Posibilidades y riesgos de la narrativa en relaciones internacionales y ciencia política - Núm. 61, Julio 2021 - Revista Estudios Políticos - Libros y Revistas - VLEX 870025226

Posibilidades y riesgos de la narrativa en relaciones internacionales y ciencia política

AutorPaulo Ravecca - Elizabeth Dauphinee
CargoPolitólogo. Magíster y doctor en Ciencia Política - Licenciada en Historia. Magíster y doctora en Ciencia Política

Si el sujeto se reduce al rígido reflejo del objeto al que necesariamente falta el objeto, el cual sólo se abre al excedente subjetivo en el pensamiento, resulta el silencio espiritual sin paz de la administración integral. Únicamente una consciencia infatigablemente reificada se figura o hace creer a los otros que posee fotografías de la objetividad. Su ilusión se transforma en inmediatez dogmática (Adorno, 1994).

Introducción

En los últimos años la escritura narrativa ha experimentado una expansión considerable en las relaciones internacionales, irradiando también, aunque en mucho menor medida, a la ciencia política (Burnier, 2006; Ravecca, 2019a). Dado que los enfoques narrativos ofrecen posibilidades para la investigación (Ravecca y Dauphinee, 2018), este desarrollo es bienvenido; sin embargo, viene acompañado de interrogantes y desafíos en torno a la concreción de esas posibilidades anunciadas, entre los que figura la identificación de cuándo y cómo estos textos logran —o no— efectivizarlas. Morgan Brigg y Roland Bleiker (2010), por ejemplo, fueron pioneros en el esfuerzo por ofrecer criterios para evaluar investigaciones autoetnográficas. Dicho esfuerzo ha sido retomado y extendido a un arco mayor de textos narrativos (Naumes, 2015). Otros autores, en su reflexión sobre el tema (Ravecca y Dauphinee, 2018) o a través de su práctica narrativa en sí misma (Öberg, 2015; 2016) expresan reticencias frente al disciplinamiento que dicha codificación, por más flexible y abierta que sea, puede acarrear.

Desde la perspectiva propuesta en este artículo, el potencial de las narrativas no puede elucidarse por medio del establecimiento de métricas de éxito y fracaso; al contrario, dicho potencial radica en la suspensión momentánea de los marcos de referencia que le dan sentido a nuestro quehacer académico. En otras palabras, el «éxito» de la reflexión narrativa se sitúa en el cuestionamiento, no solo de nuestras preguntas, sino también de los modos en que estamos entrenados y habituados a preguntar. Concretamente, se propone que el aporte central de la narrativa es que sacude lo que en otra parte hemos denominado escritura fortaleza —fortress writing— (Ravecca y Dauphinee, 2018, p. 126).

Este artículo extiende y profundiza nuestras reflexiones previas sobre los enfoques narrativos en ciencia política y relaciones internacionales (Dauphinee, 2013; Ravecca y Dauphinee, 2016; 2018; Ravecca, 2019a). En esta ocasión, en lugar de leer e interpretar textos narrativos específicos para identificar qué insights, perspectivas o instrumentos ofrecen para el abordaje de la política global, se procede a una comparación teórica entre voz narrativa1 y escritura fortaleza, situándolas como «tipos ideales» y «polares» de formas de entender la investigación académica.

La escritura fortaleza denota el modo de escritura, el estilo de pensamiento y la clase de «diálogo» habituales para estudiantes y profesores de ciencias sociales. Se trata de un fenómeno general de la academia contemporánea que, si bien está más cabalmente representado por el mainstream positivista, atraviesa también los enfoques críticos. La escritura fortaleza promueve la invulnerabilidad como un valor central del ethos de la investigación y del investigador. Desde la «fortaleza» nos defendemos de las perspectivas que compiten con las nuestras a la vez que las atacamos, desnudando sus vulnerabilidades en la teoría, el método y la escritura. Cualquier terreno vale para minar al adversario, siempre y cuando se sigan las reglas del buen contendiente intelectual.2 El objetivo siempre es el mismo: demostrar que se tiene la razón y que el otro está equivocado, que nuestros argumentos se basan en la evidencia de los hechos y que la verdad está de nuestro lado. Para ello es necesario mostrar temple y racionalidad, incluso «frialdad», en el sentido de probar que el trabajo propio no está «contaminado» de emoción. Así se prueba, de paso, que se es mejor académico que los adversarios. Irónicamente, la escritura fortaleza es una dinámica beligerante, análoga al modo típicamente pesimista en que se representan las interacciones entre los actores políticos estudiados. Se asemeja, acaso, a un modelo de batalla medieval, de fortificaciones y guerreros que de tan acorazados terminan pareciéndose a un caballero de hojalata.

Hay razones sociales, institucionales, epistemológicas y hasta psicológicas que sostienen la escritura fortaleza: la hegemonía del positivismo (Jackson, 2011; Monroe, 2005), las dinámicas de competencia exacerbada institucionalmente inducidas —el tan común como cruel mandato de publish or perish—, el neoliberalismo en la universidad (Giroux, 2014; Mohanty, 2013), incluso la ansiedad de los egos académicos, tan inflados como frágiles. La intención de este artículo no es ofrecer una teorización global y completa de la escritura fortaleza, sino bosquejarla en tanto estilo dominante de escritura frente al cual la narrativa ofrece un «espacio de respiración» y formas menos bélicas de encuentro con el otro, sea el objeto de estudio, nuestro interlocutor o incluso las distintas versiones de uno(a) mismo(a).

