Populistas de izquierda en el gobierno: la experiencia de Venezuela. - Vol. 34 Núm. 2, Julio 2022 - Revista Desafíos - Libros y Revistas - VLEX 918011942

Populistas de izquierda en el gobierno: la experiencia de Venezuela.

AutorLópez, Maya, Margarita
Páginas1c(19)

En 1998, Hugo Chávez Frías ganó las elecciones presidenciales en Venezuela, y comenzó una nueva era en la historia política del país, moldeada por un fuerte discurso y ejercicio del poder de corte populista y de ideología de izquierda. Favorecido por el desencanto hacia la democracia representativa, un boom de los precios petroleros que dura diez años y un anhelo de los venezolanos de entonces por un cambio político que los sacara de la persistente crisis económica y político-institucional, los gobiernos de Chávez ponen en práctica políticas participativas innovativas en la esfera social, al mismo tiempo que socavan las instituciones y valores del sistema democrático liberal. En su segunda administración, que comenzó en 2007, el chavismo sustituye su proyecto político de democracia participativa y protagónica por un socialismo del siglo XXI, que fue extinguiendo dichas instituciones y valores. A partir de allí, el presidente hace prevalecer su carisma sobre la legalidad en el ejercicio del poder. Después de su muerte, en marzo de 2013, se cierra la etapa populista de la Venezuela reciente y la sociedad ve el orden político desplazarse hacia un régimen autoritario presidido por Nicolás Maduro. Este régimen es un derivado casi inevitable de la forma populista con que durante trece años practicó Chávez en el poder.

Para sustentar este argumento, se ha dividido este artículo en cinco partes. En la primera, caracterizamos la irrupción del fenómeno populista en la campaña electoral de 1998 y señalamos los desajustes socioeconómicos y políticos que propiciaron lo que se conoce como una ruptura populista. En la segunda parte, caracterizamos a Chávez desde sus inicios, quien hizo uso de un ejercicio populista del poder, implantando un discurso oficial polarizador y despreciativo de los principios e instituciones de la democracia representativa. En la tercera parte, analizamos la política comunicacional y la agenda social y sus repercusiones en la opinión de las mayorías. En la cuarta, presentamos las cifras de la prosperidad petrolera y su contribución en asegurar la aceptación popular del proyecto socialista de Chávez de 2007. En la quinta parte, como reflexión de cierre, explicamos cómo estos desarrollos permiten comprender que la actual dictadura de Nicolás Maduro es un legado del ejercicio populista del poder de Hugo Chávez.

Este artículo se nutre de una larga y continua investigación--que se inició en los años noventa--sobre el proceso sociopolítico venezolano y cuenta con numerosas publicaciones. Particularmente, en la trilogía de libros dedicados a comprender el fenómeno chavista, así como algunos artículos académicos, se encontrarán los abundantes soportes bibliográficos, hemerográficos, documentales y las entrevistas que a lo largo de casi tres décadas se han recopilado y analizado en torno a este dramático proceso. (1) Por ello, en este ensayo, las referencias serán mínimas y remitiremos a ese corpus.

Hugo Chávez y la campaña electoral de 1998 (2)

La sociedad venezolana, desde fines de la década de los setenta, estuvo enmarcada por una crisis económica de carácter estructural, revelada abruptamente por el declive y la inestabilidad de los precios petroleros en el mercado mundial. A lo largo de los años ochenta, la sociedad y sus élites políticas y económicas no parecieron comprender o no lograron encontrar alternativas satisfactorias para retomar el crecimiento económico, una vez agotado, como lo señaló el VII Plan de la Nación de 1984, el modelo de sustitución de importaciones promovido por la renta petrolera (Gómez Calcaño & López Maya, 1990). Los indicadores económicos, así como los logros sociales y culturales alcanzados por la democracia representativa liberal durante varias décadas anteriores, entraron en franco retroceso. La continuación de estos desarreglos contribuyó en los años noventa a la crisis política del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez (1989-1993). Esta crisis fue incubada por el Caracazo de febrero de 1989, un estallido social virulento desencadenado por el alza de los precios de la gasolina como parte de un paquete de ajustes neoliberales que comenzó a aplicar el gobierno recién inaugurado. Siguió el golpe de Estado, promovido por un grupo de militares de rango medio liderados por Hugo Chávez, en febrero de 1992. En 1993, sin que se restableciera la estabilidad social y política rota por estos eventos, Pérez fue llevado a juicio bajo cargos de malversación de fondos públicos, lo que eventualmente provocó su impeachment y la designación por el Congreso de un presidente provisional para culminar el periodo presidencial. Para 1994, la democracia venezolana se encontraba herida y necesitaba una vigorosa terapia.

