopía de democracia y libertad verdaderas, a pesar de ha-
ber hecho algunos avances importantes. Sin lugar a dudas, las contradicciones
entre lo político y lo económico se sintieron en esta fase de su desarrollo muy
duramente y nunca serán superadas en la evolución histórica.
Lo anterior no tiene como consecuencia necesaria que las ideas y aportes
del liberalismo y su versión de democracia hayan fracasado en forma absoluta.
Más bien queremos destacar que su realización histórica era un ejercicio difícil.
Por una parte, se encuentran las aspiraciones libertarias legítimas, dentro de
las contradicciones propias del sistema; y por la otra, las dificultades y oposi-
ciones que en la mayoría de Europa significaba la herencia pesada del Antiguo
Régimen, y en América, las dificultades propias de naciones nacen a un espa-
cio de libertad, en un contexto económico y político muy poco favorable.
Las dificultades para crear una democracia liberal en los países que ha-
bían puesto en marcha la Revolución industrial también son argumentos para
explicar, aunque parcialmente, las dificultades para implementar el sistema en
las áreas del desarrollo del capitalismo dependiente o periférico, como es el caso
de los países de América Latina. Esto sucedió cuando los países obtuvieron su
independencia política del centro desarrollado, cuya primera fase (segunda mitad
del siglo xix y primeros años del siglo xx) determinó el predominio de Inglaterra.
Las propias características heredadas de la etapa colonial, la incomunicación
y división del continente americano, los intereses políticos y económicos de los
diversos grupos locales, el escaso desarrollo de una infraestructura económica,
el predominio de una economía basada en el monoproducto, las dificultades
de integración nacionales y regionales, entre otros factores, determinarán que
los países de América Latina entren al desarrollo capitalista enteramente subor-
dinados a los intereses de los grandes centros industriales1.
1. Sobre estos factores de dependencia, véanse entre otros: Julio César Jobet, Ensayo crítico del
desarrollo económico social de Chile, 2ª Edición (Santiago: Editorial Universitaria, 1955).
Hernán Ramírez Necochea, Historia del Imperialismo en Chile (Santiago: Editorial Austral,
1960).
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Las condiciones brevemente reseñadas serán algunas de las importantes
causales que limitarán el desarrollo de unas estructuras sociales y políticas
que sirvan efectivamente al desenvolvimiento de la democracia y de las aspi-
raciones liberales. Los países de América Latina, durante el siglo xix se vieron
dominados por el caudillismo, de alguna manera vigente en el siglo xx, y por
el militarismo, cuyo predominio ha caracterizado por largas décadas a muchos
países. Si en los centros que estaban en la vanguardia por la revolución indus-
trial y por las revoluciones liberales, la democracia había avanzado muy lenta
y precariamente, en América Latina, dependiente y controlada por los intereses
internacionales no encontrará oportunidades de establecerse de manera sólida
y echar raíces. Salvo en unos pocos países donde ha constituido una excep-
ción, pero aún así con grandes limitaciones y altibajos.
Las dificultades de las aspiraciones libertarias, democráticas, le dan tam-
bién el contenido al desarrollo de los movimientos obreros y sindicales de los
siglos xix y xx; además de contribuir a las conquistas de los trabajadores, dichas as-
piraciones comienzan a cambiar lentamente las bases del funcionamiento del
sistema. El capitalismo, que se había desarrollado en una primera fase sobre las
bases de las masas trabajadoras desprotegidas, debe enfrentar los cambios pau-
latinos que significan el crecimiento de las organizaciones laborales y políticas.
La Iglesia del siglo xix, sorprendida al comienzo por la vorágine del mo-
dernismo entra con León XIII a jugar un rol decisivo en la cuestión social de la
época. El Pontífice inserta a la Iglesia en el mundo surgido de la revolución,
inaugurando una nueva época en su historia, no solo por lo que va a ser el de-
sarrollo de la Doctrina Social, sino porque, más allá de los éxitos o limitaciones
del proyecto de León XIII, es a partir de este nuevo espíritu que se hace com-
prensible la evolución posterior de la Iglesia, tanto en sus niveles jerárquicos
como en el compromiso de laicos y religiosos, por causa de la justicia social y
de la libertad. Entre Pío IX, el papa del Syllabus y Pío X el papa de la reforma
conservadora, se sitúa León XIII, como una luz que sobrepasa a la realidad de
ese presente. Buscando un rasgo característico de su Pontificado, podemos
afirmar que el papa se esforzó por establecer una armonía entre la Iglesia y el
desarrollo de la cultura de su tiempo, pasando por lo social y lo económico,
a la vez que busca niveles de entendimiento y comprensión mutua, tratando
de impregnar la cultura moderna, pero también modernizar la vida cristiana2.
2. Oscar Kholer, “El Plan Mundial de León XIII: Objetivos y Métodos”, en Manual de la Historia de
la Iglesia. Tomo VIII. Hubert Jedin (Barcelona: Editorial Herder, 1978), 48. Muchas de las
nuevas PercePciones ideoLógicas, renovación deMocrática • 133
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