La producción como origen del plusvalor en la teoría marxista - Núm. 64, Junio 2017 - Apuntes del CENES - Libros y Revistas - VLEX 691283073

La producción como origen del plusvalor en la teoría marxista

AutorFahd Boundi Chraki
CargoInvestigador independiente

Ver Nota1

Fecha de recepción: 18 de noviembre de 2016

Fecha de aceptación: 25 de mayo de 2017

Introducción

Durante el lapso que media entre las fechas de enero de 1862 y julio de 1863, Marx se entregó a la ímproba tarea de escudriñar la teoría del plusvalor, tal y como había sido legada por la economía política clásica, para ulteriormente someterla a la más dura de sus críticas. De aquellos manuscritos nacería el que hoy es considerado como el libro IV de El Capital: las Teorías sobre la plusvalía2.

Baste señalar que la fuerza con la que inicia Marx (1956, p. 34) su crítica en el capítulo I de las Teorías sobre la plusvalía pone de manifiesto cuán confusos se encontraban los economistas que lo precedieron: “Antes de los fisiócratas, la plusvalía –es decir, la ganancia, bajo la forma de tal ganancia- se explicaba pura y simplemente a base del cambio por la mercancía en más de su valor”.

No en vano, figuras tan representativas de la economía política moderna como Eugen von Bhöm-Bawerk (1876, 1891) y Keynes (1936) tuvieron a bien arrogarse esta errada concepción del origen del plusvalor para soslayar el primado de la producción capitalista de mercancías: la explotación de la fuerza de trabajo.

Mas, por otra parte, fueron los fisiócratas, observa Marx, los primeros en advertir que el punto de partida para desentrañar el origen del plusvalor emplazaba el riguroso análisis de la esfera de producción. Los fisiócratas, añade Marx, sentaron las bases objetivas sobre las que el capital se manifiesta dentro del proceso laboral y, por tanto, pudieron determinar con alto grado de acierto las formas que adoptaba en la circulación. Así, de una parte, el capital asume la forma de capital fijo (avance primitive); de otra, toma la envoltura del capital circulante (avance annuelle).

Marx recalca, no obstante, que en los fisiócratas la fuente única del plusvalor es la renta de la tierra, en tanto que la ganancia del capitalista corresponde a una suerte de salario de grado superior que era pagado por el terrateniente. De tal forma, no debe asombrar que en el esquema de Quesnay (1758) la clase productiva sea la de los trabajadores agrícolas, en cuanto productores de plusvalor, mientras que los terratenientes son quienes se lo apropiaban al tratarse de la classe propriétaire.

Aun habiendo concentrado su análisis en la renta de la tierra, Marx no pudo por menos que elogiar la brillantez del sistema fisiócrata, en la medida en que este sistema rubricaba el origen del plusvalor dentro de la esfera de producción.

Esto es tanto más interesante cuanto que ayuda a comprender por qué en el transcurso de su investigación, Marx tuvo por bien tomar como punto de partida las reflexiones de los fisiócratas y, por extensión, las de Adam Smith (1776) y David Ricardo (1821), para con ello ulteriormente develar el secreto que se esconde detrás del origen de la ganancia del capital.

Así pues, a través de la teoría de Marx, el objetivo del presente capítulo es doble. i) Por una parte, consiste en dilucidar que la fuente misma de la ganancia, esto es, el plusvalor, dimana de la esfera de producción. ii) Por otra, demostrar que la condición necesaria y suficiente para el sostenimiento del orden de sociedad capitalista es que entre el capital y el trabajo medie una relación de dominación, cuya expresión genuina sea la explotación de la fuerza de trabajo.

Tras este breve recorrido introductorio, debe señalarse que la investigación se estructura en cuatro apartados. En el primero, la explicación se centra en la crítica marxiana de la teoría de la utilidad marginal. En el segundo apartado se analiza la compraventa de la fuerza de trabajo como origen del plusvalor, descubriendo así el carácter dual del sistema de cálculo de Marx. En el tercero se profundiza en el teorema marxiano fundamental, según el cual la explotación de la fuerza de trabajo es la condición necesaria y suficiente para que los capitalistas obtengan ganancias positivas. En el cuarto y último apartado se extraen las conclusiones más relevantes.

Crítica marxiana de la teoría de la utilidad marginal

Cabe hacer notar que la lucidez de los fisiócratas es tanto más asombrosa cuanto más contrasta con el desconcierto que supone para el moderno sistema keynesiano localizar la fuente de la ganancia capitalista. Conviene citar en este respecto uno de los pasajes más polémicos de la Teoría general de Keynes (1936):

Es preferible considerar al trabajo, incluyendo, por supuesto, los servicios personales del empresario y sus colaboradores, como el único factor de la producción que opera dentro de un determinado ambiente de técnica, recursos naturales, equipo de producción y demanda efectiva. Esto explica, en parte, por qué hemos podido tomar la unidad de trabajo como la única unidad física que necesitamos en nuestro sistema económico, aparte de las de dinero y de tiempo. (1936, p. 213)

La controversia suscitada por esta cita deriva de la interpretación que hace de ella Axel Kicillof (2005, 2009), quien arguye que Keynes, al igual que Ricardo y que Marx, sostuvo en su Teoría general que la fuente única del valor y, por extensión, del plusvalor, es el trabajo humano.

