La práctica de la política económica
| Autor | César A. Ferrari |
| Páginas | 71-95 |
71la práctica de la política económica
El desarrollo económico no se logra por generación espontánea.
Requiere una acción deliberada. Ella es la política pública en sus diversas
dimensiones, en particular la política económica: fiscal, monetaria y
regulatoria. La política económica puede ser exitosa o un fracaso, como
los casos que se presentan en este capítulo.
Ese éxito de la política debe juzgarse por resultados y no por su apego
a alguna posición ideológica. Sus resultados, en últimas, dependen de
cómo se diseña y se ejecuta. Ese diseño debería responder a las caracte-
rísticas propias de la situación que enfrenta y, por cierto, para cumplir
con los objetivos y las metas que se propone. En todo caso, no debe
perderse de vista que la definición de la política, sus objetivos, metas, e
instrumentos es siempre un ejercicio político enmarcado por diversos
intereses entre los cuales se debe escoger.
Política económica, ejercicio político, confronte ético
La política pública no es un ejercicio económico ni una decisión econó-
mica, constituye siempre un ejercicio y una decisión política. En ese
sentido, no hay técnicos que toman decisiones económicas: son políticos
que toman decisiones políticas. Los técnicos son los responsables de las
predecisiones, es decir, de la construcción de modelos de análisis de las
políticas, de sus resultados y de su interpretación para que los políticos
tomen decisiones informadas y minimicen sus asimetrías de conoci-
miento e información.
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Las decisiones políticas siempre responden a diversos intereses. De
tal modo, el ejercicio de la política tiene una indudable dimensión ética,
siempre implica una opción y un confronte ético: tomar y ejecutar una
decisión o no hacerla casi siempre beneficia a unos y perjudica a otros,
aunque podrían darse casos en los cuales todos son beneficiados.
Por ejemplo, es posible que la economía tenga factores de produc-
ción ociosos porque las tasas de interés son excesivas por la existencia
de distorsiones en los mercados de crédito. Esas tasas excesivas produ-
cen rentas de no competencia a los banqueros, reducen la competitivi-
dad de los productores e inducen a las grandes empresas con acceso a
los mercados internacionales de crédito a financiarse externamente
aumentando la oferta doméstica de divisas y revaluando la tasa cambia-
ria, lo que agrava la pérdida de competitividad.
Las preguntas relevantes antes de optar por eliminar esas distorsio-
nes o no serían a quién beneficiaría y a quién perjudicaría esa acción. En
este caso, es más o menos obvio que la decisión de eliminarlas generaría
mayor ocupación de los factores y, así, mayores beneficios a la gran mayo-
ría (productores, dueños del capital y trabajadores), pero perjudicaría a
una minoría (banqueros), pues perderían sus rentas de no competencia
(aunque podrían beneficiarse a largo plazo con una economía y demanda
de crédito creciendo más aceleradamente). En este caso, la decisión y su
implementación serían éticas.
Es claro que cuanto más democrática sea la sociedad y, por lo tanto,
más adecuada sea su representación política, la que toma las decisio-
nes en su nombre, más cercanas serán esas decisiones y acciones a los
intereses de las mayorías por encima de los intereses particulares o de
grupo. Por lo tanto, serán más éticas, pues tenderán a definir institucio-
nes, políticas e instrumentos más apropiados al bienestar general.
Resultados versus ideologías y consensos:
el caso chileno
El éxito de la política económica debería medirse en términos de más
crecimiento, más estabilidad y más equidad o por los objetivos que se
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