Introducción. Evocación de Carlos Holguín Holguín
Autor | Fernando Hinestroza |
Cargo del Autor | Rector de la Universidad Externado de Colombia |
Páginas | 525-529 |
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Se me ha pedido que haga una evocación de Carlos Holguín Holguín, a lo cual procedo complacido, a la vez que con nostalgia.
Lo conocí a finales de 1951, cuando, comenzando a ejercer la profesión de abogado, se me encargó formular un recurso de casación contra una sentencia aprobatoria de partición sucesoral. Asunto complejo, de modo que tomé la iniciativa de buscar una transacción. El abogado de la otra parte era el Dr. Carlos Holguín Holguín, prestante civilista, profesor en la Universidad Nacional y del Colegio Mayor del Rosario, distinguido hombre público. Armado de valor, lo visité en su oficina del cuarto piso del entonces recientemente reconstruido edificio Henri Faux, en la esquina de la avenida Jiménez con carrera 7ª. Con cordialidad distante me manifestó que consultaría con sus clientes.
Las conversaciones avanzaron y, afortunadamente, desembocaron en un arreglo amigable y el comienzo de una amistad con él, que con el tiempo se fue fortaleciendo y ampliando a otros campos, hasta su muerte.
De esa primera visión recuerdo, como flashes de sus sentimientos, definitivos para apreciar su personalidad, el retrato de su familia: una señora y dos chicos que luego identifiqué como Magdalena, Magdalenita y Roberto, y su tarareo de tonadas de improviso: al rompe me viene a la memoria la Rapsodia de Rachmaninof sobre un tema de Paganini, con cuya melodía se deleitaba: muestras espontáneas de su sensibilidad natural.
Habiendo de llevar los recuerdos en orden cronológico, paso al comienzo del Frente Nacional. El Dr. Holguín, nombrado gobernador de Cundinamarca en 1957, hubo de alternar sus ocupaciones administrativas y políticas, entre ellas laPage 526 supervisión del plebiscito, con los ensayos de la presentación de la Novena Sinfonía de Beethoven en el Teatro Colón, como integrante de la Coral Bach, a la que se mantuvo fiel hasta el final de ella. Solía evocar con gracia un juego de palabras muy bogotano, del que fue protagonista: alguien en un corrillo le reprochó que, siendo gobernador, exaltara con fervor, repetidamente, el fraude, como tenor en la Oda a la alegría de Schiller: "Oh Freude, nicht diese Töne [...] Freude, Freude", pero, estando presente Otto de Greiff, el gran devoto y divulgador de la música culta, compañero suyo en el Consejo Directivo de la Universidad Nacional, había despejado el equívoco, en medio de una carcajada general: "No se pronuncia fraude, sino froide".
A mediados de 1965, Jorge Enrique Gutiérrez Anzola, Carlos Restrepo Piedrahíta, Carlos Holguín, Álvaro Copete Lizarralde y yo fuimos invitados por el...
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