Sin embargo, Kicillof yerra al presuponer la existencia de un nexo que une la teoría del valor de Keynes con la teoría valor trabajo de Ricardo y Marx. En primer lugar, Keynes vincula la ganancia del capital a la escasez, esto es, cuanto más escasas son las mercancías tanto mayores serán sus precios respecto a sus valores. Ello significa que la ganancia de los capitalistas deriva de la diferencia entre el precio de mercado y el valor de las mercancías.

En segundo lugar, en Keynes subyace una teoría basada en el cálculo marginal psicológico, en la medida en que esta determina qué parte del producto global se acumula para posteriormente reinvertirse y cuál se dedica para satisfacer las necesidades de consumo.

Esto último entrelaza la Teoría general con los Principios de economía política de Alfred Marshall (1890), quien postuló que la ganancia de los capitalistas se encontraba sujeta a la productividad del capital. Más exactamente, en la teoría marginalista de Marshall la ganancia capitalista depende del rendimiento marginal del capital y de la tasa marginal para renunciar el uso presente de la renta.

O, en otras palabras, a medida que se incrementa el capital, su productividad marginal irá decreciendo. En consecuencia, la retribución de los capitalistas, es decir, su ganancia, dependerá de la productividad marginal del capital.

Nótese cuán de similar es la teoría marginalista Marshall con la concepción de Nassau W. Senior (1836), quien hubo de anticipar el postulado ampliamente extendido por la escuela neoclásica sobre el origen de la ganancia derivada del sacrificio que supone para el capitalista el abstenerse de consumir.

Aunque Keynes subrayó con insistencia que la eficiencia marginal de capital no debía ser confundida con la productividad marginal del capital, el mecanismo expuesto en la Teoría general es, en esencia, muy similar al de Marshall. Empero, Keynes incluyó un factor ausente en la teoría neoclásica: la preferencia por la liquidez de los capitalistas.

El economista de Cambridge aduce que los capitalistas tienden a conservar una parte de su renta en forma líquida, ya sea en dinero o bien en forma de otro sustitutivo que cumpla con sus funciones. De esta suerte, los capitalistas se enfrentan, según Keynes, a la disyuntiva sobre qué hacer con su ahorro: i) invertirlo productivamente, o ii) conservarlo en forma líquida.

De acuerdo con Keynes, esta preferencia por la liquidez ha de afectar las ganancias futuras de los capitalistas, en la medida en que si los capitalistas resuelven conservar parte de sus ahorros en forma de dinero, la demanda de inversión y la demanda de consumo disminuirán. Luego, la demanda efectiva se contraerá hasta dar paso a una sobrecapacidad productiva.

En vista de esto, difícilmente podrá reconciliarse el corpus teórico de Keynes con la teoría valor trabajo de Ricardo y Marx, pues el sistema keynesiano no deja lugar a la duda: la ganancia del capital no puede originarse en la esfera de producción. Keynes sitúa, en definitiva, el origen de la ganancia en la esfera de circulación, tal y como lo hiciera a la sazón Malthus.

En este sentido, Keynes (1933, p. 23) escribe que: “Según la concepción de Malthus, llena de sentido común, precios y beneficios son determinados primariamente por algo que él describe, aunque nunca con demasiada claridad, como la demanda efectiva”. Keynes (1933), por otra parte, nunca ocultó la animadversión que le generaba en su persona la figura de Ricardo:

¡Si Malthus y no Ricardo hubiera sido el tronco del que brotó la ciencia económica del siglo XIX, cuánto más sabio y rico sería hoy el mundo! Tenemos que redescubrir laboriosamente y hacer brotar a través de las oscuras capas de nuestra desorientada educación lo que nunca debió dejar de ser evidente. (p. 37)

En el sistema keynesiano no hay en forma alguna cabida para una teoría de la determinación de la ganancia capitalista basada en la teoría de la explotación de la fuerza de trabajo. Vale decir, asimismo, que para Keynes el primum movens del modo capitalista de producción es la satisfacción de las necesidades de consumo, mas no así la valorización del capital, como sostiene Marx en El Capital.

La proposición según la cual la producción capitalista sirve en última instancia para satisfacer las necesidades individuales de consumo constituye una fuerte conexión entre la teoría keynesiana y la teoría marginalista. Así, por ejemplo, Léon Walras (1874) desarrolló una teoría del valor basada en la escasez, en tanto y en cuanto, el valor se encuentra determinado por la escasez de los bienes...

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