Oscilante y compleja relación - Política exterior y vecindad con Colombia - De Chávez a Maduro: balance y perspectivas - Libros y Revistas - VLEX 691033837

Oscilante y compleja relación

AutorSocorro Ramírez
Páginas209-243

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Las relaciones de los gobiernos de Colombia y Venezuela han oscilado siempre entre el acercamiento y la tensión. Hasta ahora ha sido imposible concertar y mantener un núcleo básico e inamovible de acuerdos e instituciones que, a pesar de las diferencias intergubernamentales, permita hacerle frente a las complejas problemáticas fronterizas y aprovechar para mutuo beneficio su intensa vecindad.

En esa oscilación han incidido el problema limítrofe, primero terrestre y luego marítimo, y más recientemente la diferenciación de modelos políticos y económicos de los dos países. Las discrepancias hicieron más frecuente y abrupto el vaivén entre el conflicto y la cooperación en los últimos dieciséis años (1999-2015), periodo en el que nos concentraremos en la primera parte de este escrito. En la segunda parte analizaremos la variación e intensificación, en ese período, de problemáticas cruciales en la relación binacional - migratoria, económica, de seguridad y fronteriza - que no han contado con acuerdos ni mecanismos permanentes para su tramitación.

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1. Acercamiento y tensión

En los últimos tres lustros de las relaciones oficiales colombo-venezolanas - que corresponden a los mandatos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro y de tres presidentes colombianos- se pueden establecer cinco fases,1configuradas a partir de las apuestas de los gobiernos, las dinámicas propias de cada uno de los dos países, el contexto regional e internacional y las interacciones fronterizas y de vecindad. En ellas es posible encontrar continuidades pero también cambios en la naturaleza de las tensiones así como en los esfuerzos dirigidos a manejar de manera concertada asuntos comunes.

1.1. Neutralidad y rechazo

La primera fase, 1999-2002, corresponde al periodo en el que coincidieron los presidentes Hugo Chávez y Andrés Pastrana. Además de las mutuas desconfianzas por la delimitación de áreas marinas y submarinas, ambos mandatarios heredaron problemáticas nacionales que incidían en la relación bilateral, y le agregaron ellos mismos nuevos ingredientes de tensión; actuaron, además, de forma radicalmente distinta tanto en sus países como en el hemisferio.

El mandatario venezolano reconsideró los fines, medios, alianzas y estilos diplomáticos. Tomó distancia del presidente Bush, lanzó una estrategia global con miras a estimular un mundo multipolar (reviviendo para ello la Organización de Países Exportadores de Petróleo -opep-), impulsó nuevos organismos internacionales, tejió alianzas con actores gubernamentales, políticos y sociales de distintos países y apoyó a la izquierda latinoamericana y caribeña. En cambio, en Colombia, la agudización del conflicto interno -en especial en ámbitos fronterizos compartidos con Venezuela y Ecuador-, la articulación de dicho fenómeno con temas centrales de la agenda global, así como la fragilidad del Estado para responder a la ofensiva armada de los grupos irregulares, llevaron a Pastrana a una doble estrategia: buscar el fortalecimiento militar del Estado y adelantar un proceso de negociación con las farc. La utilización de la zona de distensión por parte de la guerrilla, no para avanzar hacia la paz sino para reforzar sus capacidades en el contexto de la guerra, así como los errores del gobierno, terminaron hipotecando a las

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estrategias estadounidenses buena parte de la diplomacia por la paz adelantada por el gobierno.

Si bien las opciones políticas de los dos mandatarios no estaban necesariamente dirigidas a competir una contra otra, sí tenían repercusiones mutuas. Al distanciarse de Washington, Chávez prohibió los sobrevuelos estadounidenses para el control antidrogas, reaccionó contra el Plan Colombia, pidió el ingreso de Venezuela al mercosur, la retiró de la Comunidad Andina y del Grupo de los Tres y cuestionó el Área de Libre Comercio de las Américas -alca-. Al mismo tiempo, Pastrana articuló las luchas antidrogas y antisubversiva en el Plan Colombia, pidió el ingreso de Colombia al nafta (el tratado de Estados Unidos con Canadá y México) o al menos un acuerdo bilateral de libre comercio con el país del norte, y se comprometió con el alca.

Pronto saltaron los mutuos temores y coparon la relación. Desde Venezuela se temía que la cercanía entre Bogotá y Washington se volviera problemática para la consolidación del proceso bolivariano y le otorgara a Colombia una ventaja militar en el diferendo marítimo. Desde esta última se temía que la proximidad ideológica bolivariana con la guerrilla se transformara en apoyo estratégico a la misma y en instrumento de extensión del proceso bolivariano hacia el país.