Las narrativas ofrecen oportunidades para cuestionar la dimensión violenta de la institucionalización de la ciencia social, para criticar las condiciones en que se produce conocimiento y para confrontar los poderes —internos y externos— que regulan los análisis del poder. Sin embargo, sería irónico, además de inviable e indeseable, que en este texto se utilizara el movimiento que la narrativa encarna hacia la pluralización del saber para proponer el rechazo in toto de la escritura fortaleza y la adopción universal de la voz narrativa como la única opción válida. El argumento, por el contrario, es que la academia tiene un exceso de escritura fortaleza y que darle espacio a la narrativa abre posibilidades.

La investigación cualitativa y la teoría crítica han impugnado la escritura fortaleza —aunque, claro está, sin llamarle de este modo— de diversas maneras y en distintos tiempos. Piénsese en la filosofía de Friedrich Nietzsche, en el feminismo, en los estudios poscoloniales o en los más recientes estudios críticos de discapacidad (Clare, 2017). En algunos casos, estos enfoques son responsables de haber introducido la narrativa en sus campos de estudio correspondientes. La intervención que el presente trabajo efectúa cobra sentido a la luz de ese panorama más amplio.3 Además —la aclaración es crucial— ninguna rúbrica o estilo de trabajo garantiza praxis intelectuales o políticas: así como una teoría crítica puede caer en dogmatismos (Rieiro, Rinesi, Ravecca, 2019), un texto narrativo no necesariamente logra ejercer la voz narrativa en plenitud, y ambas pueden transformarse en un ejemplo de escritura fortaleza. No hay panaceas ni soluciones prefabricadas para las rigideces de la academia.

Hechas las anteriores precisiones, el argumento propuesto es que la narrativa, dada la naturaleza de su metodología y, en particular, su forma literaria, no puede universalizar su punto de vista ni imponer una verdad monolítica y estable. Este rasgo, usualmente visto como una debilidad, permite que los términos del encuentro —con el otro y entre texto y lectura—, así como la forma misma de concebir la investigación, puedan ser problematizados. Esta posibilidad de repensar los términos mismos de la conversación académica contribuye a mantener la imaginación democrática de nuestras disciplinas. Ahí radica la fortaleza de las narrativas. El escritor o la escritora puede acaso narrar autoritariamente, pero la lectura puede siempre «sorprender» al texto con nuevos significados, con nuevas versiones e interpretaciones de la realidad narrada. Este diálogo abierto no está disponible en el formato de investigación de la academia oficial —frecuentemente tampoco en el de sus alternativas «críticas»— donde se puede señalar fallas e identificar errores en un texto, pero no resignificar la historia que cuenta.

En los siguientes apartados se desarrolla la comparación entre escritura fortaleza y voz narrativa en tanto tipos ideales de escritura, poniendo énfasis en las posibilidades que la segunda ofrece. Luego se exploran tres riesgos potenciales de la escritura narrativa. Se dejan a un lado los defectos que típicamente se le han endilgado —particularmente, autoindulgencia, sentimentalismo, falta de objetividad y ausencia de rigor— porque estos han sido ampliamente relativizados y problematizados por la literatura especializada (Brigg y Bleiker, 2010; Dauphinee, 2013; Dauphinee y Inayatullah, 2016; Inayatullah, 2011; 2020, mayo 4; Naumes, 2015; Ravecca, 2019a). En lugar de eso, la reflexión de cierre se enfoca en problemas teóricos del contexto actual: el apego a la inocencia, el apego al trauma y la cancelación moralizante de la complejidad.

  1. Escritura fortaleza y voz narrativa: dos formas de habitar la investigación

    Ha sido solo recientemente que la narrativa se ha hecho un lugar legítimo en las relaciones internacionales, adquiriendo, incluso, cierto grado de popularidad (Naumes, 2015, p. 828). En la ciencia política la renuencia ha sido la norma. Esto puede explicarse por su rechazo a los insights críticos vagamente identificados con el «posmodernismo» y por su adopción —a veces dogmática— de cánones metodológicos positivistas. Incluso la teoría política, una subdisciplina tradicional de la ciencia política, vive en una situación de perenne marginalidad (Brown, 2011; Monroe, 2005), la cual es aún más aguda en América Latina (Ravecca, 2019a; Ravecca y Rossello, 2020). En todo caso, la publicación de textos narrativos que tematizan algún aspecto de lo político no ha dejado de intensificarse y, sin dudas, el lanzamiento del Journal of Narrative Politics en 2014 marcó un antes y un después en este proceso.

    Véanse, por ejemplo, el foro sobre autoetnografía del Review of International Studies (36) 3, julio 2010; Autobiographical International Relations de Naeem Inayatullah (2011); Politics...

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