Las crisis económica y política, vinculadas entre sí, eran el caldo de cultivo del descontento generado por la creciente desigualdad, el abrupto empobrecimiento de sectores sociales de capas medias y el cierre de las expectativas de ascenso social de los pobres. Estos desarrollos facilitaron la emergencia de un discurso polarizador, dicotómico y populista en la campaña presidencial de 1998: del pueblo bueno y sufrido explotado por unos poderosos corruptos, insensibles y apátridas. Las políticas de ajuste de naturaleza neoliberal de los gobiernos de Pérez-2 (1989-1993) y Caldera-2 (1994-1999) agravaron los indicadores de deterioro económico, pobreza y desigualdad social ya presentes, y con ello crearon una situación explosiva.

Hugo Chávez, un teniente coronel, jefe del golpe de Estado fallido de 1992, sobreseído de los cargos conspirativos por el presidente Caldera en 1994, salió de la cárcel, se lanzó al ruedo político y luego a la competencia electoral de 1998 utilizando el discurso populista. (3) Chávez ofreció entonces a los disgustados venezolanos un nuevo comienzo de nuestra historia: buscaría desplazar del poder a los dirigentes y partidos responsables de la debacle, para poner en práctica un proyecto de futuro compartido que superaría la crisis estructural, castigaría la corrupción--causante de la crisis y el empobrecimiento--y profundizaría en la democracia.

El líder del llamado Movimiento Bolivariano abrazó en su campaña electoral las propuestas para Venezuela de una democracia más participativa. Estas venían discutiéndose desde la década de los ochenta entre actores de la sociedad civil y de la política opositora, así como en espacios institucionales, como la Comisión Presidencial de Reforma del Estado (Copre) y el Congreso Nacional, donde se habían aprobado incluso algunas reformas de descentralización y mecanismos de democracia directa (Gómez Calcaño & López Maya, 1990; Kornblith, 1989, 1994). Esto no pareció, sin embargo, satisfacer a los venezolanos castigados por el deterioro de su calidad de vida y por la creciente represión que aplicaron los dos segundos gobiernos, el de Pérez y el de Caldera, como manera de contener la creciente turbulencia sociopolítica (López Maya, 1998).

Sobre este explosivo escenario, Chávez echó mano de un agresivo discurso populista. Responsabilizó de la crisis y del empobrecimiento a los partidos políticos de la democracia, particularmente a los partidos Acción Democrática (AD) y Socialcristiano Copei (Copei), que se habían alternado en el Ejecutivo nacional entre 1958 y 1992. En esta narrativa emergente, la historia venezolana de los siglos XIX y XX era en esencia la misma: una historia en la cual las masas populares fueron víctimas de las oligarquías, que en el siglo xx estaban representadas por los partidos. Oligarquías y partidos eran dos caras de la misma moneda, por lo que era precisa una "revolución" en Venezuela, comenzando desde cero (López Maya, 2005). A la AD en particular, el partido principal y de ideología socialdemócrata, Chávez lo fustigó con todo tipo de improperios. Entre sus frases famosas de la campaña estaba la de "hay que freír la cabeza de los adecos en aceite" y sus continuas alusiones al partido como "una plaga" (Antonnetti, 2019). La estrategia fue exitosa y ganó las elecciones presidenciales en diciembre de 1998, con el 56 % de los votos válidos.

La ruptura populista se había producido. Las nuevas fuerzas políticas, con su líder carismático al frente, ofrecían un nuevo comienzo para el país: partir en dos la historia y llevarnos a una era de bienestar e inclusión. Cundió el entusiasmo y los venezolanos nos fuimos, como los hijos de la loca Luz Caraballo del poema de Andrés Eloy Blanco, que aludía al encanto trágico del caudillismo latinoamericano, "detrás de un hombre a caballo". (4)

Chávez: el populismo como ejercicio del poder (5)

Los gobiernos de Chávez, que se inician a partir de 1999, además de hacer de la polarización un distintivo del discurso oficial y que trastocan el hasta...

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