La percepción de cada país sobre lo que ocurría en el territorio de su vecino llevó a posiciones que cada uno resintió negativamente, así como a la recurrente parálisis de los órganos de vecindad, que venían funcionando desde finales de los años ochenta y le daban cierta estabilidad a la relación. La Comisión Negociadora -encargada de los temas considerados más litigiosos cuando se conformó la agenda a finales de los años ochenta, como la delimitación en el golfo, la densificación de hitos demarcadores de la línea limítrofe, las migraciones, las cuencas hidrográficas y la navegabilidad de ríos comunes-, y la Comisión Presidencial de Integración y Asuntos Fronterizos -copiaf- fueron sucesivamente convocadas y luego desconvocadas y paralizadas al ritmo de los desencuentros entre los gobiernos centrales. En cambio, el gobierno de Chávez nunca estuvo dispuesto a que se convocara la Comisión Militar Binacional Fronteriza -combifron.

Varios hechos provocados desde Venezuela llevaron a la parálisis de los mecanismos de vecindad. Entre ellos se encuentran: la declaratoria de neutralidad ante la confrontación armada colombiana proferida por Hugo Chávez el 9 de febrero de 1999, su disposición a conversar con los jefes guerrilleros

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aun sin consentimiento del gobierno colombiano,2el intento de convocar al embajador colombiano a un evento en el que también participaría la guerrilla, la firma de un memorando de entendimiento entre el gobierno venezolano y las farc en torno al "proyecto fronteras" el 10 de agosto de 1999,3el video de un encuentro entre representantes de los cuatro componentes de las fuerzas armadas venezolanas con las farc ocurrido el 6 de julio de 2000 y el simultáneo anuncio de la aparición de "autodefensas venezolanas organizadas por los paramilitares colombianos" (Crece la polémica por paramilitares, 2002), dieron lugar a mutuas y frecuentes recriminaciones entre los dos presidentes.

En ese ambiente, se produjo en Venezuela el golpe del 11 de abril de 2002. El anuncio de la renuncia de Chávez, formulado por el general Lucas Rincón, inspector de las fuerzas armadas y militar de más alta graduación, y su posterior confirmación por parte de un alto jerarca de la Iglesia y del canciller Luis Alfonso Dávila en la reunión del Grupo de Rio, sumados a la creciente oposición que suscitaba Chávez, contribuyeron a la confusa posición de varios gobiernos, y en concreto del colombiano. Los ministros de relaciones y de comercio exterior y un alto mando de las fuerzas armadas dieron declaraciones favorables a Pedro Carmona, quien asumía como presidente interino. Contaron en estas reacciones la postura reactiva que había primado durante el mandato de Pastrana frente al gobierno de Chávez, la exasperación frente a su posición con respecto a la guerrilla y la esperanza de que se produjera el retorno a un régimen con el que, si bien podría haber dificultades por el problema territorial, habría más posibilidades de aproximación.

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1.2. Aproximación mutuamente ventajosa

La segunda fase, de comienzos de 2003 hasta el 21 de noviembre de 2007, se inició luego de que Chávez, reelegido en el poder, derrotara la rebelión de sectores militares y el paro petrolero. Esta etapa coincidió con el primer gobierno de Álvaro Uribe y con parte de su segundo mandato.

En el primer año en que coincidieron como presidentes, Chávez y Uribe concretaron una mutua aproximación. A tal punto que, cuando a finales de 2003 se presentó el "caso Granda" -ocasionado por la detención en Venezuela, por miembros de las fuerzas de seguridad colombiana, del llamado canciller de las farc, que había recibido identificación y protección venezolana- los medios hablaron de un acuerdo secreto entre los dos presidentes para su entrega.4Sin embargo, la presión del movimiento bolivariano y de las farc llevó a que el gobierno venezolano cuestionara la legalidad del hecho, por lo que las tensiones resurgieron hacia el primer semestre de 2004. Ambos gobiernos creyeron encontrar en ese caso la prueba de sus temores recíprocos, a pesar de que ninguno de los dos habría podido defender su comportamiento en términos del derecho internacional ni de una buena vecindad. El colombiano había propiciado una operación encubierta de seguridad en el país vecino sin informar a sus autoridades, y el venezolano había otorgado cédula de ciudadanía y condiciones especiales al guerrillero.

Con todo, rápidamente se produjeron audaces iniciativas para superar la tensión. Del lado colombiano, Uribe ofreció enseguida su ayuda para clarificar la presunta presencia en Venezuela de paramilitares colombianos, detenidos en ese país. Luego, el 14 de julio, un mes antes del referendo convocado en Venezuela para una eventual revocatoria del mandato de Chávez, Uribe lo visitó en El Tablazo, Zulia. Allí anunció que desistía de su idea de comprar tanques de guerra...

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