Política pública: una mirada al presente y al futuro
Autor | Luis F. Aguilar |
Cargo | Profesor de Política pública y gobierno, Universidad de Guadalajara |
Páginas | 31-61 |
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OPERA, No 12
1 Profesor de Política pública y gobierno, Universidad de Guadalajara. Investigador nacional emérito de México.
Del 2006 al 2013 ha sido miembro del Comité de Expertos de la en Administración Pública.
Mientras en los siglos y la cues-
tión política central fue la legitimidad de los
gobiernos –cómo liberarse de gobiernos que
no merecían obediencia y no tenían derecho a
gobernar por su arbitrariedad, violencia, exclu-
sión, criminalidad, por su incompetencia y co-
rrupción y, en positivo, cómo crear gobiernos
democráticos, socialmente producidos, reco-
nocidos, representativos y responsables–, hoy
en el siglo la cuestión central, decisiva para
el futuro de nuestros países y de la democracia
misma, es la que indaga sobre la capacidad y
la ecacia directiva de los gobiernos legítimos
y sobre las condiciones que hacen posible la
existencia de gobiernos que gobiernen a sus
sociedades de modo ecaz.
A raíz de la democratización de los regí-
menes autoritarios, la legitimidad del cargo
o posición de autoridad y la legalidad de la
actuación del gobernante democrático están
fuera de discusión, pero no así su rendimiento
social, su producción de resultados de valor
para la sociedad que gobierna o intenta gober-
nar. Debido a las fallas analíticas, de decisión,
nancieras, administrativas y hasta institucio-
nales de numerosos gobiernos democráticos
(de los nuevos y de los antiguos, de los más
sociales o los más liberales), combinadas con
las fallas de ciudadanía de numerosos sectores,
grupos y personas, la cuestión de la capaci-
dad y ecacia directiva de los gobiernos se ha
puesto en el centro de las preocupaciones de
los ciudadanos y de las disciplinas que estu-
dian el gobierno. En el terreno de los valores
humanistas y políticos es incuestionable el
triunfo y la superioridad del gobierno demo-
crático sobre los regímenes autoritarios, pero
en la dimensión del desempeño social, de los
resultados sociales, el gobierno democrático es
blanco de críticas, interrogantes y dudas. Tie-
ne que acreditar aún mayor efectividad social,
incluso si no se comparte la ilusión (más bien
religiosa, taumatúrgica) de que el gobierno
puede y debe solucionar todos los problemas
de la sociedad humana.
Varios son los factores que se listan para
explicar las limitaciones directivas y aun ad-
ministrativas de los gobiernos en los asuntos
públicos de sus sociedades. Se señalan factores
endógenos, como el crónico desequilibrio scal
de los Estados, la disociación entre los gobier-
nos y la fragmentación intragubernamental,
las fallas crónicas de la representación política,
las distorsiones del sistema de justicia y policía,
P :
L F. A
AproximAción metodológicA Al estudio de lAs políticAs públicAs
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la inestable calidad de los servicios públicos, la
persistencia de hechos de corrupción y arbitra-
riedad… Se señalan también factores exógenos
al Estado, como la liberalización y la globaliza-
ción de la economía, la autonomía y preemi-
nencia del capital nanciero sobre las demás
actividades económicas, la transformación
del proceso de trabajo (economía del conoci-
miento), la diferenciación que tiene hoy lugar
entre los ámbitos/subsistemas de acción de la
sociedad contemporánea, la creciente indivi-
dualización y autorreferencia de los miembros
de la sociedad, la revolución tecnológica de la
información y la comunicación que impactan
la producción, las relaciones sociales y la políti-
ca misma, el incremento del riesgo ambiental,
el aumento de la pobreza y la inequidad po-
tencialmente desestabilizadoras…
El efecto agregado de estos dos conjuntos
de factores es la mayor escala y complejidad de
los problemas públicos en sus causas y com-
ponentes y, en consecuencia, la limitación
o la insuciencia de los gobiernos para estar
en aptitud de resolverlos por ellos mismos o,
por lo menos, para mitigar sus efectos sociales
más nocivos y generalizados. Los problemas
sociales escabrosos y elusivos que los cambios
en curso han provocado en el interno y en el
entorno del Estado, exhibiendo los límites de
la capacidad de gobierno de los gobiernos, sus-
citan la cuestión acerca de si estos por sí solos
tienen la capacidad de dirigir a sus sociedades,
de denir y realizar por sí mismos los objetivos
de la preferencia social y conducir sus colectivi-
dades hacia lugares de superior calidad de vida,
o si en cambio sus capacidades directivas son
restringidas y han quedado rebasadas por las
nuevas condiciones nacionales e internaciona-
les. ¿Gobiernan los gobiernos? ¿Cuáles son los
componentes fundamentales para crear, desa-
rrollar, asegurar capacidad y ecacia directiva
de los gobiernos y hacer que estos gobiernen
efectivamente? Y, más a fondo, emerge la cues-
tión nueva y crucial que se pregunta si para
gobernar bastan los factores intragubernamen-
tales, los poderes, las facultades y los recursos
(legales, coactivos, scales, administrativos)
que el gobierno posee en abundancia o si, en
cambio, se requieren adicionalmente factores
extragubernamentales, las capacidades y los
recursos que posee la sociedad económica, civil
y del conocimiento, que el gobierno necesita
y debe activar e incorporar en su acción a n
de estar en condiciones de dar rumbo a su
sociedad, dirigirla y llevarla a puerto, realizar
sus preferencias de futuro.
Estas preguntas adquieren un tono som-
brío en algunos países y en algunos sectores
sociales que, a partir de las fallas decisionales,
administrativas o institucionales de sus go-
biernos, no tienen dudas metodológicas sino
muy reales acerca de la capacidad de gobernar
del gobierno. Se preguntan entonces si el go-
bierno pueda ser aún la instancia o agencia de
dirección de la sociedad del siglo o si, para
estar aún en aptitud de conducir a su sociedad,
no tenga más opción que reducir su ámbito de
dirección renunciando a la aspiración original
del Estado moderno de querer dirigir y contro-
lar toda la actividad de su sociedad territorial,
o por lo menos deba modicar su proceso
acostumbrado de gobierno, abandonando el
supuesto de su autonomía y autosuciencia
directiva y sus formas verticales de mando, que
se sustentan en la imaginación o en la eviden-
cia de que la sociedad es una realidad precaria,
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